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21 de mayo 2024
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OpiniónFrancisco Cruz PascualFrancisco Cruz Pascual

La política no es una “chercha”

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Tomar la política como un relajo, como si fuera algo no serio, puede producir resultados inesperados. La ingenuidad es peligrosa en la toma decisión en política, la historia está llena de los resultados de esa práctica irracional. Para solo poner un ejemplo cercano, la nación haitiana actual es el producto de la inmadurez política de su ingenuo pueblo desde sus inicios como nación el primero de enero de 1804.

La política tiene que ver con las personas y afecta sus intereses en forma contundente, a través de las normas que establecen las sociedades y del accionar político, como guía de la violencia organizada desde el Estado que administran los gobiernos.

Pero no solo es eso, es que el hombre es un ser eminentemente social, esa es su naturaleza desde que hizo su aparición en el parnaso de la prehistoria. Desde ese planteamiento, al individuo humano (varón, hembra o confundido), le es imposible vivir aislado en su propio existir, necesita estar involucrado en relaciones sociales productivas en lo económico, en lo cultural y en lo relacional. En este último entra la política, que es la que garantiza a los entes sociales la vida civilizada, ordenada en normas jurídicas. Este entramado de leyes es el que trae consecuencias a los comportamientos a través del ejercicio pleno de los derechos, garantizados por el régimen político que domina por encima de los individuos y para el beneficio del bien común.

A medidas en que estas condiciones de vida son más activamente configuradas por la acción humana, la interdependencia, lo que Durkheim llamaría «densidad social», se hace más intensa. El mundo es cada vez más una «aldea global» en la que todo repercute en todo.

Es esta red de relaciones sociales cada vez más intensa, la que afecta a todos los ámbitos de la vida humana, incidiendo directamente en la economía, en la tecnología, y hasta en los momentos de diversión y ocio. Se trata de un individuo que se encuentra inmerso en cada uno de estos ámbitos, en situaciones constituidas por actividades interrelacionadas, dirigidas a satisfacer necesidades sociales, claro está, las de él en primer plano. Es ese orden el que garantiza a la sociedad en sentido general y a cada uno de sus componentes, una vida más o menos en paz y prosperidad, esta última se relaciona con la efectividad social de las relaciones.

Con ese estado de cosas no podemos jugar, si querremos continuar nuestras vidas en coherencia con nuestro bienestar. Por lo tanto, la democracia garantiza la sustitución de las autoridades cada cierto tiempo de gobierno, si la gente lo considera necesarios. En tal razón, la democracia necesita que los ciudadanos (ejerzan sus derechos libérrimamente), para poder ejercer su soberanía por encima de los intereses particulares.

Volviendo al ejemplo del primer párrafo, la diferencia entre la nación que tenemos como vecina más cercana, siendo más rica que nuestra nación a principio del siglo pasado, se fue anquilosando paulatinamente, porque sus habitantes no tuvieron la capacidad de marcar un rumbo o quizás no apareció una generación de ciudadanos haitianos, que pudieran organizar al Estado tal y como se organizó en la república dominicana a partir de 1865, para a través del tiempo, poder establecer un régimen político estable, económicamente rentable, como para marcar progreso en forma continua.

Por no conocer su propia historia, los ciudadanos pueden creer que la política no es peligrosa si cae en enfermedades como el democratísimo, un riesgo directo, que implica el quiebre de la vida en derechos, producido por la incapacidad para el sostenimiento de las instituciones que sirven de sustento al orden establecido.

La ignorancia se atreve a exigir la ausencia de pensamiento, sustituyendo el razonamiento por beneficios que garanticen momentáneamente sus intereses personales.

La democracia sin una intelectualidad política, se coloca en alto riesgo. Por solo poner un ejemplo simple, en la intelectualidad en nuestra América (salvo raras excepciones), la ideología ha predominado, obstaculizando el desarrollo del pensamiento político, atrasando el proceso democrático, debido a que las ideologías son sistemas cerrados en cuanto a la libertad de pensamiento.

Al encerrarnos en una ideología, los medios del pensamiento, es decir, los conceptos, experimentan procesos de estacionamiento, cuestión muy necesaria para aparcar un sistema ideológico.

Cuidados con los improvisados en la política, porque su práctica solo puede tener lugar en un espacio en donde se producen procesos que tienen como efecto, nuevos acontecimientos, no siempre visibles al ojo inexperto y muy peligrosos para la sociedad.

La política es una guerra, cuyas armas son los argumentos montados en palabras, frases, oraciones y párrafos. Cuando esa etapa de la guerra no es suficiente, entonces salen las armas que dañan el cuerpo físico de las personas y laceran la vida social. No debemos tomar a la política como un juego divertido, porque de ella pueden salir muchos riesgos si no se trabaja con aptitud y actitudes de alta profesionalidad.

Por: Francisco Cruz Pascual

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