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30 de abril 2024
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OpiniónMiguel ColladoMiguel Collado

Aproximación testimonial a mi vida en la literatura: Autocronología literaria (II)

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Precuela literaria: Mi pasión temprana por la lectura

(1) Sobre mis lecturas iniciales en Jánico (1967-1969)

Si he de referirme a mis lecturas iniciales en un pueblito al que solamente llegaba un ejemplar del periódico Listín Diario todavía en la segunda parte de la década del 60 del siglo pasado y que había que leer en la biblioteca municipal, en la misma edificación donde operan las oficinas de la Alcaldía de Jánico hoy—, entonces debo expresarle mi gratitud al editor español Juan Carlos Torrendell, nacido a finales del siglo XIX y que fue el fundador de la Editorial Tor en la Argentina en la segunda década del siglo XX.

En la clásica colección de esa famosísima editorial, en tiradas populares, de bajo costo, leí, en dicha biblioteca, a prominentes novelistas de la literatura universal: Julio Verne (Viaje al centro de la Tierra), Alejandro Dumas padre (Los tres mosqueteros), Alejandro Dumas hijo (La dama de las camelias), Emilio Salgari (El león de Damasco), Fedor Dostoievski (Los hermanos Karamazof), Edgar Rice Borroughs (Tarzán de los monos) y Víctor Hugo (Nuestra Señora de París), entre otros.

Andaba yo entre los 14 y 15 años de edad y era un devorador de términos nuevos en el Diccionario Larousse, fuente de consulta gramatical obligatoria de todo aquel interesado en escribir correctamente, con conocimiento del valor semántico de cada palabra utilizada. No lo consideraba un libro de consulta, sino un libro de lectura en cada visita diaria a la biblioteca municipal, de cuyo cierre nocturno siempre fui un testigo cada noche.* Era un pecado no leer, tempranamente, a El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, del español Miguel de Cervantes Saavedra, y a Platero y yo, de Juan Ramón Jimenes, español también.

Por esa época, en Jánico leí una voluminosa novela —La huella de la fiera, de más de 500 páginas, la edición mexicana de 1965— de un autor totalmente desconocido para mí: Walter Van Tilburg Clark (1909-1971), de quien vine a saber, años después, que era un narrador estadounidense muy destacado en su país y que su primera novela, El incidente del Ox-Bow (1940), había sido llevada al cine con tanto éxito que la película, estelarizada por el mítico Henry Fonda, fue nominada al Oscar de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas [Academy Awards] en 1943 en la categoría de Mejor Película. En La huella de la fiera su autor narra la lucha de un cazador contra la inclemencia del clima templado de las Montañas Rocallosas persiguiendo a una pantera.

En mi muchachez, todavía vestido con la piel adolescente, leía yo, con sumo placer, aquellas citas citables que aparecían en la famosa revista Selecciones ―versión en español de la revista norteamericana Reader’s Digest― y pienso que a partir de la lectura de esas citas o frases célebres o pensamientos surgió en mí, en lo profundo de mi inconsciente, esa vocación aforística de la que hoy me resulta imposible liberarme. Las leía en el decenio de los 60 del siglo XX, entre 1966 y 1969. A veces hay días en que surgen de manera torrencial los aforismos o pensamientos, las reflexiones minúsculas, sobre cosas que me acontecen a mí o que veo les acontecen a otros a mi alrededor: «Ser humano es pensar que los demás necesitan de nosotros; ser sensato es pensar que necesitamos de los demás». Digamos que con los años este modo de expresión, muy arraigado en la cultura oriental, ha venido a convertirse en un modo de vida para mí desde la perspectiva del oficio de escritor. Pienso, ahora, que mi inicial pasión por la poesía fue desplazada por mi vocación aforística. No hay que dudarlo; tanto mi vocación poética como la aforística tienen un mismo origen: Jánico.

Sin ningún grado de timidez admito que las novelas de Corín Tellado —seudónimo de María del Socorro Tellado López (1927-2009)— fueron parte de mis lecturas iniciales en mi pueblo en mis años adolescentes. Esa famosa novelista española se inicia en el quehacer literario en 1946 con la publicación de su novela Atrevida apuesta, editada por la Editorial Bruguera.  A partir de 1951 sus novelas comenzaron a aparecer mensualmente en la revista femenina Vanidades —fundada por la Editorial Carteles en La Habana, Cuba, en 1937— y en la década del 60 alcanza su punto más alto de popularidad. Sus novelas —caracterizadas por un romanticismo que muchos consideran cursi, por el drama y por la fantasía— comenzaron a ser llevadas al cine en los años 70. Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura, ha tenido palabras de reconocimiento para ella: la describió como «un fenómeno sociológico y cultural cuyas obras hicieron soñar a millones de mujeres en España y América Latina».

Tellado escribió más de 5 mil novelas y dejo unas cuantas inéditas. En su edición de 1994 el Libro Guinness de los records la considera la novelista más vendida en lengua española en todo el mundo. En la década del 60 del siglo XX Corín Tellado era lectura indiscutible de la gran mayoría de jóvenes de ambos sexos en la República Dominicana y en Jánico pude constar ese fenómeno, pues casi en todos los hogares veía la célebre revista Vanidades. Y volvemos a recordar al inmenso Rubén Darío: «¿Quién que Es no es romántico?».

(2) Mi segunda oleada de lecturas: antes de ingresar a la universidad (1970-1973)

Ya residiendo en la ciudad de Santo Domingo desde el 1969 por razones de restudio, siendo profesor sustituto a los 18 años de edad en la Escuela República de Chile —situada en la calle Monte Cristi del sector de San Carlos— leí un ejemplar de la edición realizada por la Editorial Tor el 25 de enero de 1946 de la  La Divina Comedia del inmortal italiano Dante Alighieri: «Quien en el ocio su existir consuma / no dejara más rastros en la tierra / que humo en el aire y en el agua espuma», es un terceto de ese extraordinario poema que quedó sembrado en mi memoria adolescente. Todavía conservo en mi poder ese ejemplar, formando parte de la Colección «Joyas Bibliográficas» de mi biblioteca personal.

El repertorio de autores de mi predilección se amplió considerablemente con mi ingreso a la secundaria en el Colegio José Enrique Rodó (1971-1973), situado en la esquina formada por las calles Juan Bautista Vicini y Barahona, en el sector de San Carlos. Era un escenario cultural mucho más amplio y atractivo: se leía mucho y abundaban las librerías en la Capital y los precios de los libros eran sumamente económicos. Fue en ese momento en que comencé a formar la biblioteca que hoy atesoro. Me nutría de los puestos de venta de libros de medio uso, pero en perfecto estado: así llegué a adquirir, por centavos, verdaderas joyas bibliográficas.

A continuación, cito, casi de memoria, los autores extranjeros cuyas obras leía en este período, clasificándolos por región geográfica y sintiendo la nostalgia de mis años juveniles cuando era un voraz lector:

a) Los europeos

  • Antoine de Saint-Exupéry: El principito.
  • Antonio Ribera: El gran enigma de los platillos volantes.
  • Aristóteles: Metafísica y Poética.
  • Arthur C. Clarke: 2001: odisea del espacio
  • Benito Pérez Galdós: Fortunata y Jacinta y Marianela.
  • Boris Pasternak: Doctor Zhivago.
  • Charles Dickens: Cuento de navidad.
  • Erich von Däniken: Recuerdos del futuro y El oro de los dioses.
  • Esquilo: Los persas, Prometeo encadenado, Los siete contra Tebas y Las suplicantes.
  • Esopo: Fábulas de…
  • Eurípides: Medea, Hécuba, Las troyanas e Ifigenia en Áulide.
  • Federico García Lorca: Yerma, Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las floresy La casa de Bernarda Alba.
  • Félix María Samaniego: Fábulas en verso castellano.
  • Fernando de Rojas: La Celestina.
  • Francisco de Quevedo: Los sueños.
  • Giovanni Boccaccio: El Decamerón.
  • Gustavo Adolfo Bécquer Rimas y leyendas.
  • G. Welles: La guerra de los mundos y Los primeros hombres en la Luna.
  • Hans Christian Andersen: todos sus cuentos infantiles.
  • Homero: la Ilíada y la Odisea.
  • Iván Turguenev: Primer amor y varios de sus cuentos.
  • W. von Goethe: Fausto y Las penas del joven Werther.
  • Jacob y Wilhelm Grimm (hnos.): La Cenicienta, Hansel y Gretel, La Bella Durmiente y Blancanieves.
  • Jean de La Fontaine: Cuentos y relatos en verso.
  • Jonathan Swift: Los viajes de Gulliver y El viaje de Gulliver a Liliput
  • León Tolstoi: Los cosacos y La muerte de Iván Ilich.
  • Lewis Carroll [Charles Lutwidge Dodgson]: Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo.
  • Lope de Vega: Fuenteovejuna y El mejor alcalde, el rey.
  • Oscar Wilde: El retrato de Dorian Gray y La importancia de llamarse Ernesto.
  • Paul C. Jagot: El poder de la voluntad y La educación del estilo.
  • Pedro Calderón de la Barca: La vida es sueño y El alcalde de Zalamea.
  • Petrarca: Cancionero.
  • Pierre Leprohon: Historia del cine
  • Platón: La República
  • Robert Louis Stevenson: La isla del tesoro.
  • Robinson Crusoe: Daniel Defoe.
  • Rogelio Herques Ibarreta: La religión al alcance de todos.
  • Rudyard Kipling: El libro de la selva.
  • Sófocles: Edipo rey, Antígona y Electra.
  • Tomás de Iriarte: Fábulas de…
  • Víctor Hugo: Los miserables
  • Virgilio: La Eneida.
  • Walter Scott: Ivanhoe.
  • William Shakespeare: Romeo y Julieta.**

b) Los norteamericanos

  • Dale Carnegie: Cómo ganar amigos e influir sobre las personas y El arte de hablar en público.
  • Ernest Hemingway: El viejo y el mar, Por quién doblan las campanas, Las nieves del Kilimanjaro, París era una fiesta y Adiós a las armas.
  • Herman Melville: Moby Dick.
  • Mark Twain: Las aventuras de Huckleberry Finn y Las aventuras de Tom Sawyer.
  • Richard Bach: Juan Salvador Gaviota.
  • Walt Whitman: Hojas de hierba y Canto a mí mismo.

c) Los latinoamericanos

  • José Ángel Buesa: varios de sus poemas dispersos.
  • José Enrique Rodó: Ariel, Motivos de Proteo y El mirador de Próspero.
  • José Ingenieros: El hombre mediocre y Hacia una moral sin dogmas.
  • José María Vargas Vila: Aura o las violetas, Flor de fango, Ibis, Ante los bárbaros, Pretéritas, María Magdalena, Salomé y La tragedia del Cristo.
  • Rodolfo Benavides: Dramáticas profecías de la Gran Pirámide.

d) Los dominicanos***

  • César Nicolás Penson: Cosas añejas: tradiciones.
  • Freddy Prestol Castillo: El Masacre se pasa a pie.
  • Gastón Fernando Deligne: varios de sus poemas dispersos.
  • Joaquín Balaguer: Historia de la literatura dominicana.
  • Juan Antonio Alix: Décimas inéditas.
  • Juan Bosch: Cuentos escritos en el exilio y La Mañosa: novela.
  • Manuel de Jesús Galván: Enriquillo: leyenda histórica dominicana.
  • Pedro Mir: Viaje a la muchedumbre.
  • Ramón Cifré Navarro: De manos con las piedras: poesías.
  • Ramón Marrero Aristy: Over: novela.
  • Salomé Ureña de Henríquez: varios de sus poemas dispersos.

e) Los anónimos

  • Cantar de mio Cid.
  • La vida de Lazarillo de Tormes.
  • Las mil y una noches.

___________

*Recuerdo que a principios de los años 80 del siglo pasado en las noches solía visitar la biblioteca pública de San Francisco de Macorís y me llevaba memorables sorpresas bibliográficas. Era común, por ese entonces, encontrarse con autores de relevancia universal en las bibliotecas de los pueblos.  Disfrutaba de mi condición de viajero, por razones laborales, frecuentando en horas nocturnas esos pozos de conocimientos que eran las bibliotecas municipales ya tan descuidadas y olvidadas.

**La película Romeo y Julieta (1968), versión cinematográfica del director Franco Zeffirelli, contribuyó enormemente a la difusión de este clásico de la literatura universal. Sobre todo, por esa mezcla de romanticismo y tragedia tan bien lograda por el legendario cineasta italiano.

*** Era una exigencia académica en el bachillerato leer a la mayoría de estos autores nuestros. Era mandatorio consultar la historia literaria de Balaguer.

Por: Miguel Collado

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