Este año que concluye será recordado por marcar con sentimientos de dolor, de frustración y de impotencia el ánimo de la familia dominicana. Todos los años ocurren acontecimientos inesperados y con balance negativo, sin embargo, los de este 2025 por décadas tendrán un lugar no muy especial en nuestro psiquis colectivo, en donde muchos de nosotros recordaremos dónde estábamos o qué pasaba en nuestras vidas cuando ocurrieron estos hechos.
La tragedia del Jet Set fue sin dudas un golpe mortal a la alegría nacional. La cantidad de fallecidos, lo repentino del hecho, el lugar, la transmisión en vivo, la confusión, la incertidumbre… todo fue un caldo de cultivo que mantuvo a todo el país en estado anímico de incomprensión por lo sucedido y que solo el tiempo ha podido sanar para aquellos que no perdieron un familiar cercano o un ser querido. Posteriormente, el duelo colectivo pasaría a ira colectiva, mientras salía a la opinión pública los detalles sobre cómo ocurrió esta tragedia. La indiferencia y el “dale pa alla” que es pan de cada día de nuestro país en el modus vivendi nuestro, llevando al extremo nuestras acciones sin medir consecuencias alguna, porque al final, to e to y na e na.
La segunda es el destape del entramado corrupto de miles de millones de pesos robados al seguro de los vulnerables de nuestro país. El derroche, el ocultamiento, las elevadas sumas de dinero público desviadas, los tratamientos negados, los testimonios de los afectados, todo esto ha hecho que la confianza de la ciudadanía por las instituciones del Estado, llamadas proteger y garantizar derechos fundamentales, se encuentren por el suelo, y eso que aún las consecuencias de este expediente prometen ser de aún mayor impacto y de alcanzar a más actores del sector público como del sector privado.
La Navidad siempre es ocasión propicia para celebrar con renovada esperanza el nacimiento del redentor de la humanidad, pero sería deshonesto plantear que esta celebración es como las anteriores. Los acontecimientos que se han dado lugar de forma abrupta y llenos de estupor ante la familia dominicana son propicios para llamar a una reflexión tanto personal como colectiva, donde todos y cada uno de nosotros nos tenemos que preguntar qué país tenemos, hacia donde queremos encaminarlo y que hacemos para llevarlo hacia mejor puerto.
El tiempo y las circunstancias que se impondrán en el próximo año sobre la sociedad, pero sobre todo sobre el liderazgo político, demanda una lectura adecuada de los ánimos populares y de definición sobre el rumbo que debe seguir el país, porque sin dudas los sucesos de este año nos dan para decir que esta será una Navidad amarga.
