EL NUEVO DIARIO, SANTO DOMINGO.- Son muchas las quejas que brotan frente al Tribunal de Tierras en su Jurisdicción Original, apuntando todas ellas a la misma lentitud burocrática en esa instancia judicial.
Los abogados que se quejan dicen que, para poder depositar un documento, deben esperar largas horas; muchos caen rendidos por la espera, y se van. Sus clientes están desesperados.
Por ello, cuando van al Tribunal, todos se preparan mentalmente para sufrir los mismos avatares. Los turnos fluyen a cuentagotas. Uno solo puede ser tan prolongado que podría tomarse hasta cuatro y cinco horas.
Los abogados sufren esa angustia y algunos ‘tiran la toalla’. Entonces, si se marchan, tienen que tomar otro turno o volver al día siguiente.
Los testimonios recogidos en el lugar señalan lo mismo, es decir, que el personal no da abasto y se necesitan más empleados para acelerar los procesos burocráticos.

La queja es generalizada. Los abogados Belkis Montero, Miguel Ángel Braga, Ana Toribio y otros, expertos en materia de tierras, observan la lentitud de los turnos, lo tediosos que resultan.
«Nos sentimos atropellados, no somos realmente nada», dice Montero.
Otro tanto dice Evelyn Nolasco, con su probada experiencia. Esta abogada llegó a eso de las 10:30 y le tocó el turno 95. Dos horas después, a las 12:30, iban por el 83, por lo que le faltaban 12 turnos más. Ya a esa hora debía engrasar el estómago, para evitar complicaciones de salud.

«Tú sabes durar tres, cuatro, cinco horas sentado ahí, y eso no avanza. Yo me he sabido de ir a las 4, es tedioso aquí», dice.
Pero no es eso solo, sino que hay turnos para diferentes procesos: uno para depositar un documento, otro para revisar un expediente. La cosa se empeora cuando los pocos empleados se van a almorzar.
Es muy probable que Nolasco tenga que marcharse casi a las 3 de la tarde. Tiene sobradas razones para hablar del tedio que sufre cada vez que va a la Jurisdicción Original del Tribunal de Tierras, en el Distrito Nacional.
No solo ella sufre esos traumas: también muchos otros que acuden allí, con la agravante de que a veces su mente no está tan preparada para afrontar el calvario de las horas más tediosas de su vida. Abogados y clientes están desesperados.




