No hay dudas de que la transparencia es una fuente poderosa de fortaleza. Y, sobre todo, en la democracia lo es mucho más, pues las acciones de los funcionarios públicos están cada vez más expuestas a las consideraciones de la opinión pública.
Lo es también para quienes ejercen roles importantes en la sociedad, bien como líderes políticos, empresarios, comunicadores, sacerdotes y dirigentes en sentido general. La gente nos reclama tanto que en ocasiones ni siquiera quieren escuchar la verdad, si no lo que desean oír.
Tenemos que comprender aún esas posturas extremas, pues son parte de las frustraciones colectivas que se acumulan y generan este sentido de desapego con las instituciones. Demandan más claridad.