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26 de junio 2024
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OpiniónMarcos FlorentinoMarcos Florentino

Semiótica del arte urbano: Símbolos y signos en la pintura mural y en el grafiti

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Dos tendencias pictóricas ultravanguardistas se erigen en los espacios públicos y en algunas salas de arte de las metrópolis, atrayendo la expectación de citadinos y visitantes. Aunque estas obras transfiguren su perceptibilidad como camaleones sobre muros translucidos, sus acordes eufóricos atraen al espectador con magnetismo visual sonoro. Sus creadores son profesionales de las artes visuales, disidentes sociales con habilidades para recrear la disociación en gráficas sediciosas. Como tendencia de la destreza pictórica, estas apologías artísticas también son recreadas por cualquiera que quiera representar sus ideas en una pared con spray o embadurnando con cualquier pigmento a su alcance. A quienes representan este tipo de arte lo puede estimular el beneficio económico de la industria cultural, otros involucran el idealismo insurrecto en sus obras para representar lo inefable, sin importarles el abono económico. Estos intervencionistas de espacios públicos, en ocasiones bajo la ilegalidad oficial o, por encargo profesional; son denominados Muralistas y Grafiteros. Algunos expresan su sentir social a través del pincel y la pintura sin tomar en cuenta el academicismo de las escuelas de Bellas Artes, más, otros entrelazan el canon de la perfección con el ingenio creativo.

La retórica visual de murales y grafitis recrea la expresión social, el sentir religioso; también representan lo que desde la óptica egocéntrica de sus realizadores es la declaración no oficial trasfigurada a sus normas de vida. Asimismo, exteriorizan el sincretismo cultural, recrean la promoción publicitaria, y aspectos orientativos. Muchas de estas obras son recreadas con espontaneidad o sin ninguna temática específica para el discernimiento del espectador, pero moldeadas con el juicio social de su autor.

Múltiples factores pueden avivar el interés que los mueve a exponer sus creaciones. En el caso del grafiti, la principal inclinación podría ser la disidencia social, otras causas podrían ser su rebeldía intrínseca acumulada y transferida a lo que ellos consideran ceguera de los gobernantes ante los problemas sociales -así lo han venido haciendo los muralistas mexicanos desde hace décadas-. Murales y grafitis esbozan la dialéctica de la diversidad multicultural traducida a la retórica políglota y egocéntrica del artista. Estas tendencias del arte urbano forman parte del patrimonio artístico de la ciudad donde nacieron, representan el sentir individual de sus creadores, definen un estilo de vida y la expresión segmentada de la colectividad. Asimismo, promueven productos, bienes y servicios de toda índole para ofertarlos con estética funcional a un público determinado. Pero las inclemencias del tiempo pueden convertirlo en un Dead Art despigmentado, grotesco y sombrío que desaparece sin dejar rastro como si nunca hubiera existido. Aunque con el tiempo se convierten en parajismos visuales, estas apologías pictóricas del arte urbano no pasan desapercibidas, pues su extenso contenido conceptual y sus provocadoras gamas cromáticas invitan a transeúntes y a visitantes de salas de artes a contemplar el lenguaje estructural de estos esbozos parlantes. Ambas expresiones populares introducen un discurso social que puede estar recreando el estilo de vida y el dogmatismo de sus hacedores. Estos movimientos artísticos son Avant Garde que pueden producir estímulos directos al espectador, y que lo invita a involucrarse en los universos interiores del artista, aunque no encuentren respuestas en los mismos ya que, casi siempre, murales y grafitis pueden esbozar contenidos que van más allá de lo que la imaginación puede proyectar y de lo que la vista puede observar.

Murales y Grafitis tienen similitudes con el Storytelling, cuentan historias que convidan a los espectadores a formar parte de los deseos visibles/ocultos plasmados por sus creadores para memorizarles realidades convenientes. Pueden rememorar situaciones sociales de la cotidianidad con las cuales el espectador puede sentirse identificado. Aunque algunos tienen un contenido que sobrepasa el entendimiento cotidiano con sus expresiones populares y líneas ocultas insertadas a propósito en las que el espectador no puede inferir de forma directa; también introducen el lenguaje popular sencillo y cotidiano. Igualmente, expresan realidades que invitan al observador estándar a interpretarlos, aunque se confunda ante el conjunto de símbolos y signos utilizados por el creador de la obra. Pero, por mucha complejidad que estos artistas empotren en sus trabajos, el espectador puede desentrañarla cuando se para frente a la obra a contemplarla y la compara con situaciones de algún contexto social, con alguna vivencia personal o por algún acontecimiento social que involucre a la colectividad.

Los transeúntes pueden tener reacciones impactantes cuando observan estas creaciones si son representadas con exageración.

 Mural de contenido social de Gonzalo Borondo, Tetuán, Madrid. Este mural encarna la posible opresión social a la que son sometidas las clases dominadas. Es el clamor por deshacerse de las ataduras, las censuras e imposiciones y por el intento de los supuestos supremacistas por eclipsar la libertad de expresión a la gente común.

Algunos grafitis podrían calificarse como expresiones vandálicas o rebeldía de personas antisistema que hacen de este arte un pasatiempo temporal. Pero, ¿Dónde obtienen los recursos los Grafiteros para financiar sus creaciones? Es posible que el compromiso con el segmento que representan los guie a autofinanciarse. A pesar de esto, su colorido puede transferir alegría. En ocasiones el espectador lo percibe como la forma decorativa que complementa los espacios vacíos.

Grafitis en Brooklin, New York.

En el mural religioso, su exposición expande sus símbolos para renovar la fe en la espiritualidad convencional, para la glorificación a entidades extraterrenales, para la adoración de fenómenos esotéricos; también pueden ser recreados para la práctica de necromancia.

Factores contextuales, ideológicos y pragmáticos sitúan este tipo de arte en consonancia con el ultravanguardismo y la postmodernidad y, si tomáramos en cuenta el sincretismo cultural que narran estas historia gráficas, estaríamos frente a representaciones a las que el artista adjudica situaciones exotéricas poniendo a prueba su talento en contraste con su consciencia crítica para que el espectador los juzgue de acuerdo a la analogía que interprete en ellos. Como propuesta cultural, son manifestaciones puestas en escena para exaltación de la pureza que su creador ve en el arte o para enaltecer la identidad cultural del sentir colectivo, o de un segmento considerado importante. En ellos está impregnado el olor de la sociedad desde la perspectiva interior de sus creadores.

Mural-Altar para la sacralización de Osain: “Dueño y señor de la naturaleza”.

Los grafitis son, en esencia, prólogos conceptuales de la disociación colectiva y epígrafes visuales sediciosos de la complicidad grupal. Como manifestaciones artísticas inclinadas a la industria cultural son el resultado de la planificación espontánea y de la inmediatez para la obtención de beneficios económicos. Los murales, en su mayoría, sus representantes son artistas con formación en las Bellas Artes o en la Gestión Cultural que cuentan con niveles de formación academicistas. La mayoría de los murales tienen vistosidad sonora, estética medioambiental y retórica apegada a la dialéctica social. Con la práctica los muralistas han alcanzado perfeccionamiento estético y funcional, aunque en ocasiones hacen uso del desorden cromático y de las formas exageradas que obscurecen las urbes. Hay quienes tienen niveles formativos superior a los muralistas estándares y hacen de él el oficio o modus vivendi un apostolado con el arte. Su rol es establecer su estampa para ganar un buen posicionamiento adornando e informando. Muchos intervienen espacios para lograr entornos agradables en fachadas para que los transeúntes se deleiten en los pocos segundos que los observan cuando pasan frente a sus creaciones. Aunque algunos son recreados con significados explícitos, otros van más allá de lo que se observa a simple vista, estos se enclavan dentro de las manifestaciones egocéntricas de sus creadores para denunciar en líneas ocultas y con espontaneidad acontecimientos considerados relevantes.

No existe un arquetipo que reglamente, delimite o trace pauta a los expositores de estas manifestaciones artísticas. Sin embargo, no es lo mismo que un artista del pincel intervenga un espacio para expresar e informar sobre hechos relevantes desde su punto de vista, a que este mismo artista sea contratado para realizar un trabajo de propaganda publicitaria o para la orientación comunitaria. No es igual que un denominado “desorientado social” delimite su territorio haciendo uso de la pintura en spray para establecer fronteras vandálicas manchando paredes, a que este mismo artista sea contratado para adornar espacios, y este introduzca elementos decorativos en su arte, logrando niveles estéticos en las formas y policromía sonora en consonancia con los espacios.

Hay -y siempre habrá- muralistas profesionales que empotran en sus realizaciones la aplicación del canon de la simetría perfecta con composiciones equilibradas y niveles estéticos superiores que son bien aceptados por el espectador como trabajos de alta competencia. Aunque su contenido pueda admitir la difusión ideológica por encargo, cualquiera que sea el objetivo de estos artistas, muchos de los murales callejeros no pasan desapercibidos, ya sea por las molestias que causa el ruido visual o por la estética con que se erigen las imágenes. Para desentrañar los elementos visuales e inferir en los símbolos conceptuales de murales y grafitis -su disertación visual, su dialéctica iconográfica-, habría que profundizar en la imaginación de sus realizadores.

Mural Cubista Prehistórico del artista visual Marko Florentino

Por: Marko Florentino

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