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21 de mayo 2024
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OpiniónElvis ValoyElvis Valoy

La gestión Mediadora de Danilo Medina lo eleva al sumun de la diplomacia

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El desarrollo de la diplomacia desde la antigua Grecia hasta nuestros días hace de esta técnica un instrumento de paz y progreso de los pueblos. A partir de las Paz de Westfalia de 1648, las relaciones diplomáticas se institucionalizaron y son entes equilibradores de las sociedades. 

 En este mundo tan politizado, prejuiciado, y debido a los intereses grupales y poderosos,   la diplomacia debe ser factor sine qua non a la hora de buscar concordia. La paz multilateral solo se consigue haciendo diplomacia multilateral. La paz bilateral se logra haciendo diplomacia bilateral.

 Regularmente, la diplomacia es el último recurso utilizado por algunas naciones para lograr propósitos pacifistas y estabilizadores, pues su praxis es lenta y tediosa, pero sus resultados son obvios y tangibles.       

 Si hoy día los Estados Unidos y China no se han enfrascado en una guerra de impredecibles consecuencias, es obra y gracia de las gestiones diplomáticas que hizo  a finales de los años sesenta el otrora canciller norteamericano Henry Kissinger, que hizo que se bañaran juntos en el mar Rojo los presidentes de esa época Richard Nixon y Mao Tse Tung, dando señales de entendimiento entre las dos potencias.

 En el caso dominicano, el presidente Danilo Medina desarrolla una agenda de búsqueda de consenso y entendimiento a partir del diálogo. Y esa práctica culminan exitosamente, y como todo buen diplomático, el mandatario no hace gala de estridencia ni bulla ante los grandes logros internacionales.    

 El concierto de naciones latinoamericanas las unen varios factores comunes y la persecución de destinos iguales, uniéndose a esto el idioma castellano, que nos hacen tener una misma semiótica.          

 Los pueblos dominicanos y venezolanos tienen una amistad que  se remonta a muchos siglos atrás, y un cordón umbilical que se situa en el tiempo en que indígenas del hoy Venezuela se montaban en embarcaciones para atravesar el rio Orinoco, perdiendo  el camino, y llegando algunos a caer por accidente a nuestras tierras, considerando algunas tesis antropológicas que nuestros Taínos proceden genealógicamente de esos aborígenes suramericanos.

 El fundador de la dominicanidad, nuestro patricio Juan Pablo Duarte,  vivió y murió en tierras venezolanas. Durante la criminal dictadura trujillista, la República Dominicana encontró en el presidente venezolano Rómulo Betancourt un crítico consuetudinario en contra de los asesinatos y desmanes que hacía el asesino sátrapa que convertía en luto, miedo y miseria  todo lo que tocaba. Betancourt se salvó de casualidad del atentado planificado por Trujillo para eliminarlo. Una parte del exilio dominicano durante la tiranía trujillista vivió en Venezuela.      

 En los años setenta emigró a  Venezuela una parte importante de la diáspora dominicana, que acudía a la patria de Bolívar a buscar riqueza y ascenso social que no se la encontraban en nuestro país.

 En la República Dominicana tenemos de las dos aceras políticas venezolana, pues tanto chavistas como antichavistas residen en nuestro país,  llegándose a momentos álgidos de enfrentamientos que ojalá nunca pasen de descalificaciones y denuestos. Hemos sido una patria tan abierta a la recepción de nuestros hermanos y hermanas venezolanos, que los líderes  Carlos  Andrés Pérez como Hugo  Chávez residieron en la República Dominicana.

Las historias venezolana y dominicana  tienen gran similitud. Nuestros acentos idiomáticos exhiben un gran parecido. ¿Qué otra cosa pudiéramos  ser, que no sea pueblos hermanos?

 Mientras grupos guerreristas internacionales  persiguen afanosamente una conflagración armada en Venezuela, que degenere en hechos sangrientos,  instigando y enchinchando a diestra y siniestra, en nuestro país las autoridades hacen ingentes esfuerzos para que las diferencias venezolanas se diriman a través del diálogo en una mesa de negociación, evitando en todo instante la violencia.

 Igual relación tenemos con Panamá, en donde cohabita un gran segmento de la población dominicana. La República Dominicana y la República de Panamá son las naciones latinoamericanas de mayor crecimiento económico en los últimos años. Los gobernantes de ambos países mantienen una afable relación.   

 Enmarcado en ese contexto internacional y geopolítico, el presidente Danilo Medina acaba de demostrar su amor por la paz y las relaciones armoniosas de los pueblos hermanos, y en el impasse entre Panamá y Venezuela intercedió, logrando que las dos naciones restablecieran sus relaciones diplomáticas y comerciales agrietadas ríspidamente en los últimos meses.

 Claro está que el esfuerzo hecho por la República Dominicana para la reposición de las relaciones venezo-panameñas cae mal en sectores violentos mundiales, que sueñan día y noche con una Tercera Guerra Mundial y con la agudización de la Guerra Fría. Pero indiscutiblemente que las grandes mayorías en Latinoamérica siempre les estarán agradecidas por esas gestiones diplomáticas que impusieron el diálogo ante la confrontación.      

 Reconocimiento total al presidente Danilo Medina por lograr la paz  hemisférica, evitando la ruptura diplomática y comercial de pueblos hermanos.

Por Elvis Valoy 

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