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26 de abril 2024
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OpiniónAraceli Aguilar SalgadoAraceli Aguilar Salgado

El repudio de la sociedad hacia a ellas que eligen a la no maternidad

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«No haber nacido nunca puede ser el mayor de los favores.» Sófocles

 Nacer, crecer, reproducirse o plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo, es una frase hecha que va camino de desaparecer, ahora no traigas hijos al mundo a sufrir… No haga hijos si usted no está en condiciones de dar una vida digna, salud, educación, alimentación, amor, tiempo y cuidados, al igual que ahora nacen, crecen, no se reproducen y no mueren este es el ciclo de vida que toma fuerza en los tiempos actuales.

En un mundo de caos pandémico, conflictos políticos y catástrofes climáticas, superpoblado que habitamos, ese antiguo sentir pesimista de la vida, una nueva mirada laica sobre la sensibilidad y el sufrimiento humano y la urgencia del problema demográfico es así como algunos aspirantes a padres ven el futuro demasiado sombrío como para ampliar la familia.

La no maternidad para nombrar y reconocer el deseo de las mujeres de no tenerlos ya que la maternidad no es sencilla a pesar de que esa parte nunca se habla, muchas madres comenzarán la crianza con todo el amor del mundo, con cariño y con gusto, Tener hijos es una experiencia hermosa y llena de momentos inolvidables; no obstante, ellos y ellas no son la única fuente de cariño y afecto que existe en la vida.

Pero esto no es incompatible con la sensación de sacrificio, de cansancio y agotamiento, de sentir que tienen que hacer malabares para poder llegar a todo o de que incluso tienen que estar contabilizando el tiempo para darse un tiempo para ellas mismas.

Así mismo es probable que hayas escuchado a muchas madres decir nadie me lo había contado, porque la otra cara de la maternidad, la que es tan real como el amor, de esa nadie habla ni nadie la cuenta, con el peso que eso genera también en muchas madres que piensan que si lo hablan la gente va a pensar que no quieren a sus hijos o que los traicionan.

En fin, toman la decisión de no tener hijos. Sin importar si están solteras, casadas o en una relación intermitente, ser madre no es su prioridad y mucho menos un objetivo en su vida.

La no maternidad también es motivo de violencia de género. Las mujeres sin hijos son señaladas por causa de aquellos constructos sociales disfrazados de tradición, una mujer no estará completa sin un hijo. Pero eso no es tradición, es inserción social.

Por otra parte, el matrimonio representó durante muchos años la unión de la mujer y el hombre para procrear hijos, y dejar un legado de futuros ciudadanos, pero actualmente hay quienes no desean tener hijos porque lo consideran un gasto y, al mismo tiempo, una decisión para pensarse.

Ahora el nuevo modelo de familias parejas decididas a no tener hijos y no por imposición del bolsillo, como sucede con los sacrificios a los que usualmente se ven sometidas las parejas que deciden crear un hogar y carecen de los recursos suficientes para garantizar una buena calidad de vida a su descendencia.

Las políticas públicas actuales obligan a los más jóvenes a elegir entre tener un trabajo o tener un hijo

Empezó a cambiar la pirámide poblacional y a acelerarse el crecimiento de población de la tercera edad, las diferentes motivaciones para que la parejas jóvenes no quieran tener descendencia, siendo las más frecuentes las preocupaciones ecológicas, incertidumbre por la posible falta de agua en los años venideros, los efectos de la contaminación y el calentamiento global, las crisis de valores que suponen la dificultad de la crianza en medio de una sociedad corrupta, el miedo al compromiso y “la inestabilidad de los vínculos de pareja que amenazan a las relaciones con un ‘¿qué tal esto funcione y qué hacemos con los hijos?, así como la pandemia por el coronavirus y sus variantes.

Como podemos ver la decisión de no tener hijos, es condicionada por diferentes causas: salud, dinero, desarrollo profesional, decepción…; hay otras prioridades en la vida

Por lo que, en la actualidad, el número de mujeres que no quiere tener hijos ha aumentado, lo que hace evidente que cada vez más personas del sexo femenino deciden romper el mandato de la maternidad como proyecto único de vida.

La decisión de no tener hijos puede estar condicionada por diferentes causas, como las dificultades en materia de salud que algunas mujeres enfrentarían al buscar procrear o los estragos que muchas sufrirían al someterse a tratamientos especializados que, por lo demás, no son accesibles para todas.

Ubicar a la figura y función de la maternidad (la madre amorosa y solícita con el niño) como un producto histórico cultural inventado, que puede ser fechado a partir del siglo XIX. Dicho modelo ha servido, entre otras cosas, para legitimar el orden de la heterosexualidad obligatoria y el de una supuesta división natural del trabajo, que asigna a los varones el espacio privilegiado del mundo público ciudadano y a las mujeres el de lo privado o lo doméstico, o en su defecto, quedar a cargo de la responsabilidad natural de las labores maternas o domésticas.

La incursión en el mundo público las ratifica en su condición de ciudadanas, misma que se extiende a todos los espacios, incluyendo la familia y la identidad, ámbitos que también resultan afectados por esta nueva condición, misma que las separa del otrora lugar naturalizado por el sistema de género.

No obstante, también hay mujeres que toman esta determinación desde su propia historia y el deseo de no ser madres, en algunos casos porque no quieren repetir la vida de aquellas que les antecedieron como abuelas o madres, porque no les atrae el hecho de dedicar su vida al cuidado y la crianza de un hijo o porque dan prioridad a su desarrollo personal y profesional.

Quizás en algún momento las mujeres que no desean ser madres sí pensaron en la posibilidad de tener hijos, pero entonces no había las condiciones (económicas, de disponibilidad de pareja etc., o bien, cuando había las condiciones, ellas sintieron que no era el momento adecuado.

Es importante pensar en un deseo fluctuante, en el que diversos factores, tanto externos como internos, se vinculan con la vivencia de la no maternidad.

Sea como sea, es fundamental echar por tierra la idea de que las mujeres que no desean ser madres tienen algún problema psicológico, sufrieron algún trauma en la infancia o son lesbianas, aspecto que no interfiere con el deseo y la posibilidad de que sean madres.

Muchas de ellas manifiestan que tienen otras prioridades en su vida, como desarrollarse en el ámbito personal y profesional, o que sencillamente no se sienten atraídas por el proceso que las convertiría en madres.

Sin embargo, no les resulta fácil asumir esta posición porque, a partir de la creencia de que el deseo de ser madre es universal e innato, y, por consiguiente, está presente en todas las mujeres, la sociedad ejerce una presión social muy fuerte sobre ellas, misma que se pone en práctica por medio de los discursos predominantes y los estereotipos que se cobijan bajo ellos; y les tilda de “incompletas”, “egoístas”, “frías” o “inmaduras”.

Y no sólo la familia, la pareja o las amistades ejercen esta presión social, sino también los profesionales de la salud de ambos sexos, que llegan a decirles, por ejemplo, que, si un útero no da hijos, da tumores; o a usar frases como: “se te está acabando el tiempo”, “si esperas más, no vas a poder”, “te vas a arrepentir”, entre otros comentarios.

Generalmente, el argumento que se esgrime a la hora de insistirle a una mujer que debería embarazarse es que, si no lo hace, no tendrá quién vea por ella y la cuide cuando sea mayor, pues un hijo, le aseguran, siempre es una compañía…, y justo por esto pocas mujeres deciden no ser madres, ya que rechazan la perspectiva de establecer una relación tan proficiente con un hijo

Se sabe que entre más educación y preparación profesional tienen las mujeres, menos hijos llegan a parir, por lo que no es raro que estas mujeres reciban castigos que la mayoría de las veces no son considerados tales por quienes se los imponen.

Uno de ellos consiste en plantearles que, como no tienen hijos, ni se han casado les toca cuidar a alguno de sus padres o a los dos o a otros parientes de la tercera edad, precisamente porque domina la idea de que, incluso sin hijos, es tarea de las mujeres hacerse cargo del cuidado de otros.

Grave creer que aquellas que eligieron no ser mamás tienen un problema de amor propio y que, como no se aman, no son capaces de amar a alguien más, los estereotipos de género, si algo nos ha tocado por obligación a las mujeres desde que somos niñas es cuidar a otros.

Ellas destinan la mayor parte de su tiempo a tareas de cuidado de sus hijos o de otros parientes, y domésticas; en cambio, los hombres, sólo entre cinco y ocho horas a la semana a dichas tareas, Incluso de la igualdad de géneros que gira en torno a que las mujeres no están dispuestas a la crianza; y si tú no los cuidas a los hijos, yo no los cuido; entonces no hay quien los cuide, ante la falta de igualdad y equidad, se puede comprender con más facilidad por qué quienes tienen las condiciones y las posibilidades deciden no ser madres.

Ellas con la maternidad es un proceso tan naturalizado y mitificado que elegir no ejercerla, sobre todo de manera voluntaria, se convierte en un factor de tensión, que se expresa en la estigmatización y la presión social, la tolerancia y al respeto de las personas que deciden no ser madres aun cuando pueden serlo.

Las mujeres que no han tenido hijos por elección, convicción demandan su estilo de vida en una sociedad que demasiadas veces las contempla con rareza, desprecio o incluso como si fueran una amenaza, más con ello nos queda claro que ellas pueden vivir perfectamente con el peso de su decisión, siendo la sociedad la que les cuesta aceptarlo y nos olvidamos de la generosidad, la compasión, la gratitud y la solidaridad, son virtudes que también generan un sentimiento de plenitud son la clave de la felicidad.

Y el ejercicio de la parentalidad sin establecer diferencias entre el papel de las mujeres y el de los hombres.

“Ningún hombre debe traer hijos al mundo que no esté dispuesto a perseverar hasta el fin en su naturaleza y la educación.” Platón

Por Araceli Aguilar Salgado

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