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8 de mayo 2024
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OpiniónLuis CordovaLuis Cordova

Aquellos polvos trajeron estos lodos

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Según el Profesor Gregorio Doval, en su “Análisis del origen y el sentido de las frases hechas o dichos”, la que da título a este trabajo “parece que surgió como comentario popular de un famoso auto de fe que la Inquisición celebró en Madrid, en 1784, en el que se acusaba a varias personas de brujería -y a las que finalmente se condenó, como no podría ser menos tratándose de la Inquisición-, por haber fabricado y distribuido ciertos polvos de efectos afrodisíacos -frase esta última que, a oídos modernos, no deja de ser un pleonasmo-. Y hablando de oídos, el poco dotado a estos efectos -que no a todos los demás- Francisco de Goya (1746-1828) pintó uno de sus caprichos en que esta misma frase popular y el referente histórico mencionado, que sin duda él conoció de primera mano, dio ese nombre: Aquellos polvos, contribuyendo a la fijación de la frase en la memoria colectiva.”

Aunque para estos días de forzado exilio de la bohemia, se tiene como más cercano el estribillo de una canción sabinera infaltable en las noches de vino, con soledad o en compañía, vale lo mismo si al final, como el flaco de Úbeda, “lo niego todo”.

Pero la realidad salta en el espejo, en los diarios, en las revistas científicas, en sentencias de futurólogos y en las cartas de pitonisas que prueban suerte desde la televisión.

El caso dominicano frente a las crisis del Covid-19 tendrá que verse en contexto luego que la curva de la enfermedad se aplane y cuando baje, pasado el tiempo, la hipersensibilidad que genera el ser parte de la dirección y búsqueda de solución y asiente la cordura en quienes buscaron afanosos rentabilidad política en oponerse a toda medida, cuestionar como oficio principal.

De los días en que se pospusieron las elecciones, extendiendo una amorfa campaña en donde el asistencialismo hizo galas de la carnavalización del discurso, la distancia del concepto y la oquedad de las propuestas se manifestaron como preocupantes señas de hacia dónde proyectamos la democracia en estas horas del siglo 21 dominicano.

Cuando vimos la evolución de lo electoral procuramos, en más de una ocasión, la intercesión de la madre espiritual de los dominicanos, para que en su infinita misericordia “metiera su mano”. Otro recurso no era posible.

Sin tapujos los políticos, de todos los colores y presupuestos, convocaron de manera irresponsable a sus adeptos a actividades masivas, como si la pandemia distinguiera de origen, nóminas o ideologías.

Esa masa, ignorante y al parecer con preocupante vocación suicida, ardorosamente agitaba banderas y olvidaba por instante el peligro, alternando el uso de mascarillas para vociferar a sus líderes. Siempre hay que dejarse ver.

De modo subrepticio los partidos hicieron sobretodo en los últimos días en los que no se tenía estado de excepción, una campaña a la usanza tradicional clientelar y rentista, como saben hacer los más avezados en estos temas.

Ignorando el llamado a cumbres, desechando la oportunidad de oro que daba la cuarentena para hacer una campaña basada en propuestas, pues el encierro del toque de queda garantizaba cierta audiencia o al menos no pasar desapercibido, prefirieron guardar fuerzas para “el último tramo”, en especial para el “día D”.

De esos polvos vinieron estos lodos. Hoy embadurnados y con pocas esperanzas de que quienes nos han lanzado el baldón puedan limpiarnos.

Hay una dolorosa escena en la que los responsables de ayer señalan como irresponsable a los que reproducen en microescena de hoy lo mismo que sus líderes le exigieron hace apenas unas semanas.

Incongruencias. Desfachatez dicen algunos. Al menos una disculpan caería bien, ahora cuando asoman crisis sanitaria, económica, moral y espiritual. Ojalá que las aguas que vengan en esta temporada sean mansas, y que miremos con fe el manto de la Virgen, esperando que los lodos no la hayan alcanzado y nos siga ayudando.

  Por Luis Córdova

 

 

 

 

 

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