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19 de mayo 2024
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OpiniónLuis CordovaLuis Cordova

El show del Gran Teatro del Cibao

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Por oficio y por pasión constantemente expreso mis opiniones sobre los temas que son mi pasión. La cultura es uno de ellos. La dinámica cultural de la ciudad y el país, desde sus creadores y obras, hasta las instituciones públicas y privadas que intervienen en la dinámica de las ofertas en un Santiago que, para trabajar su marca en todos los ámbitos, debe asirse de sus tradiciones y cultura.

De ahí el seguimiento a los cambios en las entidades del Ministerio de Cultura de la República Dominicana. Cuando nos enteramos de la nueva dirección del Gran Teatro del Cibao, celebramos que una persona que conoce el teatro (como manifestación artística y como producción) fue designado en su dirección general y artística.  Aunque solo conozco su obra y talento en las tablas, consideramos que era justo y necesario un relevo de esta naturaleza en esa institución, hundida en un pasmoso letargo.

En ese momento, sin causas ni argumentos, diletantes y “preocupados” por la cultura, quisieron señalar argumentos ridículos como el que no fuese de la ciudad, o peor aún, no conocer la trayectoria de quien había sido posesionado para sacar adelante esta entidad.

En el corto tiempo de la actual administración algunas medidas han sido positivas  como el levantamiento de las áreas y su estatus real para la disponibilidad del público, así como la valiente exposición del deterioro infraestructural al presidente de la República.

Pero también en este lapso se han impuesto algunas medidas que ameritan, al menos, su reconsideración.

Por razón de su estratégica ubicación el Gran Teatro ha sido el lugar ideal para caminar de los adultos mayores de La Zurza, La Trinitaria, Rincón Largo, Centro de la Ciudad, entre otros que se desplazan para poder hacer su caminata al aire libre pero aprovechando la sombra de los árboles. Es ya emblemático “los caminantes del Gran Teatro”, una tradición y una suerte de cofradía a la que me vinculé porque mi fenecida abuela fue una de ellas.

Prohibir, como ha comunicado la militarizada seguridad apostada en el parqueo, que algunos pocos caminen en su interior rompe con una hermosa tradición que en nada expone  los jardines, ni las instalaciones. Todo lo contrario, se trata de un elemento humanizador de aquella mole revestida de mármol. Una simple comunicación interna revocando la medida puede devolverle paz a nuestros viejitos quienes no perderían el único espacio con estas características que tienen en el polígono.

La disposición del cobro de una “colaboración” para quienes utilizan las áreas exteriores y de lobby, nos parece una medida compresible, dado el nivel de la crisis heredada, pero la medida sería oportuna aplicarla solo a quienes hacen uno de fotografía y videos a nivel profesional o comercial.

Cargar a los visitantes ocasionales que desean hacerse una foto en un espacio público como este debe ser ponderado; al final de cuentas ¿Cuántos pudiera generar la entidad con esta medida? Hay que recodar que cobrar implica ofertar algún servicio como seguridad, acceso a un baño y demás, quizás se esté aplicando aquello de más caro la sal que el caprino.

En todo caso las deplorables condiciones en la que se encuentra la jardinería, fuente y parqueos amerita con urgencia la intervención. Trabajar en ello primero y ofrecer un mejor paisaje por el cual merecer la contribución incentivaría hasta donativos.

El patronato sabe, al menos eso suponemos, que los jardines en los sitios culturales tiene la misión de acercar el pueblo a las instituciones. Muchas de las más icónicas del mundo están rodeadas de verdor donde turistas y locales convergen para recrearse y las gerencias de los centros culturales aprovechan para promover sus actividades.

Es por esto que cualquier medida tendente a limitar el libre acceso de la ciudadanía a las instalaciones públicas de esta naturaleza debe hacerse no solo pensando en si se tiene derecho o amparo legal, sino en cuál es la tradición, el uso que ha dado la ciudadanía o si la misma lo ignoran. Recordemos a Lorca si la gente no va al teatro, hay que llevarle el teatro a la gene.

La imagen institucional ha sido un tema de lo más extendido entre la gente de cultura. Se trata de la sustitución del emblema aportado por el arquitecto Nelson Viñas  que sirvió para consolidar una imagen y diferenciada del Teatro Nacional Eduardo Brito, pues era la preocupación del momento fundacional del GTC por tratarse su edificio de una réplica del primero.

En ese sentido ese logo es más propio de un teatro, además acentúa la tradición santiguera de los ornamentos victorianos de nuestra arquitectura conjugada con los arcos superiores del edificio. El propuesto, no tenemos la información de que en efecto se materializara la sustitución, es una línea más propio de empresa, además de que carece de originalidad pues se trata de colocar una silueta del cilindro del Monumento a los Héroes de la Restauración sobre el isotipo del Teatro Nacional, justamente lo que quiso evitarse en principio. Además de que el nombre de la institución evoca a la Región en su nombre CIBAO, desborda lo limitativo que puede resultar el Monumento, como símbolo de un municipio.

De la autogestión y manejo de precariedades sabemos todos los que hemos asumido el rol de gestor cultural en algún momento de nuestra vida. Por eso auguramos que la administración reconsidere por el momento estas medidas, algunas factibles en lo venidero, mientras tanto concentrarse en el momento y su desafío. Apoyamos la gente joven y con talento que desea aportar al fortalecimiento de la cultura. Eso vale el aplauso. Los ataques vienen hoy y lo harán mañana, no distraerse porque eso es parte del show. Lo que no debe formar parte de un mal espectáculo es un patrimonio como el Gran Teatro.

La gestión cultural necesita de independencia, pero también de conectarse a la tradición. De otro modo no funciona. Las rupturas son importantes (no obligatorias) en la ejecución de la obra artística pero jamás en la gerencia (administración) de entidades o proyectos culturales.

Por Luis Córdova

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