Esta semana en los Estados Unidos, fueron interceptados una serie de bombas de tubería y paquetes sospechosos, enviados a prominentes figuras demócratas, críticos del presidente republicano Donald Trump y al canal de noticias, CNN. Este tipo de terrorismo interno es muestra de la gran división que existe en ese país actualmente. Algún tipo de responsabilidad debe sentir el presidente Trump quién muchas veces en sus discursos promueve el uso de la violencia y llama a sus críticos los verdaderos enemigos del pueblo.
Aunque en nuestro país esa violencia no llega a esos extremismos, hemos visto como la violencia ha permeado en todos los niveles de nuestra sociedad. Se ve entre los dirigentes políticos: diálogos que se vuelven insultos y amenazas, desacuerdos que se vuelven violentos. Se siente hasta entre nuestra gente que parece siempre estar ansiosa, enojada y hastiada. Es obvio que nuestra patria necesita una intervención urgente.
En todas partes del mundo, al dominicano se le conoce por su alegría. Recuerdo que cuando niño era tan fácil entablar conversación con cualquier desconocido acerca de cualquier tema. Crecí en un tiempo en que aún las casas no tenían ni verjas ni portones y el diseño arquitectónico podía vivir libre del peso de las barras de hierro que son una necesidad hoy en día.
Ahora de adulto, esposo y padre, me pregunto qué República Dominicana queremos que hereden nuestros hijos. Estamos viviendo en una era marcada por la normalización de la violencia verbal y física, dónde ser un bravucón ha reemplazado la civilidad. Luchemos por evitar que esto siga sucediendo. Esto no es tan difícil como suena y podemos empezar por renovar nuestro sistema político, por hacerle espacio a nuevos participantes y garantizarle un espacio a la juventud. Todo en la vida cambia, para mejor que para bien que para mal.
Por Joel Díaz
