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10 de mayo 2024
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OpiniónFrancisco S. CruzFrancisco S. Cruz

La historia del malestar….

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Sin dudas que cualquiera que observara la irrupción de enardecidos manifestantes -trumpistas- que penetraron, el pasado 6 de enero, el Capitolio de los Estados Unidos bajo consignas y actos de violencia que, en hora de la mañana habían sido arengados por el presidente Donald Trump, estaría obligado a condenar lo que vio; sin embargo, los hechos, en el fondo y a nuestro entender, son una expresión de una crisis política-institucional y de credibilidad múltiple que empezó a dejarse sentir antes de la victoria de Donald Trump en 2016. No nos engañemos.

Entonces, centrarnos solo en los bochornosos y condenables eventos del 6 de enero y los alegatos de “fraude” de Trump, sería un ejercicio de vista corta sino miramos que el asunto tiene otras aristas de implicaciones sistémicas: a) Donald Trump es producto de una crisis -de escasez- del liderazgo tradicional bipartidista, y, probablemente, de credibilidad del sistema de partido que es, a su vez, universal y que hizo posible que el fenómeno outsider asumiera discurso, rostro y poder (no solo en los Estados Unidos), b) desde los alegatos del ex vicepresidente Al Gore, año  2000 (que, para algunos, no se pueden comparar con lo de ahora), se viene evidenciando y denunciando debilidades y vulnerabilidad del sistema electoral en los Estados Unidos -al parecer, es urgente una reforma-, c) la prensa, evidentemente, ha ido más allá de informar y, algunos medios -periódicos, cadenas televisivas y “hacedores de opinión pública”- han tomado, abiertamente, partido político con acentuada parcialidad; y d) en los discursos de objeción que pudimos escuchar (¡escúchenlos!), tras la reanudación de la sesión para la certificación del presidente electo Joe Biden, efectivamente no se habló prácticamente de “fraude” pero si de actuaciones -administrativas, burocráticas y judiciales- no ceñidas al mandato de la Constitución o de simple observancia electoral.

Por supuesto, quienes quieran centrarse en los discursos y los alegatos del presidente Trump para explicar o adjudicar responsabilidades tienen ese derecho, pero al hacerlo estarían haciendo un ejercicio o lectura no del todo holística (de la crisis del sistema o establishment).

Finalmente, desde mi punto de vista, hubo dos actuaciones dignas de resaltar tras los hechos del 6 enero-2021: la del vicepresidente Mike Pence por actuar estrictamente ceñido a la Constitución y a la altura del momento; y aunque parezca absurdo o masoquista, la del senador Ted Cruz que no habló de “fraude” sino de una salida política (dar repuestas), quizás, más que otra cosa, en el interés de heredar el nicho electoral republicano que Trump ha concitado y que, quiérase que no, está ahí… (como la crisis sistémica, la polarización política del país y el fenómeno outsider).

 

Por Francisco S. Cruz

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