Quizás, el presidente, Luis Abinader, no reparó en el costo político y electoral que, probablemente, conlleva haberle concedido u otorgado -en plena facultad constitucional- la nacionalidad dominicana al escritor -premio Nobel de literatura-2010- Mario Vargas Llosa que, hace casi una década, escribió un artículo agraviando y acusando al país de racista, xenófobo y de ser el “Apartheid del Caribe”, una gravísima categorización sin ningún sustento histórico ni cultural, pues, en el país viven -legal e irregular- millares de ciudadanos haitianos desparramados por toda la geografía nacional (y “…nadie ha visto a un dominicano con un haitiano en la boca”, como gráficamente, en su momento, y defensa nacional, dijera, en la OEA, el embajador y escritor Pedro Vergés); y, como si fuera poco, hemos sido el país más solidario con Haití y nunca, como también dijera (además de enmendar la plana al Primer Ministro Ralph Gonsalves, Cuba-CELAC 2014) el ex presidente Danilo Medina, les hemos dado de lo que nos sobra sino de lo que tenemos….
Y todo vino por una sentencia del Tribunal Constitucional -la 168-13- que, a pesar de lo controversial o debate que desató -amén, del vendaval acusatorio y presión de una gendarmería internacional-, vino a zanjar un vacío jurisprudencial y de interpretación en materia de Nacionalidad que, previo, (2010), quedó constitucionalmente consignado en lo referido al Jus soli (derecho de tierra). A ello, se sumó el activismo injerencista del entonces Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU -a la sazón, el propio hijo del escritor, Álvaro Vargas Llosa– que, de seguro, influyó en el artículo agravio de su padre.
Y quién escribe, lo quiere dejar sentado, no tiene nada personal contra el escritor del que he leído, con fruición y deleite, varios de sus textos-novelas (maravillosas); además de valorar dos posturas o valores supremos en el laureado escritor: su intransigente defensa a favor de la Democracia y la Libertad. Pero ello, no lo exime de haberse excedido en sus juicios al catalogarnos de país racista, xenófobo y comparar la referida sentencia con las leyes raciales de Nuremberg (leyes supremacistas hitlerianas -1935- de exclusión racial). Una barbaridad y extremismo injustificable venido de quien ha estudiado la historia del país y escrito, según algunos críticos literarios, la mejor novela sobre el sátrapa Trujillo (La fiesta del chivo).
Entonces, ese penoso e injustificable capítulo, sin duda alguna, empaña una distinción en un plano merecido, pero en otro, muy polémico y que, en el contexto o antesala de unas elecciones (2024), cobrará, seguramente, algún costo político-electoral al presidente que aspira a reelegirse. Con el agravante o maleficio de que, el escritor, por demás, político y controversial, no ha tenido, últimamente, mucha suerte apoyando candidatos; y más bien, y para usar un lenguaje muy nuestro, los azara para decir o connotar que trae mala suerte.
Por: Francisco S. Cruz
El autor es político y exprofesor de historia
