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26 de abril 2024
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OpiniónRamón SabaRamón Saba

Ibeth Guzmán

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Nació en el Cruce de Guayacanes, provincia Valverde, el 9 de agosto del año 1983. Su nombre completo es Ibeth Altagracia Guzmán Crespo.

Narradora, ensayista, poeta, crítica literaria y catedrática universitaria. En los próximos meses presentará tesis doctoral en Estudios del Español, Lingüística y Literatura, con el tema “La construcción del personaje haitiano en la narrativa dominicana”. Ha desempeñado la función de profesora-investigadora el Instituto de Lingüística de la Escuela de Letras en la facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y es catedrática en la Escuela de Lenguas de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM). Fue Coordinadora de Programación de la Feria Internacional del Libro del Ministerio de Cultura por algunos años; además de columnista en el periódico matutino Listín Diario desde el 2005. Trabaja con esmero el microrrelato, que es su género más cultivado, además del ensayo y alguna que otra vez la poesía.

 

 

Al momento, su haber bibliográfico lo integran los siguientes impactantes títulos: Voces del valle (antología de escritores de la provincia Valverde, publicado por Ferilibro en el 2007); Tierra de cocodrilos (microrrrelatos, publicado por la editorial puertorriqueña Isla Negra en 2011); Mujer en pocas palabras (antología de mujeres microrrelatistas, publicado por la editorial guatemalteca Letra Negra en 2012); Yerba mala (microrrelatos, publicado también por Isla Negra en 2014) y Tiempo de pecar (microrrelatos, publicado por Isla Negra en 2016). Algunos cuentos suyos han sido incluidos en diferentes antologías especializadas, tales como Meter un gol, antología de microrrelatos de fútbol, Letra Negra 2012; Short Stop, antología de microrrelatos de béisbol en 2013 y recientemente fue incluida en la antología de microrrelatos del Caribe Hispano: Los nuevos caníbales del microrrelato, publicado por Isla Negra, en 2016.

Ibeth Guzmán ha dictado innumerables conferencias y charlas, tales como “El microrrelato como una estrategia para incentivar la lectura” en el Congreso de Lectura y Escritura en Costa Rica; “Los caníbales del microrrelato: Un análisis del género en el Caribe Hispano” en la Universidad de Marquette en Milwaukee, Estados Unidos de Norteamérica; “La masacre haitiana del 1937 como insumo para la creación literaria” en el Seminario Lenguaje y Pensamiento de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y “La masacre haitiana del 1937 vista en dos novelas de la época, en la XVIII Jornada de Investigación Científica de la misma universidad antes mencionada, entre varias más. Forma parte del Circulo de Escritores de su provincia natal, Valverde.

El Escritor y gestor cultural dominicano Valentín Amaro pondera que la labor literaria de Ibeth Guzmán ha estado centrada en la narrativa, la crítica literaria y en una muy activa gestión cultural. En estas tareas ha demostrado consistencia, rigor y pasión. Como microrrelatista ha sabido aportar a las letras dominicanas, historias con un lenguaje visceral e irreverente a veces, apelando de igual modo a la palabra preciso donde trabaja la intertextualidad, el lenguaje proteico y el humor. En lo que respecta a su sostenida labor como crítica literaria en la prensa nacional, podemos decir que la misma ha sido desarrollada con un alto sentido de criterio y honestidad, muy especialmente en lo relativo a valorar y bien exponer al mundo la literatura de la República Dominicana.

 La editora y escritora cubana Olga Marta Pérez expresa que, con acertado oficio de orfebre, la narradora Ibeth Guzmán atrapa la brevedad para construir esas piezas narrativas que arman su obra El tiempo de pecar. Con ellas no solo conquistará al lector, sino que sacará de él encontradas reacciones, las cuales van de la sorpresa a la sonrisa, de la extrañeza al goce estético. Ese libro reúne hebras del mundo real y del onírico para con su entramado dar a la luz textos narrativos filosos, rotundos, provocadores.

El narrador, poeta y crítico argentino Roberto Alifano considera que los cuentos breves de Ibeth Guzmán tienen ese carácter maravilloso de hacer sentir al lector que puede olvidar que está viviendo cronológicamente y puede entrar en esa otra cronología de la fábula que ella propone, y hasta puede hacerlo de un modo tan intenso que puede prescindir de su propio yo, olvidar que es fulano de tal y vivir la vida de esos seres de su imaginación.

La crítica puertorriqueña Emma Jeannette Rodríguez publicó un análisis sobre el libro Tierra de cocodrilos de Ibeth Guzmán, sobre el que afirma que sus cuentos están dotados de imágenes expresivas compuestas internamente de melodías secretas que se liberan en la mudez del cansancio de hombres, mujeres y cosas, para apartarse arrebatadamente del lugar de sus agobios.

El deterioro social, el abuso de poder la muerte, la indiferencia, la conformidad, la traición, las intenciones (buenas o malas), la rutina, la violencia familiar, la infidelidad, son algunas de las manifestaciones que se presentan en el transcurso de dichos cuentos. Esta condición es la que provoca en el lector el deseo de escapar y, a veces, languidecer por los múltiples caminos de la exhausta conciencia.

Finalmente, el laureado escritor dominicano Pedro Antonio Valdez estima que Ibeth Guzmán se ha convertido en la principal autora de microrrelatos del país, avalada por los libros en los que el humor desenfadado y la complejidad de las relaciones interpersonales constituyen el puerto de llegada y salida del mundo narrativo.
Su labor intelectual está contenida principalmente en sus artículos de comentarios literarios, que recogen una muestra del quehacer de las letras en nuestro país. En ellos, igual que en sus relatos, prevalece la brevedad, la economía del lenguaje y la búsqueda de un punto de vista inmediato.

Concluyo esta entrega de TRAYECTORIAS LITERARIAS DOMINICANAS con un exquisito, lúdico y profundo microrrelato de Ibeth Guzmán:

A los pies de mi esposa

Primero la blusa, siguió la falda, luego el sostén, los pantis. Era una mujer muy hermosa. Cuando se quitó los zapatos, él decidió divorciarse.

 

Por Ramón Saba

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