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2 de mayo 2024
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OpiniónGiovanna Bonnelly de DipinoGiovanna Bonnelly de Dipino

La familia fuente de ataque para la Ideología de Género

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La familia es, para el niño, la primera educadora en todo. La familia tiene el poder de educar, formar y orientar a cada miembro del grupo en lo que considera sano, justo y valioso.

Al estudiar la familia no podemos separarla del contexto social que la rodea. Ella está inmersa en la sociedad, de la que recibe fuerte influencia con cambios que operan a un ritmo tan veloz, que demandan una permanente reestructuración.

Los problemas que aquejan a la sociedad los sufren las familias. Es innegable que nuestra sociedad está en crisis en lo educacional, moral y religioso, expresada en el enfrentamiento de los valores «tradicionales» que sustentaron la conducta humana, y los «nuevos» valores que sostiene nuestra cultura.

Este conflicto que llega a la familia presiona sobre la misma; se hace expreso en las dificultades de relación entre sus miembros, ensancha la brecha comunicacional entre padres e hijos, socava las bases de la estructura familiar y debilita la autoridad de los padres sobre los hijos. No podemos negar que la tarea de educar a nuestros hijos no resulta fácil de ejercer. Es por eso que hoy más que nunca, la familia por su proyección requiere mantenerse como el principal lugar de equilibrio psicosocial continuo y trascendente.

Hoy más que nunca, la familia cristiana enfrenta un desafío ante la sociedad: el de mostrar los valores que constituyen su fundamento. DEBE Y PUEDE MANTENERSE COMO UN CENTRO DE SALUD EMOCIONAL entre sus miembros. Esta tarea puede desarrollarla, sobre todo, porque cuenta con la protección de Dios para hacerlo, el cual le dará también las fuerzas para cumplirla.

Es evidente que en la actualidad se ha agravado la situación social imperante, en una Latinoamérica que desconoce los principios morales absolutos y deja a la familia desprotegida como institución, en especial por aquellos que tienen el deber de hacerlo.

En la Declaración de los Derechos Humanos (artc.16-I) y en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (art. 23-I), se define a la familia como el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la Sociedad y del Estado.

Lejos de eso, la familia hoy se ve expuesta a fuerzas culturales que representan un claro ataque a la institución familiar. Hay evidentes indicadores de fuerzas destinadas al debilitamiento de su estructura, ataques implícitos y explícitos contra su integridad:

1.La tendencia cada vez mayor de un número de mujeres, en general destacadas socialmente, que se proponen ser madres, pero no formar un hogar, ni convivir con el padre del niño (quien solo es considerado en este caso como el dador necesario de la célula fecundante).

2.El número creciente de jóvenes que deciden vivir juntos sin compromiso a largo plazo y «mientras dure el amor».

3.El intento de legalizar el aborto, ya aceptado en varios países y movilizado sobre todo por el Movimiento Feminista en su febril necesidad reivindicatoria del rol de la mujer, argumentando que uno puede hacer lo que quiera con su cuerpo, olvidando que en su interior es portadora de una vida individual que merece ser respetada. Esta posición pro aborto es exponente de la cultura de la muerte que se enfrenta con la cultura de la vida.

4.Los «nuevos tipos de familia», la aceptación de las uniones homosexuales que pretenden igualarse con las heterosexuales. El activismo gay, que avanza a nivel mundial a un ritmo impensado, llegando a influenciar decisiones gubernamentales, cambiando patrones culturales, y principios

5.El nuevo concepto de «género» que aparece en los programas de educación sexual, intentando dejar de lado la determinación biológica de masculino y femenino, queriendo establecer nuevos géneros desde la perspectiva socio cultural (cinco géneros en lugar de dos y ya creo hay más de 50)

6. El intento de clonación con seres humanos que reemplaza la unión de las células reproductivas por la «copia» de otro ser en la creación de nuevas vidas.

Frente a tantas presiones ideológicas, la familia como institución navega en aguas peligrosas y es necesario arbitrar todos los medios para salvarla del naufragio, promoviendo proyectos que orienten a los padres para el ejercicio de las funciones que les corresponden.

Desde el Antiguo Testamento vemos cómo Dios ha encomendado a la familia el rol de formación e influencia sobre las generaciones en formación. En Deuteronomio 31, Dios cántico que el pueblo de Israel oiría por generaciones: Su palabra debía ser transmitida de generación en generación y de boca en boca.
En Deuteronomio 5:9 afirma que Dios «conoce» la maldición que se influencia hasta la tercera y cuarta generación.

Es que no existe otro lugar más poderoso para formar a un niño, tanto para bien como para mal, que el núcleo familiar. Esta posibilidad de influenciar a nuestras generaciones siguientes es el más maravilloso regalo que Dios nos ha dejado para utilizarlo en forma responsable y adecuada, pero lamentablemente hemos perdido la profundidad de esta realidad y se nos pasa por delante de nuestras narices la más potente y grandiosa responsabilidad que tenemos como adultos: la formación de nuestros hijos.

Movimientos ideológicos en contra de la familia y la iglesia.

De la misma manera en que hace más de veinte años en la Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer, un grupo alzó su voz para proponer y difundir la teoría feminista de género, hoy en día existen otros grupos ideológicos que buscan objetivos similares como disolver el modelo de Dios para el hombre, la mujer y la familia.

El principal blanco de estas ideologías es la familia monogámica y heterosexual. Insisten en la deconstrucción de la familia, diciendo que esclaviza a la mujer, e infiriendo que condiciona de manera negativa a los hijos para que acepten a la familia, el matrimonio y la maternidad como algo natural y bueno. Proclaman el final de la familia biológica.

Para esta ideología, no solo debe desaparecer la familia biológica, sino que se debe reeducar a las generaciones siguientes bajo este nuevo concepto. Influir en la educación con “una estrategia importante para cambiar los principios sobre los roles del hombre y la mujer en la sociedad”. “La perspectiva de género debe integrarse a todo currículo educativo”, expresan las feministas de género, y en este sentido están trabajando fuertemente.

Finalmente no olvidemos que Dios creó al ser humano por amor y con amor; y su diseño divino nunca ha tenido otro propósito que posibilitar al ser humano una vida en plenitud. Cualquier distanciamiento de ese plan divino produce dolor, vergüenza, culpa, rencor y soledad y por eso la motivación de la iglesia al trabajar una sexualidad sana en la sociedad no tiene exclusivamente que ver con moralidad o doctrina bíblica sino compasión. Sobre todo, compasión con las nuevas generaciones que van a ganarse mucho dolor si no luchamos por ellas.

Por Giovanna Bonnelly de Dipino

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