De vez en cuando conviene al espíritu un reposo sobre los temas urticantes o de actualidad que, por ser uno como es -indomesticable-, nos traen más de una incomprensión o miradas fulminantes de los dioses decisorios de esta temporalidad sociopolítica y global a punto de entrar en eclosión-nuclear o, disiparse en escaramuzas geopolíticas -el conflicto Rusia-Ucrania- y está pandemia que muta a su antojo.
Sin embargo, quiero hacer un paréntesis en mis preocupaciones cotidianas -política y el no dejar que me pastoreen-, para traer un evento humano conmovedor y altamente preocupante: la indiferencia de una humanidad impávida que se cuece y expresa en todas partes sin distingo de civilización -primer o tercer mundo- o piedad ciudadana tan escasa en estos tiempos y que el afamado fotógrafo René Robert -francés de 84 años- fue víctima como tantos ciudadanos sin nombradía -ni fama- como la suya: retrató a muchos y en su arte dejó plasmada imágenes inolvidables de artistas-iconos; pero murió tirado en la vía pública -de frío e indiferencia- en una calle parisina de su barrio. Nadie reparó en el anciano y ni se detuvo, a si fuese por pura curiosidad, y la hipotermia hizo lo inevitable…, murió…
Una vez más, su muerte y la circunstancia en que acaeció, nos recuerda que estamos viviendo los tiempos más fríos y desalentadores de una “humanidad” indiferente que ni por cortesía o piedad se asoma, así sea, repito, por curiosidad, a la expresión de algún visos de preocupación más allá de un egoísmo individual y un ajetreo apabullante que, incluso, puede dejar madres, padres, abuelos, hijos o amigos; o vecinos al intemperie más agonizante sin reparar en la caída o el accidente de los achaques por ley biológica, orfandad o parias sociales -deambulantes despistados-: un mareo, un no poderse parar o un simple paseo que se convierte en tragedia que pudo -o puede- evitarse con que alguien se hubiese asomado y expresado algo de humanidad…..
Y sabrás Dios a cuántos René Robert, con su arte universal -la fotografía-, dio vida, relevancia, fama o puso en el mapamundi divulgando una pose -para el consumo comercial-universal-, una imagen o una época romántica que ya, definitivamente, se fue….
Que cruel e indiferente suele ser el destino, el azar o esta postmodernidad que nos deja obsoleto e inservible en cualquier esquina, calle, acera o callejón. No sé, pero también nosotros hemos tenido a nuestro René Robert; aunque en circunstancias siderales-existenciales disímiles (geográficas-históricas-culturales), en el melancólico Julito de Deschamps -como duele una traición-, René del Risco -distintivo e insigne vate que temprano y raudo se fue (El viento frío…, retrato de una época)-, o el poeta Enriquillo Sánchez -su poesía, ensayos y artículos de orfebrería escritural impecable-. O tal vez, en la música folclórica (de barrio y juventud) de La Familia Andre o del loco-genio de Luis -terror- Díaz. El fenómeno es universal. ¡Maldita sea…!
Por Francisco S. Cruz
