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10 de mayo 2024
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OpiniónBorja Medina MateoBorja Medina Mateo

Sansón, Dalila y el peligro de subestimar

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Fue Sansón un nazareo predestinado, esto es, una persona con votos especiales dedicados a Dios, que desde su nacimiento tenía la misión de salvar al pueblo de Israel de caer en manos de los filisteos (tribu que habitó al sudoeste de lo que hoy es Palestina).

Pero antes de nacer, se había decretado que navaja no pasaría por su cabeza y que sería poseedor de una fuerza sinigual.

Por consiguiente, Sansón, en su crecimiento, jamás conoció una derrota, venció todos los obstáculos que encontró en su camino e hizo polvo a los guerreros más temidos de la época.

Sin embargo, hubo una fuerza a la que no pudo resistir: “el amor”. Y esta, probablemente, fue la causa de su declive como líder y hombre de fortaleza sin par.

Luego de tanto andar, conoció a una mujer de pelo largo y poseedora de una belleza intrigante, llamada: Dalila.

Al poco tiempo, Dalila fue contactada por los filisteos para que engañara a Sansón y descubriese en que consistía su fortaleza, a cambio de dinero. De esta forma empezó ella, día tras día, a tratar de encontrar el secreto de aquella energía devastadora.

La primera escena fue mientras el gigante dormitaba en sus brazos, saciado de besos y caricias, ésta, en forma seductora, pide que le confiese el secreto de su fuerza. Entre risas, el imbatible de Israel le sigue el juego y dice que “de ser atado con siete mimbres verdes, se debilitará hasta ser como los demás hombres”.

Seguido de eso, Dalila avisa a los filisteos. Estos le facilitan los mimbres, ata a su amante, quien, con carcajadas se desata y le dice que había sido una broma. Dalila, despechada y engreída, le reprocha que le haya engañado. Hecho que se repitió en más ocasiones.

Lo ato con cuerdas nuevas a estrenar y las rompió como un hilo. Lo amarró con tela asegurada de una estaca y la hizo trizas.

Aconteció que, presionándole constantemente con palabras hirientes, propias de una persona soberbia y obstinada, redujo el alma de aquel hombre indestructible, a mortal angustia.

Sansón, en su profunda amargura, creyó que se trataba de un capricho de mujer enamorada a quien le atraían los juegos excitantes y confesó lo que sigue: “Nunca a mi cabeza llegó navaja; porque soy nazareo de Dios desde el vientre de mi madre. Si fuere rapado, mi fuerza se apartará de mi, y me debilitaré y seré como todos los hombres”.

Así pues, esta meretriz, sablista y aprovechada, duerme con sus encantos al llamado León de Israel, llama a los filisteos, le cercenan su cabellera, le sacaron los ojos y lo encerraron en la cárcel.

El llamado León y la política de hoy

De algún modo, lo que hemos visto en las Sagradas Escrituras, ha sido una lucha por el poder, lo que, en consecuencia, sería el ejercicio mismo de la política.

Y, precisamente, en esa lucha política Sansón y Dalila, pese al aparente amor que los había unido, fallaron de manera individual. Dalila, nunca tuvo un amor sincero, todo fue a cambio de los beneficios que le dejaría estar con Sansón para finalmente engañarlo.

El León de Israel, por su parte, confió demasiado, subestimó las intenciones de Dalila y creyó que se trataba de un simple capricho. Pero era tarde. Había pecado de ingenuo. Pues ya su mujer se había vendido a sus más acérrimos enemigos.

La política contemporánea tiene ejemplos sobrados en los que, parejas participan de una misma causa, pero hay alguien que puede llegar a subestimar y otro a traicionar la causa a la que sirve por convicción (o amor según sea el caso) y al mismo tiempo, a la persona que la lidera.

Dependiendo la perspectiva, un ejemplo de esto en Latinoamérica pudiera ser el caso del finado presidente Néstor Kirchner de Argentina, quien dejo el poder y el liderazgo de su pueblo a su esposa Cristina Fernández de Kirchner. Y ésta, al salir de la presidencia ha enfrentado fuertes cuestionamientos sociales y causas judiciales por supuestos actos de corrupción.

Por consiguiente, dejando su liderazgo en un declive considerable en detrimento de la memoria del presidente que le entrego el poder: su esposo.

Entonces, se pudiera inferir que, por adhesión u omisión de los hechos que se le imputan, en sus manos se pudo haber fraguado una traición a los principios que sustentaron aquel traspaso de mando.

Probablemente lo mismo se pudiese argüir de la participación política de Bill y Hillary Clinton. Ya que en las manos del primero se alzó un liderazgo esperanzador en todo Estados Unidos y desde su salida del poder hasta hoy, en manos de su compañera, únicamente ha visto declive y derrotas, la más reciente, propinada por Donald Trump.

Es decir, por acción u omisión, de participarse en pareja, de manera ciega, en la lucha por el poder se puede dar la subestimación y el engaño. Esto así porque, muchas veces, las emociones y los sentimientos impiden que se vean cosas elementales de la actividad política.

Eso no significa, sin embargo, que así sean los casos Kirchner y Clinton, sino que verdaderamente, sean cuales sean sus respectivas circunstancias, quienes han continuado su legado han propiciado o permitido una caída garrafal.

En fin, por subestimar a su mujer y confiarle el secreto de lo que había sido su legado, Sansón terminó en la prisión de los filisteos siendo, constantemente, objeto de burlas y humillaciones.

Finalmente, en una ocasión mientras los filisteos festejaban, buscaron a Sansón para que los divirtiera y cuando iba camino a ser el hazme reír de la fiesta, clamó a Dios lo que sigue: “Señor Jehová, acuérdate de mí, fortaléceme, te ruego, solamente esta vez, oh Dios, para que de una vez tome venganza de los filisteos por lo que me han hecho”.

Dentro del palacio en que se encontraban, habían más de tres mil personas que veían el escarnio del León de Israel. Ahí imploró a Dios, recuperó su fuerza e hizo caer todas las columnas que sostenían la mansión, dejando moribundos entre los escombros a todos los que le adversaron, humillaron e hicieron burlas hasta ese momento.

Así cayó aquel hombre fuerte que estaba llamado a salvar al pueblo de Israel.

Dice la Palabra que los que allí murieron fueron muchos más de los que Sansón había matado durante toda su vida.

Tal fue, al propio tiempo, el peligro de subestimar.

 

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