Si algo quedó claro con respecto a la recién celebrada consulta del PLD, fue que se montó toda una estrategia política-mediática para procurar y apostar a un desenlace de división o cisma en base a varios presupuestos fallidos: a) que el ex presidente y líder del PLD tenía e impondría su supuesto candidato/a; y b) que ante la imposición del “danilato” -término de uso corriente de variopinta vocería de redes o periferia mediática- el perdedor correría a los brazos o fila del verde que lo esperaba para ser segundón, obviando que siempre reiteró que no le interesaba ser segundo de nadie. Sin duda, se quedaron con el moño hecho como se dice popularmente.
Ahora, los que quieren minimizar el éxito de la consulta -que, dicho sea de paso, en mi caso, la veía de mucho riesgo y, en su momento, abogue porque se pospusiera- no saben cómo leer o accionar ante un evento político que cambió radicalmente el escenario político y la correlación de fuerzas que, a falta de una definición de un candidato del partido cabeza de oposición, ha puesto de vuelta y media al partido de gobierno y a otros que acariciaban un escenario, temprano, de triple apuesta de cara a 2024.
Tal realidad, reafirma lo que habíamos pronosticado: que, tarde o temprano, la novedad política-electoral, rumbo a 2024, saldría del PLD por múltiples razones entre ellas políticas, generacionales e históricas; aunque, al mismo tiempo, será una lucha entre la derecha salvaje -extractiva hasta la saciedad- y centroderecha -con matices liberales y de poner orden y planificación en alguno asuntos neurálgicos: migración, delincuencia y frontera-.
Vista así las cosas, ya se van perfilando dos polos, más que ideológicos, de diferenciación temática-programática y de clases: uno de orientación oligárquica e improvisación y otro de contenido social, ciudadano y de prioridad nacional con énfasis en la deuda social acumulada que, por múltiples imponderables, pero también ineficiencia, no ha sido eje central de la gestión pública. Y eso ya va teniendo su costo político-electoral; incluso, en el ánimo y entusiasmo del mismo partido de gobierno, además de ciertos incordios oposicionistas internos -Albuquerque-Guido-.
En todo caso, ya el plato, de alguna forma, está servido y será de dos menús: derecha salvaje -sumamente extractiva- o centroderecha con énfasis o matices liberales. Lo demás: ultraderecha, izquierdismo -cuasi inexistente electoralmente- o, un outsider, por lo que se proyecta, tendrá que esperar otra coyuntura. Igual, y por esa misma proyección, se cierra un ciclo político-electoral de tres liderazgos; aunque uno, de los tres, luce con más posible gravitación -post-2024- que los otros dos. Quizás cosa de buen manejo estratégico; y por otro lado, de resignación y ofuscación. El tiempo dirá.
Por: Francisco S. Cruz
