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20 de mayo 2024
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OpiniónFrancisco Rafael GuzmánFrancisco Rafael Guzmán

Ningún candidato o partido representa el cambio necesario

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“… A la Naturaleza no se le puede engañar durante mucho tiempo, y al menor accidente despierta con energía muy semejante a la locura…” (Balzac)

Cuando comenzó la pandemia de la COVID-19 pensamos que la humanidad iba a ser más realista y que se despertarían las fuerzas sociales motrices principales y dirigentes del cambio social estructural que urge realizar, pero no fue así. En ese momento llegamos a pensar que los jóvenes y las mujeres dominicanos, al igual que los jóvenes y las mujeres de otros países iban a eclosionar como fuerzas sociales centrípetas y a la vez motrices del cambio social,  cada quien en su territorio, entendiendo el grito de la madre naturaleza. Pesamos que los jóvenes y las mujeres se enfrentarían al gran capital, convirtiéndose en las fuerzas sociales motrices principal del cambio revolucionario, con el fin de salvar la vida en el planeta. ¿Por qué he llegado a pensar así? Lo pensé porque llegué a presenciar en dos ocasiones los escenarios de la Marcha Verde y llegué a notar la presencia masiva de jóvenes y mujeres, aunque cuando dije presente no me hice muchas ilusiones, pues vi mucha desorganización y vi a personas que ansiaban el poder y muy fanáticos, pero también la presencia de perremeistas.

A estos últimos los vi como lo que querían ser y los que son realmente: pescadores en río revuelto. Tal vez quien escribe no hubiese pensado lo mismo si el candidato del PRM en el 2020 y el hoy presidente no fuera Abinader si no  que fuera Tony Raful o talvez otro que no representara los intereses del capital financiero y del gran capital. Siendo esa fracción de la clase burguesa la que tiene más conciencia de clase para sí, resulta ser que es la que hoy día tiene el control del poder político en la República Dominicana. Es esa misma  fracción o porción de la clase burguesa, precisamente por su nivel de conciencia de clase para sí, la más depredadora del medio ambiente y de los recursos naturales no renovables.

Los que les prestamos atención al discurso político del presidente Abinader nos damos cuenta de que se vale de la posverdad y busca que la población le crea aunque no sea coherente su discurso, es decir, se maneja sustentado en que la población crea en él. Es por eso que con el manejo de las relaciones con Haití y  de la crisis haitiana puede que algunas veces dice una cosa y luego otra que no se corresponden. En ese tenor, su discurso es como si fuera inestable en la política que no sería lo mismo que decir versátil o resiliente en las acciones, lo que no parece propio de un jefe de Estado. No se puede hablar de éxito político en el manejo de la crisis haitiana porque no se puede decir que lo ha tenido, pero lo del muro lo que parece más que nada es una inversión pública para beneficiar a empresarios. En la oposición tampoco parece haber una posición muy definida con respecto a ese tema, ya que una posición muy justa es difícil asumirla; la realidad es que aquí tenemos empresarios que quieren contratar  a muchos haitianos con status de ilegales para explotarlos de la peor manera, pero una élite que ha dirigido el Estado en Haití quiere vivir macerando y esquilmando a los criollos  de su país que emigran a otros países.

Existen diferencias culturales entre haitianos y dominicanos que son una barrera para fusión de las dos culturas, salvo que se cree una situación de entropía social, pero somos dos países hermanos y no podemos impedir la migración ordenada y controlada de uno hacia el otro. Eso no parece estar en la agenda de Abinader. Del dicho al hecho hay un gran trecho, porque no es verdad que Abinader se haya manejado bien con el tema de Haití, aunque así lo piensen Pelegrín y Vinicio Castillo Seman. Por otra parte, el actual gobierno del Partido Revolucionario Moderno (PRM) mantiene intacto el modelo neoliberal con que se rige la economía dominicana, desde hace 40 años, por lo que la inflación ha crecido tanto y se deteriora el salario real de los trabajadores asalariados. Además de subir de precios los alimentos, la inflación de los precios de los alquileres de las viviendas es tan alto, situación que genera un malestar no sólo a los que ganan salarios mínimos, sino también a las familias que ganan menos de RD$ 75,000 pesos, pues por concepto de  los alquileres de apartamentos de dos habitaciones se pagan hasta más de RD$ 25,000 en zonas céntricas de La Capital.

De igual manera, en los candidatos y en los partidos que lleva la oposición está ausente el discurso anti-neoliberal que la sociedad necesita aquí y en todo el mundo, porque ya no se puede vivir ni va a ser posible la vida en la tierra, si no se destruye el modelo neoliberal; debe barrerse con los grandes capitales y se deben poner reglas en el orden  económico por parte de ese órgano regulador que debe ser el Estado. Entonces, debemos pensar en cambios en los paradigmas. Primero: ¿Qué entendemos paradigma? Este concepto entendemos que se aplica a las ciencias como a oficios o profesiones, pero también en el ejercicio práctico de la política. Para el científico social argentino recientemente fallecido Ezequiel Ander-egg, en su obra: Técnicas de Investigación Social (1985), paradigma: es un conjunto de postulados y supuestos, métodos, campos de trabajo, esferas específicas, naturaleza, limites, problemas, etc., que comparten los investigadores de una determinada comunidad científica.  Pero no tiene que ser la única posible, porque además porque el concepto de paradigma no sólo se aplica a la ciencia. Si lo aplicamos  a las ciencias puras podríamos pensar que se produce una revolución científica, cuando eclosiona una teoría científica nueva, con la que se hacen grandes aportes que acrecientan el conocimiento, ej.: Albert Einstein en la física provocó eso con su teoría de la relatividad; en tal sentido, el paradigma de la política y la economía comenzó a cambiar en el mundo con la crisis de la deuda, la que provocó el achicamiento del Estado, la desregulación de la economía y apertura de los mercados.

Sin embargo, se hablaba de liberalismo, antes de que se hablara de neoliberalismo y de que este último se pusiera en práctica en la esfera de las esferas de la economía y de la política, como actividades prácticas. Si al viejo liberalismo del siglo XIX de pensadores como Herbert Spencer, Stuart Mill  y otros le molestaba que el Estado fuera propietario de empresas como los ferrocarriles, el cobro de impuestos y consideraba que el individuo era el que creaba y hacia aportes a la ciencia (algo también planteado por Albert Einstein) y no el Estado, al neoliberalismo les molestan las regulaciones estatales.  Ahora bien, hubo un cambio de paradigma al hacerse hegemónico el neoliberalismo, ya que en muchos países no existía la liberalización de precios y las importaciones estaban retringidas, sobre todo a partir de los años de 1980. Esto arrojó como consecuencia de que pasáramos de una sociedad más estable a una menos estable, en lo que se refiere a la estabilidad que no hace daño a la salud y la inestabilidad que sí hace daño a la salud de los individuos (para ilustrarse véase la película: Mi Tío de América); los cambios en la gerencia de las empresas, lo que se puede entender como Capitalismo Flexible, que tantos daños  han provocado en los trabajadores, se venían produciendo en Francia al parecer en los años de 1970. Pasamos de la modernidad dura a la modernidad líquida (Bauman), pero con poco se vuelve gaseosa.

Con la vigencia del neoliberalismo tenemos amenazados los ecosistemas, porque se pretende la explotación voraz de los recursos naturales sin ningún tipo de controles que la limite; eso es lo que está pasando ahora más que nunca con Luis Abinader, pero ocurría antes con Danilo y con otros anteriores.  Termino de convencerme de que la madre naturaleza está mandando señales de que ya está bueno, de que no mas desordenes en los ecosistemas y de la necesidad de un aprovechamiento racional en el uso de la mano humana al trasformar fuerzas de la naturaleza, para evitar la entropía natural y así con ello evitar la entropía social y el colapso de la vida, al leer pausadamente el libro: Historia Humana y Comparada del Clima (1,080 PP.) de la autoría de Emmanuel Le Roy Ladurie. Excelente obra por la temática misma, aunque reiterativa y repetitiva en su discurso al servirnos los datos del clima, sobre todo en Europa (parece etnocentrismo del autor, pero creo que es difícil manejar datos del clima del planeta entero). En ella se habla de una Pequeña Edad de Hielo que abarca de los inicios del siglo XIV hasta 1860 o 1859, pero también del calentamiento lento (aumento por anu en decima de grado Celsius de la media aritmética de la temperatura del planeta) y progresivo (constante) en el siglo XX, pero que en los últimos años (siglo XXI) no parece ser tan lento. Creemos que es la mano humana la que está provocando el calentamiento global del planeta y el efecto invernadero y no los calores internos que provienen del centro de la tierra y ni las manchas solares, pero no parece que habrá una nueva pequeña edad de hielo, como escribiera una columnista del New York Times, aparecida hace varios años en el suplemento sabatino del Listín Diario.

Entonces el cambio social estructural, sistémico, es necesario, para salvar el planeta y salvar la vida en el planeta, creando mejores condiciones de vida para los habitantes de cada país, con regulaciones a la economía por parte del Estado y límites  a la propiedad privada sobre los medios de producción. Es necesario un cambio social, una revolucion social, que erradique la gran propiedad y los bancos privados, lo que implica un cambio sistémico porque enterraría el neoliberalismo o capitalismo salvaje y pondría límite a la propiedad privada de los medios de producción, quedando vigente en la sociedad durante un tiempo un capitalismo residual.  Para producir ese cambio debe haber una alianza de sectores y clases sociales diferentes, pero entre los cuales no entrarían los grandes propietarios y los dueños de los bancos. Deberán ser expropiados los depósitos de dinero en los paraísos fiscales, eliminadas las AFP y las ARS  y eliminarse las bancas de loterías o de apuestas. Los bancos deberán ser estatales y el Estado debe poner controles al cambio de las divisas extranjeras a través del Banco Central y regular los precios de los productos en el mercado local, pero además deberá restringirse las importaciones suntuosas.

En consecuencia, el cambio social debe ser estructural.  Un cambio social así que es el necesario, no lo va hacer el PRM y ninguno de los que están en la tómbola  porque son cáscara  del mismo palo. Nos pueden decir nihilistas, pero no importa porque no es así, escépticos con las ofertas y el orden económico actual sí, basado este último en un capitalismo salvaje y flexible para los grandes propietarios, generador de tantas desigualdades e iniquidades.  Es un capitalismo tan depredador, el que tenemos con Abinader, que pretende pasar al capital privado todas las áreas públicas que le quedan al Estado, a través de las llamadas Alianzas Público-Privadas, lo que no es más que timar los recursos estatales a la sociedad en general y eso sencillamente es corrupción. Lamentablemente en nuestro país casi no hay organizaciones de la sociedad civil con una gran conciencia social, sobre todo entre los jóvenes y mujeres que deben ser la levadura de los movimientos sociales, sobre todo si no están contaminados por influencia de poderes extranjeros. Esa es la diferencia con el pasado de los años 80, porque el neoliberalismo se encargó de acabar con las organizaciones de la sociedad civil que representaban los intereses de los sectores populares.  De igual manera, es corrupción no evitar la depredación y el pillaje de los activos ambientales constituidos por recursos no renovables, cuando esa depredación amenaza la existencia de la vida.  Ningún candidato representa el cambio social necesario porque no se presentan con un discurso de combate al neoliberalismo.

Por: Francisco Rafael Guzmán F.

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