El nacimiento del teatro está emparentado con las invocaciones a rituales mágicos-religiosos, en una rendición de culto a los Dioses. Los “Dioses”, figuras imaginarias, representadas –según la región o nación- por una efigie, muchas veces mitad animal, mita humano, eran los proveedores de los alimentos y controladores del universo, a los cuales se debía veneración con cantos, danzas y sacrificios.
Más adelante los aldeanos, para comunicar entre sus integrantes la opresión y maltrato a los que eran sometidos por sus verdugos, utilizaron como elemento de protesta el arte escénico.
Por el año 1511 en la llamada Española, el sacerdote Cristóbal de Llerena fue expulsado de la Isla por poner en escena, con un grupo de sus alumnos, un entremés titulado “Octava de Corpus Cristo”.
En esta pieza dramática jocosa y de un solo acto, Cristóbal de Llerena exponía el mal trato a que las autoridades españolas, representante de la Corona en la Isla les infringían a los indígenas.
La expulsión de, De Llerena, atemorizo a la población, obligándolo a usar las residencias particulares, como escenario para las principales manifestaciones artísticas de la época.
Para los historiadores, la perspectiva del teatro que se dio en la primera mitad del XIX no es más satisfactoria que el de los siglos anteriores. Sin embargo la invasión haitiana de 1822-1844, genero un movimiento independentista, encabezado por Juan Pablo Duarte, encontrando en las actividades teatrales, la vía más idónea para fortalecer la causa libertadora de su pueblo.
Es en ese tenor que es creada la Sociedad Secreta la Trinitaria, con el fin específico de conquistar la emancipación de la parte Este de la Española en manos haitiana, y formar el Estado independiente que llamarían República Dominicana, con la creación de un grupo cultural público llamado “La Dramática”.
Por intermedio de este grupo, los inquietos jóvenes dieron rienda suelta a sus inquietudes libertadoras, escenificando a través de obras teatrales, las luchas de otros pueblos por liberarse del gobierno que lo oprimía.
Con estas dramatizaciones el público se deleitaba y creaba conciencia, dando como resultado la gesta restauradora del 1844.