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13 de mayo 2024
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OpiniónFrancisco Rafael GuzmánFrancisco Rafael Guzmán

Mercado, autoridad, libertad y libertinaje en medio de pandemia del coronavirus

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En la sociedad capitalista el tiempo de ocio y el consumo tienen un valor muy grande para la clase dominante, sobre todo después de los avances y logros de la Revolución Industrial europea, porque todo se convierte en mercancía. De ahí la fuerza que tiene la institución del mercado en la sociedad capitalista, la cual para ponerse en práctica -como reglas y normas que la definen- tienen que aparecer un demandante que compra y posee un medio de cambio para adquirir un producto o servicio y un ofertante que vende el producto o servicio, estando dispuesto a enajenarse de  el a cambio de dinero. De ese modo muchas actividades deportivas profesionales se convierten en negocio, luego de que el Barón de Coubertine promoviera el renacimiento de las olimpiadas, aunque estas no constituyen un negocio, pero estimularon a que nacieran los deportes profesionales.

Por eso tenemos a muchos ciudadanos que como consumidores que no quieren renunciar al consumo inmoderado, como si este fuera un desiderátum para ellos, es decir, un deseo insaciable. No quieren la abstinencia y ni la moderación. Tenemos también una parte de los sujetos sociales, una minoría privilegiada que vive del lucro, esto es, una burguesía comercial y de servicios, que quiere ganar más y más. Por eso hablan de abrir el turismo, por Dios, pero si aquí en República Dominicana ese fue el foco inicial de la trasmisión del COVID-19. Estos grupos empresariales son estimulados por el capital financiero, que es el hegemónico y el que saca las grandes tajadas, como mafia organizada.

Con el avance de la publicidad, el capitalismo ha logrado inducir a los ciudadanos a consumir y a asociar el consumo con el placer. La imposición del modelo neoliberal en la economía de casi todas las sociedades, a partir de los años 80, lo que implica que la economía no está regulada y se rige por la ley de oferta y demanda, ha significado una dictadura del mercado. El mercado decide, no sin que la sociedad política lo permita, como nos lo  deja ver el economista de Columbia University y premio Nobel de la economía (2001) Joseph E. Stiglitz en su obra: El Precio de la Desigualdad.

Bajo el neoliberalismo, modelo de capitalismo salvaje que hoy rige el mundo, el mercado se convierte en dictadura, pero no sin la aquiescencia de la burocracia gubernamental y el parlamento, porque responden a los intereses de una clase que el lucro es lo que cuenta, pero sobre esto se torna en un afán gangsteril en su fracción hegemónica que es la burguesía financiera. El mercado impone y los ciudadanos no deciden, bajo el modelo neoliberal del capitalismo impuesto desde los años 80 en casi todo el mundo, pero resulta que ese modelo es inviable hoy en día con la eclosión del COVID-19. Ahora bien, Danilo no puede dar un giro –y para ello le quedaría menos de un mes- y propiciar un cambio sistémico rompiendo con el neoliberalismo por estar atado a grupos de poder y Abinader tampoco porque es un empresario y fue cooptado por la cúpula empresarial. Al pan pan y al vino vino.

El manejo de la crisis sanitaria, con el neoliberalismo vigente, no podemos esperar que no haya una crisis de autoridad, porque la Salud Publica se maneja como si fuera un negocio, por lo que tenemos casi todos los servicios de salud privatizados, aunque se hable de hospitales públicos. La pérdida de autoridad del presidente Medina y las demás autoridades es muy evidente. No puede ser de otro modo, ya que tienen que hacer las cosas de la peor manera, para satisfacer los intereses de ese grupo financiero gangsteril. Es por eso que las vituallas o insumos no aparecen en los llamados hospitales públicos que ya tienen poco de públicos.

Ahora bien, libertad y libertinaje no son las mismas cosas, un concepto como el de libertad no debe confundirse con el libertinaje. Muchas gentes asumen el concepto de libertad de manera individualista y el mismo modelo económico vigente ha inducido a ello en muchos sujetos sociales, especialmente en los jóvenes, que es lo peor del caso. Vivimos en sociedad y no podemos pensar que el individuo está por encima de ella, compartimos con otros sujetos sociales (personas) y tenemos que tener en cuenta los intereses colectivos. La Salud Publica es un asunto de todos los ciudadanos, por tanto debemos respetar el derecho a la salud propia y a la ajena. El COVID-19 es una realidad y nos amenaza. Libertinaje es hacer todo lo que nos parezca, pero no es eso la libertad, ella es hacer lo correcto viviendo en sociedad, sin coartar el derecho de otros que no han hecho daño  a vivir, al igual que no hacernos daño a nosotros mismos. La crápula son los individuos dados al libertinaje. Ahora bien, si los jóvenes caen en el libertinaje es porque han sido inducidos a ello. El que es digno no puede ser dañado, porque no hace daño a otros.

Hay jóvenes que no usan las mascarillas y no ponen distanciamiento, tomando por excusa la falacia de que a los jóvenes no les mata el COVID-19, lo que no es verdad. Son menos vulnerables, pero algunos mueren también. Eso se puede entender como un libertinaje y debió de orientarse mejor a todo el mundo, porque también hay adultos que no se las ponen y no ponen distanciamiento porque creen que esto  es un relajo, lo cual no es. Los organismos locales e internacionales de salud aparentemente se han manejado con mucha incertidumbre, lo cual resulta contraproducente en el combate a la pandemia. El autor ha sido informado de que en una familia nuclear del municipio de Moca todos tienen el COVID-19, como consecuencia de que al parecer no usaban las mascarillas porque no creían en la veracidad de la pandemia, cuántos casos  así deben haber en el país y en el mundo, por la estulticia de no creer en la realidad de la enfermedad.

Ahora bien, si por motivos politiqueros se reabrió el país, culpa que les cabe al oficialismo y a la oposición electorera, que se sepa que primero está el derecho a la vida de millones de seres humanos dignos. El interés  de una minoría de multimillonarios que se engullen las riquezas a través de empresas de servicios y de las mafiosas organizaciones financieras, no puede estar por encima del interés social de la mayoría. La destrucción del modelo neoliberal es salida para enfrentar  la pandemia, pero a las vez para redistribuir el ingreso y crear una sociedad más justa y menos desigual. La deuda externa no se puede pagar, los paraísos fiscales deben desaparecer y las ARS y AFP privadas, y la banca tiene que ser estatal, debe haber control de precios y el gobierno tiene que eliminar  el negocio privado del dólar.

Francisco Rafael Guzman F.

 

 

 

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