ENVÍA TUS DENUNCIAS 829-917-7231 / 809-866-3480
20 de diciembre 2025
logo
OpiniónFrancisco S. CruzFrancisco S. Cruz

De Lechuga y encuesta algo capciosa

COMPARTIR:

En cuestión de horas dos revelaciones han saltado a la palestra pública, como quien no quiere la cosa (¿….?): la reiteración de un planteamiento de un comunicador llamado Milton Cordero -alias Lechuga-, sobre de que en su creencia o parecer en el país ya debería haber una representación haitiana en el Congreso; y la otra revelación refería a los hallazgos de la encuesta denominada “Encuesta Cultura Democrática 2022-2023” que acaba de presentar el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo -cuyo incumbente, a la sazón, es Pável Isa Contreras-.

Lo primero que hay que resaltar sobre ambas revelaciones es que surgen, como por arte de magia, en un momento o coyuntura en que la exacerbación pública sobre los temas gestión fronteriza y migración o presencia haitiana -desbordada- copan la atención ciudadana, pues tal realidad resulta o deviene en un fenómeno confusamente moldeado por intereses foráneos, mediáticos; y en el caso de la encuesta, matizada por sesgo, des-contexto histórico y cotejo algo capcioso. Me explico.

Lo primero, ¿En qué país del mundo se le otorga o asigna representación en el Parlamento o Congreso a nombre de una minoría o gentilicio ajeno al nacional? Eso, a todas luces, es como decir, por poner un ejemplo, que Adriano Espaillat representa, en el Congreso americano, a los dominicanos, lo cual es una vulgar mentira, pues Adriano Espaillat, antes que nada, es ciudadano estadounidense y, por lógica o mandato constitucional, juró defender y representar, primero, el país, los valores, la Constitución y las leyes de los Estados Unidos, y no los de la República Dominicana, aunque su ascendencia es dominicana y no quita que, en un momento dado y sin menoscabo de ese interés prima facie, abogue o se adhiera a iniciativas a favor de cualquier minoría. Esto último, es aceptable; pero de ahí a representar y ocupar una curul para representar o abogar por los intereses de una determinada minoría -en este caso la dominicana- es un contrasentido que no creemos ninguna constitución lo consigne.

Y respecto a la referida encuesta, en primer lugar, luce inducida -se enfoca, básicamente, en asunto de preferencias ciudadanas al momento de “aspirar a un cargo público”- , trasluce un lenguaje o uso de concepto obsoleto, pues, científicamente, solo existe la raza humana, no negra ni blanca; además de un cotejo, en término de redacción periodística o para consumo masivo, que deja mucho que pensar, sin dejar a la imaginación-incógnita si tal ejercicio se hiciera en otro país -ejemplo, Estados Unidos, Haití u otro país-; por demás, auscultando en las respuestas nos daremos cuenta como historia, prejuicios, cotejo y presentación-redacción de los “hallazgos” podrían influenciar o matizar la muestra, o cuando no es el mismo diseño o cuestionario de la misma el problema o la intención inducida de lo que se busca o procura como producto final: una fotografía real o de variopintos matices intencionados sobre esa misma fotografía o cristal con que se quiere mirar o medir una determinada realidad que puede estar condicionada por la historia o, no pocas veces, por intereses foráneos -abiertos o solapados-. Amén de que, en nuestro país, las variables o «indicadores», entre otros, clientelismo, uso y control de los poderes públicos si han sido factores activos y determinantes a la hora de aspirar y lograr una posición de elección popular y no tanto lo étnico-racial, orientación sexual o creencia religiosa; encima, el cuestionario no se orientó a indagar sobre la valoración o calidad de nuestra frágil o pésima democracia.

Claro que todo no es manipulación o intereses foráneos -ni tampoco que queramos justificar falencias o tapar el sol con un dedo; pero tampoco vamos a obviar ciertas agendas supranacionales tras bambalina- cuando hablamos sobre los temas o fenómenos en cuestión; pero cuando se hace ese tipo de ejercicio o planteamiento no deberíamos vernos como el ombligo del mundo o que en otras sociedades o países, incluso, con más desarrollo democrático-educativo, no se cuecen habas también. Es más, preguntamos: ¿cuándo fue que desapareció la consignación constitucional de que ningún blanco podía ser “propietario”, en Haití -1805-? O, por simple curiosidad, ¿Cuántos legisladores y generales negros tiene actualmente Brasil?

Por supuesto, este artículo no persigue descalificar ninguna encuesta ni planteamiento alguno -!Dios nos libre!-. Aunque si apela a enfocar o abordar la realidad desde una perspectiva o contexto socio-histórico y lejos de sesgo e inducción más que ostensible.

El autor es político y ex profesor de Historia

Por Francisco S. Cruz

Comenta