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8 de mayo 2024
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OpiniónRicar RodríguezRicar Rodríguez

Gracias por tanto, maestra

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Recuerdo aquella tarde de verano que le dije a una amiga: «quiero hacer política, pero de verdad, aprender» y ella me pasó un pequeño volante de Diplomados del Instituto de Formación Política Dr. José Francisco Peña Gómez. Nunca imaginé cuanto cambiaría mi vida al momento de pisar esa institución.

Allí conocí a mi eterna guía, doña Yvelisse Prats de Pérez, una señora de edad pero con el espíritu más joven qué cualquiera, cabeza llena de canas y por dentro llena de ideas innovadoras y progresistas, de baja estatura pero con un corazón del tamaño de una torre.

Una tarde, luego de una breve entrevista me dijo: «en el partido no hay inscripciones abiertas, pero soy secretaria de educación, ve el martes a las 4 de la tarde y te presento como nuevo integrante». Me abrió las puertas a lo que ahora es mi mundo.

Confieso que al momento de expresarle mis intenciones de militar en el partido, no conocía la grandeza de la doña.

Me nombró como enlace nacional de educación del partido para la provincia Santiago Rodríguez, allí, con su guía, crecí rápido como dirigente político.

En una de mis misiones conocí a la Dra. Geanilda Vásquez, quien me ofreció pertenecer a su equipo político y le respondí: «yo me debo a doña Yvelisse, mañana la llamo y si está de acuerdo no hay problemas».

Cuando le comuniqué a la doña la oferta, se maravilló al pensar que iba a trabajar con otra mujer y de la talla de la doctora.

Tiempo después se abrió una vacante en el Instituto como su asistente y me dijo que si quería podía tomar el empleo y así ir aprendiendo. ¡Con entusiasmo acepté!

Junto a ella pasé los últimos tres años de mi vida, aprendiendo, viendo cómo un ser humano con tantas honras era tan humilde. Cómo una intelectual le abría las puertas de su oficina a todos, como luchaba por los derechos de los más necesitados, como ella se levantaba día tras día para ir a laborar por la memoria de Peña Gómez y su Ideología, el Socialismo Democrático.

Doña Yvelisse siempre tuvo una sonrisa en sus labios y era feliz con pequeñas cosas, su deleite eran sus estudiantes, su orgullo, su familia.

Amante de los dulces, esposa y madre ejemplar, política decente y maestra innata, doña Yvelisse, poseedora de un barco gigante, utilizaba sus motores para impulsar a jóvenes como yo, para avanzar en este mar lleno de todo tipo de criaturas, pues, con su característica sonrisa, siempre se preocupó porque sus alumnos alcanzarán éxitos y los disfrutaba y dejaba notar su deleite.

Cundo un miembro de su familia lograba alguna meta, no aguantaba la emoción y lo celebraba con todos los presentes, mostraba el orgullo que sentía por su familia comunicándole a todos el éxito, reía, ¡y hasta bailaba!

Siempre que tomaba una iniciativa me decía: «esto es lo que hubiese querido Peña» y ahora nos toca a nosotros, sus alumnos, decir: esto es lo que hubiese querido doña Yvelisse.

Recuerdo que me decía: «hijo, quiero que me lleves a tu despacho cuando estemos en el gobierno», con lágrimas en los ojos digo, que no irá físicamente, pero su espíritu y pensamiento siempre estarán allí y donde quiera que vaya.

¡Gracias por tanto, maestra!

Por Ricar Rodríguez

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