Aunque parezca una exageración, los humanos vivimos en el malentendido. A pesar de que nunca antes en la historia habíamos contado con las posibilidades técnicas e instrumentales de comunicación que caracterizan a la sociedad post-moderna, el escaso entendimiento entre los seres humanos convierte a la comunicación en un proceso precario.
No hace falta pensar cómo los periodistas distorsionan las declaraciones de los políticos para convencernos de las dificultades con que tropieza la comunicación. En nuestra casa, con nuestros hijos, con nuestros familiares, amigos y seres queridos, también la comunicación resulta difícil y tangencial.
Recuerdo el caso de Pedro, un hombre de cincuenta años que acudió a nuestra consulta decepcionado con su pareja por lo que a nuestro juicio parecía un suceso insignificante. Después de haber tenido la impresión de que su novia había dado muestras de aburrimiento ante la monotonía de los encuentros a que lo obligaban los hijos de su primer matrimonio; habiendo interpretado como evasivas las justificaciones dadas por su novia para no aceptar sus últimas invitaciones, nuestro paciente descubrió que su pareja celebraría con sus compañeros de trabajo el cuadragésimo quinto aniversario de la empresa donde laboraba, sin participárselo a él.
Informado de la celebración por la secretaria de su novia, nuestro paciente experimentó un cansancio repentino, mezcla de abulia y decepción, que su novia, al parecer, no podía justificar. Cuando acudió a nuestra consulta lucía tan decepcionado que sospechamos que podía tratarse de un caso de depresión. Pero, cuando evaluamos plenamente la situación vivida por la pareja, descubrimos que el malentendido condujo a Pedro a vivir un duelo que lo marcó para siempre.
¿Cómo podemos explicar que tantas relaciones amorosas, a primera vista consistentes y maduras, terminen por motivos banales y aparentemente insignificantes?
Esas rupturas se explican por las resonancias profundas que tales motivos suelen desencadenar en la subjetividad de los interlocutores. Cuando, en ese sentido, cuestionamos a Pedro, su respuesta fue tan contundente que lo sorprendió a él mismo: “desde que supe de la celebración, la vi diferente y me dije así no, así no”.
Recomendamos a las parejas que sufren a causa del malentendido que profundicen los motivos del mismo, a fin de evitar rupturas innecesarias y poder identificar la verdadera razón del conflicto.
Por: Dr. Huberto Bogaert García