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21 de mayo 2024
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OpiniónElvis ValoyElvis Valoy

La propina o un impuesto a la clase media

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La capital de Estados Unidos se acaba de liberar de un oneroso impuesto que a lo único que contribuye es al incremento agiotista de la cuenta que hay que pagar en establecimientos comerciales, en donde el personal cuenta con bajos salario, pero que la clase media injustamente tiene que compensar.

 El triunfo de la llamada “Inciativa 77” que eleva el salario mínimo en Washington a 15 dólares la hora, y que redime al público a tener que subsidiar los deprimentes salarios que devengan las personas que trabajan en el sector de hostelería y turismo, fue celebrado y con mucha razón, por la gente en esa urbe norteamericana.

 En nuestro país hace mucho tiempo que eso es asignatura pendiente, y creo llegado el momento en que debemos iniciar una discusión sobre este odioso impuesto que hace que una simple comida en un restaurant se dispare de manera astronómica.

 En la mayoría de los establecimientos de comida si una persona no “obtempera” a dar propina, el servicio merma en calidad y se rompe el trato afable del personal, que ya desde que avista al o a la comensal desde la puerta, decodifica si hay o no “vida” con la endemoniada gratificación.

 El asunto ha llegado al extremo de que parte del staff de trabajo regularmente ni salario asignado posee, teniendo el sufrido cliente que cargar con el sueldo dejado de pagar por el negocio.

 Una iniciativa que cursaba en el Congreso Nacional que perseguía regular ese aborrecible impuesto a la clase media, que no es más que un chantaje, fue boicoteada, como si a los sectores intermedio de la economía, que parecen no tener dolientes, no les interesara ni les importara pagar este abusivo “peaje”.

 Almorzar en algún restaurant dominicano se convierte en un lujo y hasta convertirse en una pesadilla, pues cuando le entregan la cuenta, ésta tiene una retahíla de impuestos que a la postre llevan a los sufridos hombres y mujeres pequeños burgueses (como se les llamaba antes), a cargar sobre sus hombros con todo un sector de la economía que no lo asume el patrón.  

 Y parece ser que a nadie le importa ese impuesto que paga la gente arbitrariamente. La cosa ha llegado tan lejos que  regularmente el personal de camarería se ensaña en contra del que osare no “darle” su propina, y el propietario del establecimiento frecuentemente se queda con lo que cobra en la cuenta, mientras que es doble la tributación, pues a lo de la factura se le agrega lo que la clientela otorga cash.

 Este sistema es una grosera especulación en contra del bolsillo del empleado de cuello blanco, el propietario de un pequeño o mediano establecimiento, trabajadores por cuenta propia, etc.,   quienes han tenido que financiar directamente  la superexplotación de los dueños de bares y restaurantes en contra de su personal.

 ¡Que alguien le ponga el cascabel al gato!     

 

    Por Elvis Valoy

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