Los dominicanos que les han sucedido al Dr. Joaquín Balaguer en el noble acto de gobernar la República Dominicana, y que fueron favorecidos algunos, con diversos mandatos han dejado en pos de sí, el mismo vestigio que el humo en el aire o la espuma en el agua, en lo que respecta al ordenamiento institucional dominicano.
Antonio Guzmán, Jacobo Majluta, Jorge Blanco, Hipólito Mejía, Leonel Fernández, Danilo Medina y el actual Luis Abinader, tratando de alcanzar fama para lograr la reelección Presidencial, se reclinaron en blandas plumas y se abrigaron de colchas, gastando mal y guardando mal los recursos del Estado, siguiendo el mismo patrón de Trujillo del mandato arbitrario y personal. Justificando el criterio de que el fraude es una maldad propia del hombre.
Las leyes existen, pero, ¿Quién se cuida en su cumplimiento? nadie, Y no se percatan que rápidamente pasa el soplo de los bienes de la fortuna, por los que los gobernantes dominicanos se enorgullecen y querellan.
Todo el oro que existe bajo el cielo, no les ha podido dar a los exgobernantes, un momento de reposo y tranquilidad espiritual, en el infierno del desprecio del dominicano. Y se consumen interiormente con su propia rabia, porque no hay mayor dolor que acordarse del tiempo feliz en la miseria.
Por: Jaime Fernández Lazala