La Juventud dominicana continúa enfrentando grandes retos en el escenario que nuestra situación socio económica plantea. Quizás uno de las más importante, lo constituye el hecho de que, a pesar de nuestro crecimiento económico, hoy más de la mitad de nuestros ciudadanos conviven en situación de pobreza, miseria y hasta indigencia.
Cabe subrayar que el 63% de nuestra población tiene menos de 35 años, se hace obvio que la juventud hereda grandes desafíos en pos de poder desarrollar una vida mínimamente plena. Lo cual nos empuja a identificar factores determinantes que perpetúan la pobreza, siendo la falta de educación el lastre principal de los desposeídos.
Esta realidad inherente a la mayoría de los jóvenes dominicanos obliga a plantear nuevos paradigmas de solución, siendo la educación un tema ampliamente debatido, donde la sociedad exhibe importantes conquistas que impactan positivamente el nivel medio del sistema nacional de educación pública.
Pero a los jóvenes hay que orientarlos, encausarlos y empoderarlos de la realidad inminente que viven y vivirán si los mismos no acuñan la capacitación como el otro nombre de su libertad económica, política y social.
En ese sentido, abogo por que el estado dominicano, las instituciones públicas, privadas y los sectores empresariales; asuman la capacitación de los dominicanos, en especial los jóvenes como principal motor de la economía, como eje transversal en las políticas públicas, privadas y los modelos económicos.
Hay que apostar por que nuestros jóvenes dominen un oficio, una carrera técnica, ampliando la inversión en las instituciones de educación gratuita, exigiendo al sector empresarial una responsabilidad social orientada a tales fines, para promover la capacitación permanente como un estilo de vida que dotara de nuevas habilidades a la clase baja, que cambiara el Ni por el Si estudian como primer paso de la inserción laboral.
Nuestra clase media aumenta en la medida en que las familias se esfuerzan educando a sus hijos, aportando individuos con ocupación, productivos y capaz de generar bienestar personal y colectivo. Los precedentes abundan siendo nuestros gobernantes de las pasadas dos décadas, ejemplo de que nacer pobre es una circunstancia que todos podemos cambiar, siempre y cuando nos capacitemos.