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22 de junio 2024
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OpiniónMiguel ColladoMiguel Collado

¿Se conocieron Eugenio María de Hostos y Juan Pablo Duarte?

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A Don Jorge Tena Reyes, hostosiano y duartiano admirable.

 

No tenemos la certeza de que Eugenio María de Hostos y Juan Pablo Duarte se hayan conocido, a pesar de haber sido contemporáneos y de coincidir en sus ideas libertarias y en su visión ético-moral: el primero vivió entre 1839 y 1903 (vivió 64 años y 7 meses) y el segundo de 1813 a 1876 (vivió 63 años y 5 meses).

Hostos y Duarte viajaron fuera de sus países para continuar sus estudios académicos, visitando, incluso, casi los mismos países y ciudades: New York, Barcelona, París, Londres, etc.

Pero, hasta donde sabemos, nunca coincidieron, nunca se conocieron, pues durante la primera estancia de Hostos en República Dominicana ―de 1875 a 1876― Duarte se hallaba en Caracas, Venezuela, desterrado. En 1877 Hostos viaja a ese país suramericano, donde casaría con la cubana Belinda Otilia de Ayala, pero ya Duarte había fallecido 15 de julio de 1876.

 

Duarte vino a la vida, en la zona colonial de la ciudad de Santo Domingo, específicamente el día 26 de enero de 1813, es decir, 26 años antes que Hostos, quien nació, en Mayagüez (Puerto Rico), el 11 de enero de 1839. Al transcurrir el tiempo ―y por sus grandes aportes al país―, el prócer puertorriqueño sería considerado tan dominicano como el propio Duarte. Ninguno murió en su patria natal: Duarte cerró sus ojos por última vez en Caracas, Venezuela, el 15 de julio de 1876; mientras que Hostos falleció, en el sector de San Carlos de la ciudad de Santo Domingo, la noche del 11 de agosto de 1903.

El pensamiento pedagógico de Eugenio María de Hostos estaba atravesado por las mismas ideas políticas libertarias que animaban al patricio. Eran dos idealistas, dos abanderados de la causa patriótica de sus respectivos pueblos: Puerto Rico y República Dominicana.

El insigne intelectual dominicano Federico Henríquez y Carvajal, entrañable amigo y colaborador de Hostos, en su discurso leído, en su condición de Presidente de la Junta Erectora, en la inauguración del monumento a Juan Pablo Duarte el 16 de julio de 1930, cita las siguientes palabras del humanista puertorriqueño referidas al patricio:

«Cuando el Cibao, a quien estaba encomendada la restauración de la independencia, hizo los prodigios que hizo, Duarte se presentó a ocupar su puesto. Parece que en aquel momento dió comienzo su agonía. Parece que, desde aquel momento, volvió a ver de cerca la ingratitud que lo había desterrado hacía ya veinte años. Parece que, desde aquel momento, vio la incompatibilidad que había entre él i los otros, entre los nuevos i los viejos organizadores de la defensa de la patria. Parece que, desde aquel momento, se condenó a muerte en el destierro.

Indudable es que Duarte se desterró otra vez, que otra vez se fue a vagar hambriento i solitario, solitario i hambriento, por campos tan impróvidos como éstos, i como casi todos, para la abnegación i el patriotismo. Pero también es indudable que la patria le debió un último servicio: ¡el de morir lejos de ella, quitándole de encima el peso del remordimiento!»

Hostos dejó evidencias en su obra intelectual de la admiración y el respeto que le inspiraba la figura histórica del patricio. En nuestro libro Visión de Hostos sobre Duarte, publicado en el 2013 bajo el auspicio del Archivo General de la Nación, reunimos varios textos del inmortal autor de Moral social referidos a los tres padres de la patria dominicana, pero haciendo énfasis en Duarte. En «El municipio de Santo Domingo» ―o «La repatriación de las cenizas de Duarte», como es posible titular este breve artículo― Hostos trata sobre lo que fue el interés de la Ciudad Primada de traer a República Dominicana los restos de Juan Pablo Duarte: «Hacía ya muchísimo tiempo que Luperón y otros patriotas pedían a la opinión pública la repatriación de las cenizas de Duarte. Predicaban en desierto», dice Hostos.

Los restos de Duarte fueron trasladados a suelo dominicano en 1884, irónicamente, bajo el régimen de Ulises Heureaux, hijo, quien lo declaró Padre de la Patria junto a Francisco del Rosario Sánchez y Matías Ramón Mella.

Queda pendiente, para una posterior y más exhaustiva investigación, rescatar un texto dramático que Eugenio María de Hostos escribió en Chile alusivo al retorno de Juan Pablo Duarte a su patria en marzo de 1864, conforme al dato que el historiador Emilio Rodríguez Demorizi registra: «Allá [en Chile] escribe la comedia infantil La llegada de Duarte, no a Chile naturalmente, sino a la patria distante. Sus hijos juegan, bélicamente, a dominicanos y haitianos, y él se emociona como un niño cuando el mayor de ellos, victorioso, le muestra con el índice, en la rama más alta de un olivo, la bandera de Duarte».

A esa pieza teatral infantil hace referencia Hostos en carta dirigida al editor del periódico El Teléfono, desde Santiago de Chile, en fecha 23 de septiembre de 1890, año en que suponemos escribió la citada comedia. Se lamenta él de no haber podido, debido a problemas de salud que le aquejaban, hacer la representación de «La llegada de Duarte», comedia infantil animada por recuerdos cariñosos y por aclamaciones de dominicanitos* que no hubieran dejado de tener eco entre los espectadores. En esa misiva hay mucho amor puesto de manifiesto hacia la patria de Duarte: «He pasado indispuesto las fiestas patrias [chilenas]. Por consiguiente, no he podido tomar en ellas la parte que deseaba, y que hubiera hecho tomar a nuestra Quisqueya y su bandera».

Finalmente, de haberse conocido y tratado, estamos plenamente seguros de que Duarte y Hostos hubieran sido verdaderos amigos, soldados de una misma tropa libertaria.

 

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*Hostos se refiere a sus niños, nacidos, los primeros cinco, en la ciudad de Santo Domingo: Eugenio Carlos en 1879, Luisa Amelia en 1881, Bayoán Lautaro en 1882, Rosalinda (1884) y Adolfo José de Hostos Ayala en 1887. Los otros dos nacieron en Santiago de Chile: Filipo Luis Duarte en 1890 y María Angelina de Hostos Ayala en 1896. Rosalinda murió a los pocos meses. Fue Adolfo José quien ―en 1938, en San Juan, Puerto Rico― contrató los servicios del ilustre Juan Bosch para la compilación transcripción, compilación y supervisión editorial de las obras completas de Eugenio María Hostos.

 

Por Miguel Collado

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