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10 de mayo 2024
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OpiniónClemen García DClemen García D

¡¿Qué e’ lo que hay?! Hasta pronto, Edgar

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Una semana agotadora la pasada, en todos los órdenes. El final de muchas cosas avanza y con ello la prisa de antesala. Y como si nuestro destino fuera no escapar de algo, también nos trajo la partida de otro queridísimo ser.

Corría el año de 1993 cuando llegué a Cía. Santisteban, de la mano de mi amiga de infancia casi hermana, Maité Tamburini. Una empresa familiar dirigida por el Dr. José Manuel Peguero Marchena (Papapa), sus hijos Josecito y Edgar, y desde fuera, pero con un extraordinario poder de decisión, doña Carmen Marina Navarro (Mamama), esposa, madre y abuela.

Más tarde llegó Carmen Ivelisse (Iche) y de vez en cuando asomaba Josefina (Fifa), que decíamos don José era su derriengue. Lo consentía a más no poder. Cuatro hijos.

Los nietos que vi nacer (Jochy) y crecer. Unos párvulos que luego del colegio -casi todos los viernes- pasaban a buscar el semanal que su abuelo alcahuete y apoyador preparaba con amor e ilusión para ellos. A los más grandes una cantidad, a los medianos otra. Hubo una especie de despertar en los medianos que los hizo solicitar a Papapa que fuera igual para todos porque ya estaban creciditos.

Amo recordar tiempos hermosos, valiosos, que opacan los grises oscuros de hoy día.

Sin embargo, el martes pasado, a Edgar se le ocurre dejarnos. Así, sin avisar, sin permiso de nadie, pero con la autoridad que le concierne a Dios de decidir quién, cuándo y cómo. Evitando el duro transitar de una malvada enfermedad que apagó su sonrisa y don de gentes. Un ser humano lleno de bondad.

Era un cascabel. Alegría, optimismo y cordialidad, sus características principales.

Si, nuestro Edgar, que aún en sus peores momentos respondía positivamente. Su clásico “excelentemente bien, tanto que yo mismo no me lo creo” es imperdible. O “saludosssss”, o el famoso “¡¿qué e’ lo que hay?!” de uno de los anuncios de la campaña publicitaria de Ron Barceló en la época de mi primo Checheo, en los años 80.

Bailador, gustaba de la música, la gastronomía y el compartir con amigos y familiares. Sobresalía su condición de caballero, como su padre. Verdaderamente encantador, al que no se le podía dejar hablar mucho porque convencía.

Su partida me afectó por los lazos de amistad, lealtad y agradecimiento a una familia que me acogió como parte de ellos. Don José siempre decía que Iche y yo éramos su nueva prioridad. Ambas teníamos un hijo, trabajábamos con él directamente, y nos mantuvimos siempre bajo su amparo y consejos.

Hoy, los clones están juntos. No se cómo se hará san Pedro con ellos dos en el cielo organizando los teteos celestiales sin miedo a contagio por COVID, sin mascarillas ni toque de queda, porque allá sí se permiten los abrazos.

Mi solidaridad para doña Carmen con quien nueva vez me quito el sombrero; para Edgar José (Hulkito), Blanca (la Beba) y José Manuel (Jochi), sus hijos. Para Josecito, Fifa e Iche, sus hermanos.

Y para ti, Gloria, por cumplir con la difícil tarea de ser esposa.

Hasta pronto, Edgar. Dios con todos nosotros.

Por: Clemencia García Damirón

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