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21 de mayo 2024
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OpiniónJulia Muñiz SubervíJulia Muñiz Suberví

Mente abierta para cambiar la educación

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La actual presidenta del Congreso de Diputados de España, Meritxell Batet, señaló que “es importante que los órganos constitucionales se renueven en tiempo y forma, eso da prestigio”. Batet, sostiene su discurso sobre el hecho de que la discrepancia es normal entre los humanos; no lo es la uniformidad de perspectiva para resolver los asuntos que nos son comunes y nos atañen a todos.

Al escuchar sus palabras me traslado a la preocupante de nuestra realidad legislativa, y más aún, en momentos donde reformar la Ley General de Educación No. 66-97, es una imperante necesidad; pues no hemos podido lograr que el populismo político sea excluido de los temas neurálgicos para la construcción de políticas de estado.

De ahí mi preocupación, estrechamente vinculada a mi artículo anterior, donde expongo una serie de planteamientos para la reforma educativa dominicana que comienzo a desglosar en esta oportunidad, entre ello el cambio en el sistema educativo dominicano en el orden pedagógico-filosófico para colocar al individuo como centro del proceso de enseñanza-aprendizaje.

Es necesario que los tomadores de decisiones asuman que en materia educativa el primer objetivo es establecer un punto de partida para la elaboración, justificación y proceso de la propuesta educativa nacional enfocada en un individuo con pensamiento crítico, desarrollado a través de un proceso mental que le permita razonar, deliberar y evaluar, proceso a ser implementado desde la dinámica del docente en el aula, potenciando el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Asimismo, la construcción de ciudadanía mediante la formación escolar de un individuo con valores ciudadanos que se involucra con la comunidad, sus problemáticas y es parte de la solución en el ámbito político, social y económico; cumpliendo con sus obligaciones, asumiéndolas como deberes y el respeto a los derechos propios y colectivos, es decir, que sobrepone, a su individualidad, la armonía y paz social como fin común.

Ya ha llegado el momento de ver a la República Dominicana como un país multicultural, multiconfesional y diverso, con una población hiperconectada, sobreinformada y poco calificada para discernir los contenidos, provocando que cada día pierda su identidad. Por ende, los valores ciudadanos se deben sustentar en el interés general (el bienestar de la comunidad) en un mundo que evoluciona y cambia, sustentados en la democracia, los derechos humanos, la convivencia, la cohesión social y la conciencia ambiental.

Se debe legislar partiendo de una propuesta educativa que permita obtener como resultado país a un individuo cualificado, con capacidad de discernir entre momentos para las discrepancias y momentos para la unión.

Sin miedo al futuro, pues la esperanza del devenir no siempre es alentadora, pero sus resultados sí.

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