El pueblo fue testigo anoche del primer debate presidencial en la historia del país.
Un hito que fortalece la democracia y eleva la calidad de la clase política dominicana, y, sobre todo, un hecho tan trascendental que debería ser motivo de orgullo para cada ciudadano en esta media isla, y de envidia para aquellos políticos de la mayoría de países latinoamericanos.
Pero, aunque la mezquindad resulte desagradable; ha sido, es y seguirá siendo la infinita mediocridad de la humanidad.
De ahí que muchos trogloditas no valoren en su justa dimensión a los sobresalientes y a quienes resultaron ser la sorpresa del debate, ya sea por la calidad de las propuestas, la destreza en la retórica o simplemente por aquella máxima martiana sobre aquellos hombre y mujeres tenaces que prefieren «hacer más que decir», como han sido los casos de Abel Martínez y Zoraima Cuello.
No valió la nómina para que los tuiteros de poca monta se lanzaran a la carga contra la oposición. No importó que en grupos de WhatsApp se difundieran hashtag y frases previamente compuestas con notas de prensa prefabricadas para seguir torciendo la percepción.
De nada sirvieron los troleos e intentos de minimizar la capacidad de los candidatos del PLD, pues fueron a ese escenario bien preparados y con datos estadísticos en mente para que cualquier ciudadano que porte algún celular, tableta o computadora pudiera contrarrestar las informaciones.
Como muchos pudieron notar, Abel no se presentó ante el país para crear conflictos ni para rivalizar con ninguno de sus contrincantes. Desde el principio estuvo enfocado en la eterna masa olvidada que son los pobres, y a ellos les dedicó su participación en esa noche histórica.
Su exponencia sobrepasó las expectativas y sorprendió a todos, especialmente a aquellos que esperaban que él cometiera alguna «pifia» para reproducirlo infinitamente por las redes sociales y así cavar su figura política.
Esos se quedaron, como dicen en buen dominicano: «con el moño hecho».
En el caso de Zoraima, las cifras que reflejan realidades fueron su carta de presentación.
Pese a los intentos de maximizar la figura de la vicepresidenta Raquel Peña, por parte de los mercenarios del teclado; la realidad es que ella no pudo contrarrestar los datos ofrecidos por Zoraima y que fueron obtenidos en los portales oficiales.
El golpe fue tan demoledor que, al día siguiente del debate vicepresidencial, los mercenarios mediáticos desataron una carrera loca de comentarios e intentos de desmentidos que fueron completamente ignorados ya que, se supone, para eso era el debate. Allí era el escenario para que la vicepresidenta se luciera y «desenmascara» a todos. Pero no fue así, pues hasta la candidata Ingrid Mendoza, de vez en cuando, lanzó piedras por palabras en sus intervenciones.
Pero como dije, no se puede ser mezquino. Hay que darle crédito al presidente Luis Abinader por ser el primer mandatario que acude a debatir en medio de unas elecciones presidenciales.
Pienso en varias razones del porqué esa decisión, pero sea cual fuera el motivo, Abinader ha marcado la ruta para que, de ahora en adelante, los candidatos sepan que ya hay un pueblo interesado por saber lo que piensan sus políticos.
Hay que felicitar a la Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios (ANJE) por este hito que marca un antes y un después en la forma de hacer política en el país.
¡Así se hace Patria!