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26 de abril 2024
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OpiniónRamón SabaRamón Saba

Rafael Román Féliz

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Nació el 4 de agosto de 1987 en Los Mameyes, provincia Santo Domingo Este.

 

Poeta, cuentista y psicólogo. Posee una licenciatura en Psicología por la Universidad Dominicana O&M; completó una maestría en Psicología Clínica en la Universidad de la Tercera Edad; es especialista en Modificación de Conducta; técnico en Formación Mitológica por el Instituto Nacional de Formación Técnico-Profesional (INFOTEP) y terminó el diplomado en Habilitación Docente. Ha sido suboficial de tránsito de la Policía Nacional; formó parte del Cuerpo de Seguridad Presidencial en calidad de terapeuta, también realizó esa misma labor en el Centro de Servicios de Salud Mental Calma Alma y se desempeña como docente en la Universidad Dominicana O&M, donde Imparte tres materias.

 

Rafael Román Féliz tiene en su haber bibliográfico los siguientes títulos poéticos: Diccionarios Para Occisos, Palindromía del Insomnio, Brevedad del infinito e Insonoro Verbo. Ha sido conferencista en diferentes oportunidades y espacios, tales como la ponencia denominada “Proceso creativo de mi mundo literario, Espacio la Boardilla de la Poesía” en la Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2016 y “Todo sobre Brevedad del Infinito” en la Feria Regional Del Libro de la Romana 2019, entre varias más ofrecidas a en diferentes universidades dominicanas.

 

 

A pesar de su corta edad, Rafael Román Féliz ha sabido ser reconocido y premiado en varios escenarios importantes, como por ejemplo haber obtenido el premio Poesía Joven de la Fundación Cultural Lado B en el 2016 por el libro Diccionarios Para Occisos; premio Poesía Joven de la Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2016 por el poemario Brevedad del infinito; premio Poesía Joven de la Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2017 por su obra Palindromía del Insomnio y premio Poesía Fundación Global Democracia y Desarrollo (FUNGLODE) 2019 por el poemario Insonoro Verbo.

 

Desde hace algún tiempo, Rafael Román Féliz hace filas en el Movimiento Interiorista que lidera el escritor Bruno Rosario Candelier, director de la Academia Dominicana de la Lengua, y es un asiduo participante de los talleres literarios que se ofrecen en nuestro medio, incluyendo los que dicta quien suscribe este artículo.

 

El escritor Bladimir Ramos considera que Rafael Román Féliz en su lenguaje poético, apunta que solo somos la representación de la esencia que hay en el más allá de nosotros, en el más allá de nuestras sombras; de nuestras apariencias. Somos la apariencia de lo que deberíamos ser, pero esa sombra deja de ser figura en ese mundo que él desarrolla en su poesía, y lo hace a través de una voz poética que expresa verdades metafísicas y verdades divinas. Posee entre sus mares imaginativos la maestría de hilvanar una idea capaz de despertar lo que auscultan las cosas que sólo se les revelan a los seres con la capacidad sensitiva de dialogar con la magnificencia de un árbol o la sonrisa y la mirada de un niño acabado de nacer. Cuando uno lee un poemario capaz de estremecernos y tornarnos atónitos, debido a los espasmos que crean sus imágenes, sabemos que estamos frente a un poeta que ha sido capaz de despertar los pactos sensoriales que descansan en lo más profundo de nuestro ser. En su poesía hay un argumento de la estética que se explica con la voz íntima del autor; es una reclamación que potencializa la organización de un mundo desarticulado, un mundo permeado de desórdenes y de dudas filosóficas y hasta dudas triviales. Su poesía es manifestada a través de una expresión que desvirtúa el lenguaje estándar que muchos poetas sin profundizaciones filosóficas utilizan para la gestación de su obra.

 

El poeta José Angel Bratini opina que Rafael Román Féliz nos ha dado su alma, no sus escritos; nos ha dado su tiempo, no sus horas. Qué decir de su poesía, sino que parece aguas onduladas, un Van Gogh nocturno vuelto peces, sonido de río escondido entre sus peces, manifiesto en lo agudo del viento que fluye en su pensamiento, el de la tristeza con una escondida ventana a una esperanza, la cuerda de la que pende entre el dolor y la alegría, aunque sea breve esta última asoma muy tímida en la bruma de su atmósfera como un latido escaso, que por qué no, duele también dejarlo manifiesto por la sola sensación de esfumarse.

 

Finalmente, el poeta León Féliz Batista asegura que en el poemario Diccionario para occisos de Rafael Román Féliz hay muchos peces, el agua abunda, las aves van y vienen. Uno tiene que pensar que los cuerpos exánimes, los restos, los despojos de ese lector extraño proceden de un naufragio. Las gotas se disipan sobre las hojas, la lluvia no alcanza los desiertos, una ola se extiende apenas sobre la arena u ora cuando la pleamar subyace. Es singular que siempre se coloca en el contraste una ciudad. Es como si dijera que sí, que el poema ha zozobrado, pero que en cambio queda quien procura, desde tierra, un asidero al náufrago. He aquí como el proceso hacia la claridad interviene en el afán disolutivo propio de su discurso amplio, en líneas amplias, en cascada. La semilla semántica sembrada por este poeta fructificará, se expandirá, continuará pariendo poemas de gran factura.

 

Concluyo esta entrega de TRAYECTORIAS LITERARIAS DOMINICANAS con un poema en prosa de Rafael Román Féliz:

 

Insurrección

 

Días vociferan gastados desde lejanas latitudes. Calendarios vacíos peregrinan sin vida, el mar se repite tantas veces su estruendosa oquedad, esperando la ciudad que venga hacia él. Los mismos pájaros de siempre recorren el cielo hecho de cadáveres. Estatuas con ojos de cemento vigilan, no verán jamás la tierra. Estas estatuas profundamente dormidas en su alquimia de bronce y utopía, profundamente incógnitas en las sombras del cosmos, eternamente ahogadas en un desierto de naipes esparcidas, carcomidas por siglos y siglos de segundos.

 

Cualquier día como hoy se puede morir. El cielo apenas es un reloj que se escurre, las aves seguirán en sus kamikazes saltos al agua acechando los peces que charlan en tertulia. Una tímida columna de ángeles brota en las vísceras de un sol tenue y cobrizo. Esta especie agresiva que involuciona y cuestiona, se sumerge en ese mar de prisa, ese mar acostado sobre el horizonte con sus alas de agua y espuma envejecidas.

Por Ramón Saba

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