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28 de diciembre 2025
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OpiniónAlfredo de la CruzAlfredo de la Cruz

La redención del presidente ruso Vladimir Putin

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La dinámica de poder en Oriente Medio podría verse afectada después de la muerte del militar iraní, Qasem Soleimani a manos de Estados Unidos, ya que con Teherán y Washington enfrentados Moscú ha visto la oportunidad de reforzar su influencia en la región, pues en adición a su poderío militar, su capacidad diplomática en Oriente Medio va en aumento. Así lo atestiguan los contactos que ha tenido recientemente el presidente ruso Vladimir Putin con la canciller alemana Angela Merkel o el presidente francés Emmanuel Macron, también podemos señalar la visita relámpago que realizó a Damasco el pasado 7 de enero tras la crisis en Irak, que nos hablan de la consolidación de Rusia, como un actor imprescindible para la estabilidad regional y la paz global.

 Rusia se ha convertido en un actor importante en Oriente Medio y es que, si se trata de buscar una solución a los conflictos en la región, no se le puede dejar de lado. La visita de Merkel a Moscú atestigua el papel que tiene Rusia para la estabilización de la situación en Siria, sus conexiones con Teherán y que no existe alguien mejor, para hablar con el presidente turco Recep Tayyip Erdogan de tú a tú que Vladimir Putin, tomando en consideración que Turquía juega un papel estelar para la solución de la guerra civil que asola a Libia.

 Lo cierto es que Rusia busca recuperar el rol perdido de potencia global,  no como contraparte de Estados Unidos a nivel global, que ostentó la Unión Soviética alguna vez, pues son tiempos pasados y Putin lo sabe. Pero también sabe que Rusia es una potencia y lo hace valer, por eso el protagonismo en Oriente Medio. Pero también, desde el punto de vista de su seguridad interna, Oriente Medio es muy importante para Rusia, debido al temor del terrorismo, por eso no escatima esfuerzos.

 Históricamente Rusia ha tenido presencia importante en Oriente Medio, la cual se vio disminuida, podríamos decir, desde el colapso de la Unión Soviética. Una presencia que tenía que ver con el control del Mediterráneo como mecanismo de control de la economía y para el movimiento de tropa desde la visión militar. 

 Esto cambió cuando Rusia pasó, de solo estar inmersa en una que otra negociación, ventas de armas o algún apoyo a uno que otro grupo militante, a implicarse directamente en la guerra civil Siria en el año 2015, en función de sus intereses nacionales y es que, a pesar de la situación económica, Rusia estaba obligada a defender su último reducto de influencia, su gran socio comercial entonces. A partir de allí, Putin empieza a mover todas sus piezas, comienza las negociaciones con todos los grandes actores implicados: Arabia Saudita, Irán, Israel, Turquía y Estados Unidos.

 En Siria, luego de haber cambiado la realidad del conflicto por medios militares, a favor del régimen de Damasco, Rusia está tratando de introducir medios diplomáticos para presentarse como un agente para la paz en la región y no como un actor beligerante. Con Irán, existe colaboración económica y diplomática en lo que tiene que ver con las ventas de armas y la construcción de una central nuclear. En Libia, Rusia ha declarado que no existe presencia de su ejército regular, sin embargo, se ha documentado la presencia de mercenarios del grupo Wagner (organización paramilitar de origen ruso) luchando al lado de las tropas del general Jalifa Haftar, el hombre que, con apoyo de Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Estados Unidos, Francia y Egipto ha sitiado Trípoli.

 Es muy pronto aún para conocer si Estados Unidos e Irán se han debilitado en función de los últimos acontecimientos en que se han visto implicados. Estados Unidos ha demostrado no solo que tienen la tecnología y el poder, sino la disposición o voluntad de usarlo, a pesar de los riesgos políticos y militares que sean necesarios. Mientras tanto, una gran verdad es que Rusia ha fortalecido su papel para mediar en los conflictos. 

 Esto es interesante, pues al parecer Rusia está tratando de demostrar que puede ser un elemento de solución allí donde Estados Unidos no logró nada y es que en Moscú están dispuesto a hablar con todos, independiente de que compartan valores o no y lo han demostrado con las excelentes relaciones que Putin mantiene con Netanyahu, Erdogan, con Teherán, y en el caso de Berlín y Washington mantiene canales de comunicación abiertos.

 En cuanto al papel de Estados Unidos en Oriente Medio por ahora no se avizora que relegue el mismo, sigue siendo un actor poderoso, el más poderoso. Sin embargo, a diferencia de la administración Obama que comprendió el entorno global y se decidió por avanzar hacia un mundo bipolar, donde escuchaba a todos los demás actores. La administración Trump parece no tener idea de hacia dónde va, se observa una presencia más por el uso de la fuerza, y las implicaciones para la geopolítica global que tiene Oriente Medio, que por un plan orquestado a largo plazo.

 La retirada de las tropas estadounidenses del norte de Siria en octubre del año pasado, le dio la oportunidad a una Rusia aliada de Damasco y Teherán de pasar a ser una fuerza predominante en la región. Es que, para los mandatarios de Oriente Medio, desde Turquía, Siria, Irán, Israel y Arabia Saudita, pasando por Egipto y Libia el presidente Putin tiene algo que ofrecer.

 En Siria, los soldados rusos luchan junto a las tropas del régimen de Bashar al Asad y le mantienen en el poder, en retribución Rusia utiliza dos bases militares sirias en el mismo flanco sureste de la Alianza Atlántica. Los sistemas armamentísticos rusos son comprados por diversos países de la región, entre los que destaca Turquía quien a su vez es miembro de la Alianza Atlántica. Egipto por ejemplo ha dado visto bueno a nuevas inversiones rusas en el canal de Suez y dispone de centrales nucleares de tecnología rusa.

 La Unión Europea no ha estado a la altura de las circunstancias, los intereses contrapuestos de sus principales actores dificultan una estrategia común. Londres y Paris se enfrentan a crecientes problemas domésticos. Reino Unido se ha concentrado en materializar el brexit, junto a todo lo que conlleva y enfocado en crear una alianza más fuerte con Estados Unidos. Francia, entre otros problemas, confronta inconvenientes en su sistema previsional. Alemania de su lado se muestra preocupada por la situación en Siria y Libia, pues entiende que cualquier alteración en la región aumentará las presiones migratorias en Europa. Mientras el pacto nuclear se ahoga, las sanciones le son reimpuestas a la República Islámica y la Unión Europea no da signos de poder presentar una opción alternativa que salve el acuerdo.

 En cuanto a China, desde el 2014, Rusia ha tenido un gran acercamiento político, uniéndolos la mala relación con Estados Unidos que ambos exhiben. Es una alianza pragmática, donde ambos son socios, no amigos. En el mercado internacional de los hidrocarburos, donde Rusia juega un papel destacado, tienen una conexión importante. Incluso, si se lo propusieran podrían actuar como mediadores en conjunto, pues de la cartera de efectivo de China podrían canalizarse préstamos para ayudar a estabilizar la región, ya sea vía el Banco Popular de China o del Banco Central Europeo.

 Parecería que, bajo el liderazgo de Putin, Rusia estaría reemplazando a Estados Unidos como potencia hegemónica en la región. Putin ha sido muy hábil al ofrecer sus servicios diplomáticos. Ejerce de mediador entre enemigos como Arabia Saudita e Irán, o también Siria y Turquía. En el caso de Libia, país azotado por la guerra civil se ha posicionado del lado de la canciller Angela Merkel. Sin embargo, el principal desafío que se le presenta a Rusia es ser capaz de persuadir a Irán y el Hizbulá de bajar la intensidad de la violencia en los posibles contraataques, y a la vez convencer a Arabia Saudita, Israel y Turquía de que la seguridad en la región estará garantizada.

Por Alfredo De la Cruz

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