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3 de mayo 2024
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OpiniónJoan LeybaJoan Leyba

La honestidad debe permanecer

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«En cualquier caso, si la altura de las cosas la medimos con el criterio objetivo de un metro, la dignidad de los hombres la medimos con el criterio político de la virtud». -Gregorio Luri-.

 

En su primer año frente al mando de la nación y el epicentro de la crisis sanitaria más mortífera del siglo, el presidente Luis Abinader expresó: “El gobierno debe estar sometido a una fiscalización ciudadana permanente y transparente. Eso también es democracia y no sólo la emisión puntual de la expresión ciudadana que representa el depositar una boleta en una urna cada cuatro años». Indicando la ruta indetenible de una gestión enfocada en las mejores prácticas administrativas, caracterizada por un gobierno diferente, dirigido por un hombre joven, dotado de virtud, disciplinado, trabajador incansable; pero, sobre todo, probo, ético y de sobrada honestidad.

Luis es consciente de que, por años, hemos asistido a procesos sociales y políticos en los que sus principales actores esgrimen razones poco o nada razonables para justificar su permanencia en los espacios que ocupan. Violan, trastocan y enturbian toda disposición regulatoria con el firme propósito de extender a cualquier precio los plazos fatales que los conmina a un tiempo determinado en el uso del poder. Los hechos ahí están, plasmados en las hemerotecas y diseminados por los diferentes canales que, para la acumulación de información, ha creado la internet.

Pocos han sido tan determinados como él, a la hora de ejecutar con entereza los preceptos que lo motivan a ejercer el poder sin más beneficios que los anhelos de un soñador que apuesta a construir definitivamente un estado de bienestar. El mismo que ha sido pospuesto por apetencias personales de quienes una vez tuvieron la oportunidad y prefirieron alzarse con el santo y la limosna. Luis tiene la vocación y convicción para gestar el resurgir de las estructuras impuestas por el ordenamiento legal generadoras de garantías de desarrollo y sostenibilidad en las políticas públicas que velen por la satisfacción de las necesidades comunes de los dominicanos.

Por eso, ha decidido navegar contra corriente este sistema negador de derechos básicos a los hijos de nadie, donde  además de crear las condiciones para mantener el crecimiento económico sostenido, la inversión de capital económico local y extranjero y la creación de nuevos puestos de empleo, ha realizado una gestión eficiente, capaz de permitir la vigilancia permanente de las acciones públicas y privadas de los funcionarios del Estado, para el establecimiento de una conducta colectiva transparente del manejo del erario y las sanciones pertinentes a los que, haciendo uso inadecuado de sus funciones, violen los procedimientos éticos y alteren el orden para provecho propio con la complicidad del sistema llamado a prevenir y corregir dichas vulneraciones.

No es casual que, en su alocución del domingo, el líder de la nación utilizara la honestidad como eje central de un discurso en el que marca distancias con sus antecesores y pone de relieve las exigencias de una nación que acudió a refrendar en las urnas aquellas manifestaciones en las que solo pedían un gobierno como el que hoy dirige desde hace tres años Luis Abinader. “La honestidad ganó la confianza ciudadana”, dijo. Mientras recordaba el estado en que encontró al país y las acciones para sacar a flote una economía en condiciones de gravedad por los efectos de la pandemia y el azote permanente de los anteriores gobiernos a las arcas públicas.

“Las reflexiones anteriores no pretenden causar desesperación…” dice CJ Polychroniou, “sino mostrar que el progreso humano no es lineal y que la regresión social puede ocurrir fácilmente bajo un orden socioeconómico diseñado para aumentar el poder de unos pocos a expensas de la sociedad en su conjunto”. Una regresión que afectaría el desempeño de la transparencia y la capacidad de respuesta que brinda la actual gestión, con un Ministerio Público a quien se le concedió independencia de actuación y sin las presiones propias del poder cómplice de la impunidad. No podemos correr el riesgo de volver a esos tiempos, debemos seguir cambiando aquello que nos llevó por senderos turbulentos, para que la honestidad permanezca al mando del Estado.

 

Por Joan Leyba 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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