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2 de mayo 2024
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OpiniónFitzgerald Tejada MartínezFitzgerald Tejada Martínez

«Las encuestas pueden confundir a la mente, pero jamás al estómago de la gente» 

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Para ilustrar mí siguiente análisis, me permito citar un acontecimiento que aunque su origen es de principios de la década de 1990 —atribuido al dramaturgo serbio-estadounidense, Steve Tesich—, no fue sino hasta el año 2016, cuando el término «posverdad» o mentira emotiva, tomó notoriedad, en medio de las turbulentas y polarizadas elecciones presidenciales de los Estados Unidos (EEUU), donde resultó electo el magnate Donald Trump.

La era de la posverdad, define un fenómeno sociológico que revela el drama perturbador que afecta a la política global, en el presente siglo XXI, provocando que los hechos objetivos tengan menor relevancia que las apelaciones a emociones o creencias falaces, toda vez que su nefasta influencia intenta forjar una idea, incurriendo en manipulaciones para distorsionar determinado razonamiento.

Sin más preámbulo, pasaré a poner esta deducción en contexto, a la luz de los pronósticos de las elecciones del próximo año 2024, presentados por varias encuestadoras de opinión pública: primero, examinando cómo opera en estos casos, el neologismo de la posverdad; y, segundo, exponiendo con claridad meridiana, la realidad de las acciones «neutrales» de los auspiciadores económicos de dichos resultados de impacto político.

En la práctica, la mentira emotiva (aplicada en el manejo inescrupuloso de la información), se corresponde con un esquema de perversión que contrasta con preceptos que motorizan la objetividad. En muchos casos, utilizando a las encuestas como un instrumento de persuasión para corromper a la imparcialidad, por medio de historias construidas con argumentos falsos (ad logicam) que son forzados a encajar dentro de la psique emocional de los individuos.

En tal sentido, previendo la prostitución de la dinámica que caracteriza el proselitismo político en República Dominicana, la Junta Central Electoral (JCE), llamó a todas las empresas que realizan sondeos de opinión con fines electorales, las cuales fueron acreditadas debidamente de acuerdo con las normas, criterios y parámetros técnicos que rigen a una correcta medicion científica, necesaria para garantizar un proceso objetivo y veraz, acorde con cada resultado arrojado por sus respectivos trabajos de investigación.

No obstante haber comprometido su prestigio por ante el órgano comicial, para implementar un ejercicio diáfano de consulta ciudadana, algunas firma encuestadoras estarían actuando por conveniencia propia, a contrapelo de las normas que rigen el código de la ética profesional, publicando informaciones de procedencia dudosa, con cifras estadísticas poco confiables y, a las pruebas me remito:

Irónicamente, a juzgar por los resultados de las últimas encuestas, la población dominicana se siente feliz de la vida, gracias al eficiente manejo administrativo del gobierno encabezado por Luis Abinader. Por ende, más que complacida, la ciudadanía está inmensamente agradecida del Partido Revolucionario Moderno (PRM). Esto demuestra —sin ningún margen de error—, por qué, la presente gestión perremeístas, marca entre 45, 50 y, en algunos casos, hasta 60% de popularidad.

Empero, esa visión surrealista del panorama nacional, presentada capciosamente a través del lente abstracto de las encuestas, no impide en modo alguno que podamos hacer nuestras propias consideraciones, respecto de varias imprecisiones que a simple vista, lucen bastante borrosas, por lo que provoca suspicacia en nuestra imaginación, puesto que si hurgamos dentro de las entrañas de la población, donde convergen los distintos estratos sociales, encontraremos un escenario desolador que contrasta rotundamente con las conclusiones arrojadas por dichos estudios de campo.

A decir verdad, la gente de a pie no siente ninguna mejoría en su situación. Así pues, contrario a lo que dicen esas encuestas, la calidad de vida de los dominicanos, ha experimentado un deterioro bastante considerable, en comparación con años anteriores, es decir, si acudimos a la métrica de medición de los índices de pobreza y desigualdad, veremos que, a partir del año 2020, aumentó en niveles alarmantes. Por tanto, el gobierno de Luis Abinader, tiene a la clase media pasando trabajo, mientras que, la clase baja, ¡se está cayendo a pedazos!

Sin embargo, en vez de hacer un «mea culpa» reconociendo sus errores, producto de la falta de planificación en el diseño e implementación de políticas públicas eficientes que contribuyan a mitigar y combatir los efectos negativos de la crisis que nos afecta, el gobierno del PRM, ha preferido apalancar sus esfuerzos en una aviesa campaña de desinformación, con encuestas mediatizadas y propaganda superflua, para distraer la atención de los principales problemas nacionales.

Un estudio objetivo, en materia de simpatías políticas e intención del voto, debería sostenerse necesariamente de agregados que inciden circunstancialmente sobre diversas variables sociales y económicas, tales como: la salud, la educación, la alimentación, la vivienda, la ocupación laboral, el acceso a tecnología, el hábitat, etc., observando cómo influyen los actores políticos, en cada uno de estos conceptos, asociados a un universo de personas con características distintas, para evitar caer márgenes de errores que restan objetividad.

A este respecto, el criterio utilizado por varias empresas de sondeos políticos, para medir la valoración de la población, con respecto al desempeño del presidente Luis Abinader y su gobierno, genera mucha suspicacia, porque adolece de elementos fidedignos que comprueben su aseveración, ya que no existe actualmente ninguna variable socioeconómica que favorezca una percepción positiva, lo cual hace suponer entonces que «después de la consulta», interviene algún tipo de suplantación de las estadísticas que dan sentido lógico a la interpretación de la voluntad popular.

Es innegable que existe una gran cantidad de medios de opinión política, postrados a merced de la estrategia clientelar del gobierno, para mantener embaucada a la población, proclamando a viva voz que, «gracias a la eficiente gestión del presidente Luis Abinader, el país, en el que vivimos, está mejor que antes»: un sofisma que solamente encuentra sentido en la mente retorcida de los funcionarios públicos y sus familiares, puesto que ni siquiera sus correligionarios pueden negar que, ¡a la población se la está llevando el mismísimo diablo!

La cuestión, respecto de las encuestas de opinión, es un asunto de lógica; no de retórica, utilizada para deleitar, conmover o persuadir a la conciencia social, hasta tratar de borrar la realidad, ya que no es verdad, en un país, con tanta precariedad, en materia de desarrollo económico e inversión social, podemos andar pregonando prosperidad ni diciendo que «estamos mejor que antes».

Por si esto fuera poco, existe una profunda crisis sistémica que golpea al Estado Dominicano, provocando el debilitamiento de los servicios básicos que brindan las instalaciones públicas, es decir, la seguridad ciudadana, colapsó; la política migratoria, colapsó; la salud pública, colapsó; la atención primaria, colapsó; el sistema energético, colapsó; el sistema educativo, colapsó; el servicio de atención a emergencias (911), colapsó; el servicio de asistencia vial, colapsó; los subsidios focalizados, colapsaron; los planes de asistencia social, colapsaron.

En resumen, vivimos de crisis en crisis, pero, aún así, las encuestas afirman que «vamos bien como país».

La seguridad alimentaria, por su parte, pende de un hilo, debido a la falta de políticas coherentes, en materia agropecuaria, lo cual ha provocado que los precios de la canasta básica familiar estén por las nubes, en detrimento de las familias con menores ingresos que, ahora, solo pueden consumir alimentos, una o dos veces al día, pero, aún así, las encuestas insisten en decir que «vamos bien como país».

Esta terrible situación continúa en aumento, ocasionado que un sinnúmero de personas de bajo extracto social, comience a padecer síntomas de hambruna, lo que supone un terrible descuido de los esfuerzos, por parte de las actuales autoridades gubernamentales, para eliminar la malnutrición de la clase desposeída en condiciones de vulnerabilidad, pero, aún así, las encuestas de opinión, continúan hablando que «vamos bien como país».

En la actualidad, lo que sí se puede apreciar con toda certeza, es que existe un profundo sentimiento de frustración e insatisfacción, en el seno de la sociedad, porque su confianza ha sido timada por un grupo de individuos que ascendió al gobierno, ofertando «mejores perspectivas de cambios» y, sin embargo, fracasó, puesto que, en vez de atender las necesidades básicas de la nación, prefirió enfocarse en tratar de crear un panorama utópico, en paralelo con nuestra realidad, forjado con «excusas y cuentos» que mantienen a la población al borde de la depresión.

A este respecto, las empresas encuestadoras que trabajan a instancias del gobierno, actuando con cinismo y complicidad, en el diseño figurado de «los trajes a la medida del presidente», estarían procurando idealizar la imagen del primer mandatario, asignándole características «impolutas» acorde con esa entelequia, para tratar de maximizar sus aprestos reeleccionistas, por encima de las propias deficiencias congénitas de la administración que encabeza.

Este método de simulación, alimentado con mentiras de todo tipo utilizadas de forma descarada como «estrategia de publicidad gubernamental», para desinformar a las personas con el intencionado propósito de presentar al gobierno como «un modelo de perfección administrativa», ha corrompido por completo la norma que rige al protocolo de investigación, para medir la realidad política nacional, poniendo en riesgo no solo la integridad, sino también el prestigio de muchas firmas encuestadoras.

En definitiva, podemos afirmar con certeza que, el efecto pernicioso del fenómeno de la posverdad, se haya reflejado en varias de las encuestas que, evidentemente, están parcializadas respecto de cuáles serán los resultados finales de las elecciones municipales, congresuales y presidenciales del próximo año 2024, para intentar inclinar la balanza, a favor de los intereses que persiguen continuar dirigiendo el Estado.

En este sentido, la población debe saber que existen varias firmas encuestadoras que están siendo utilizadas indebidamente con fines disuasivos, a razón de su amplia capacidad, para variar psicológicamente la condición anímica de actuar, pensar o sentir de las personas, en cuanto a que motivan al simpatizante desalentado, dándole esperanzas para que ejerza su voto, mientras que desincentiva al oponente enérgico, inculcando incertidumbre y pesimismo, para que desista de acudir a votar.

En consecuencia, la desmoralización inducida de la población contestaría, mediante la publicación de resultados fraudulentos, tiene necesariamente que motivar un reclamo de los partidos políticos de oposición, emplazando a la JCE, a tomar carta en el asunto e iniciar una investigación que imponga sanciones, conforme a un régimen de consecuencias, penalizando a las compañías encuestadoras que incurran en prácticas que sean contrarias a las normativas establecidas.

Esto no quiere decir que, en el futuro próximo, la realidad, impondrá un resultado, por sí sola, porqué, en definitiva, el rechazo de la población, a las falsas expectativas, pudiera no terminar creando conciencia por sus propios medios, ya que, la idea, en cuestión, sería tan ingenua, como aquella pretendida por quienes de manera inescrupulosa patrocinan tales despropósitos.

Evidentemente, una determinada información que está siendo compartida con premeditada alevosía, por medio de los sondeos de impacto político, intenta contaminar el proceso que democratiza el sentir de la mayoría, partiendo de la premisa en que, «la forma de la conciencia no tiene vida propia ni puede auto sustentar su desarrollo individual, sin que exista un instrumento de motivación que la guíe».

Después de todo lo dicho, resulta previsible que todavía existan algunos ilusos, preguntándose: ¿cómo es posible que, pese a la difícil situación socioeconómica que vivimos, el presidente de la república, Luis Abinader, pueda mantenerse con esos niveles de popularidad?

La respuesta, a esta inquietud, parida desde el imaginario social, encuentra asidero en el hecho de que, en poco más de tres años, el presente gobierno, ha tomado del presupuesto nacional, nada más y nada menos que una friolera de RD$ 20 mil millones de pesos, solamente para pagar publicidad estatal —incluyendo el capítulo de las encuestas—, mediante maniobras que ponen en práctica aquel principio de la propaganda nazi, reflejado en la famosa frase de Joseph Goebbels, cito:

 

«Una mentira, repetida muchas veces, se convierte en una gran verdad».

 

Al parecer, la perversa estrategia de Joseph Goebbels, sumada a la inescrupulosa táctica de la posverdad, están siendo seguidas al pie de la letra, por elementos siniestros que a fuerza de dinero sustraído del erario público, mantienen amplio control, sobre un sinnúmero de medios que ejercen una masiva influencia social, a través de los cuales ponen a circular rumores con mentiras diseñadas para ser creídas como si fuesen «verdades».

Por suerte —fruto de la precaria situación que golpea a todos—, a pesar de las pretensiones del «gobierno del cambio» en el sentido de hacernos parecer como estúpidos, la ciudadanía (al momento de ejercer su derecho al voto), sabrá escoger lo que más le conviene al país. Así pues, haciendo referencia al lenguaje coloquial que se escucha en los barrios, podemos afirmar que, «las encuestas que favorecen al PRM, pueden confundir a la mente, pero jamás podrán engañar al estómago de la gente».

Por Fitzgerald Tejada Martínez

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