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25 de abril 2024
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OpiniónHector PeñaHector Peña

La burbuja social, el internet y la política

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Vivimos en un mundo globalizado. Con esta frase, se ha buscado describir una época en que las fronteras físicas del comercio y el conocimiento se hacen cada vez más tenues. El internet, ha permitido que tengamos acceso a nuevos recursos que, de manera previa a la década de los años 80, estaban reservados para algunos privilegiados de la población mundial. Sin embargo, vivimos en una burbuja. Con esto no buscamos criticar la forma en que parte de la población decide su comportamiento, sino explicar la realidad del comportamiento a que nos ha llevado la gran carretera de la información mundial y las redes sociales.

Se estima que la población mundial actual es de 7.6 billones de personas. De este número, el 51% posee acceso a internet. Tan solo Facebook posee 2.2 billones de usuarios activos mensuales de los 3.9 millones de personas que interactúan dentro de la red. Una cifra extremadamente peligrosa frente al poder de influencia que poseen las redes sociales en la sociedad del conocimiento.

No obstante, a pesar de la libertad que sentimos al utilizar las distintas herramientas que nos brinda la gran red, estamos cada vez más sesgados en nuestras creencias e ideologías políticas. Es decir, el mundo cada vez se encuentra más dividido. ¿La culpa? La forma en cómo se han estructurado las redes sociales y su influencia en nuestro patrón de comportamiento.

Las distintas redes sociales, como Facebook y Twitter, tienen como objetivo principal atraer la atención irrestricta de sus usuarios. Y de esta forma, poder presentarles información relevante de empresas sobre sus bienes y servicios en forma de publicidad, obteniendo ganancias que les permitan mantener la gran infraestructura necesaria para albergar a ese grueso de la población mundial que les utiliza.

Para estos fines, las grandes empresas de internet utilizan los llamados “Algoritmos”. Esto, en términos llanos, no es más que, instrucciones lógicas dentro de la programación de las aplicaciones o páginas de internet, que permiten identificar un comportamiento y proveer de un resultado en retorno. Es decir, las redes analizan nuestras interacciones con los demás usuarios, el lenguaje utilizado, los temas que nos interesan y el contenido que consumimos constantemente, y a cambio, nos brindan información relacionada para mantenernos de manera activa dentro de la red.

Para aclarar mejor el concepto, pensemos en el siguiente ejemplo: Cuando buscamos algo en Google, normalmente la página muestra resultados acordes a tus búsquedas anteriores. Cuando entras a Facebook, las publicaciones que aparecen al inicio son producto de las personas con quien más interactúas y el contenido de noticias que más lees. Cuando entras a Twitter, los comentarios que ves, al igual que las recomendaciones, están directamente influenciadas por las interacciones con los demás usuarios y las conversaciones que has buscado con anterioridad. Si utilizas Instagram para ver fotos fitness, probablemente la mayor parte del contenido mostrado por su algoritmo sea relacionado con este tema.

Si tomamos en cuenta la explicación anterior, significa que, si tenemos una forma de pensar, y la expresamos constantemente, aunque sea de manera inconsciente en nuestras redes, las respuestas que obtendremos, las publicaciones que veremos y el contenido ofrecido por estas redes será directamente influenciado por nuestro patrón de comportamiento. Esto, limita la forma en como recibimos información adicional diferente a la que pensamos. Y por ende, nos encierra dentro de nuestra propia burbuja de conocimiento.

Este “fenómeno social”, influye de manera directa en la forma en que los milenials ven el mundo actual, y resulta de principal importancia para la política nacional y las medidas de estado encaminadas a brindar un clima de desarrollo y progreso, ya que, esta generación constituye el grueso de los usuarios frecuentes de las redes sociales.

En nuestro país, la República Dominicana, se estima que un 42% de la población votante para las elecciones del año 2020 serán milenials. Esto significa, que el foco de exposición de los candidatos tendrá como campo de batalla el internet y las redes sociales. Sin embargo, a poco más de dos años de los comicios, tenemos un sistema político rezagado en cuanto al uso de internet como herramienta de captación de adeptos, lo que influye de manera directa en la forma de pensar de nuestros jóvenes.

En una encuesta reciente de un medio de prensa local en Twitter, más del 38% de los votantes consideraba que podría votar por un candidato ajeno a los partidos mayoritarios actuales. Lo que significa, que la política actual no está influyendo en la audiencia como debería. Y esto resulta particularmente importante, cuando consideramos, que las mismas figuras políticas de los partidos mayoritarios han gobernado nuestra nación durante los últimos 30 años. Podríamos decir, que ha sido más bien un intercambio de actores en el juego de la silla y la música, en la que alguno se queda de pié cuando la canción se detiene.

A pesar de lo antes expuesto, nuestros líderes políticos actuales piensan que la forma de lograr empatía con los más jóvenes se trata tan solo tener una presencia en internet. Y esto, resulta tan cómico como un chiste de Carlos Montesquieu, a quien seguro ningún político conoce (para referencias, es un YouTuber dominicano con 1.5 millones de seguidores).

Es preciso incluir a los más jóvenes en las distintas corrientes políticas, ya que es de pleno conocimiento que los primeros votantes son siempre los más indecisos. Para esto, se necesita crear estructuras rejuvenecidas en las distintas corrientes políticas, y únicamente puede lograrse mediante la inclusión directa de una nueva generación política en las direcciones de los distintos partidos.

Es necesario hacer entender a nuestros líderes políticos, que el 42% de la población votante, no se rige por las mismas reglas de antes, y que incluso, su vocabulario es totalmente diferente al que utilizan los más adultos. La mejor manera de constatar esto, es permitiendo el acercamiento de nuestros líderes políticos de manera abierta a la juventud, y analizando desde su punto de vista las preocupaciones de nuestra sociedad actual.

Independientemente de esto, es necesario entender, que tanto los más jóvenes, como los más adultos de la población viven en una burbuja, el problema, es que son burbujas diferentes. Quien logre capitalizar la oportunidad de penetrar en la audiencia de los más jóvenes, seguro se hará del poder en el futuro venidero.

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