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4 de mayo 2024
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OpiniónMaximo SanchezMaximo Sanchez

Un adiós a Cesar Prieto

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En el momento en que la dictadura del Gral. Francisco Franco, asesinó al poeta Federico García Lorca en esa España sumida en una de sus horrendas noches de persecuciones y exterminio; escuchamos a un poeta exclamar:

“Si se hubiera buscado como sacrificar un símbolo, no se hubiera encontrado a nadie más indicado en la profundidad popular, que a Federico García Lorca.” Esa voz ronca de impotencia y dolor, salía en un triste susurro de la garganta del gran Pablo Neruda.

El pasado martes, aquí entre nosotros; muy lejos de Chile y de España, otro símbolo se apropió del silencio, pero esta vez, no para callar; sin decir nada, sin una nota que justificara su determinación de salir de la vida, habló con tantos párrafos, que algunos se asustaron y corrieron como bomberos tratando de apagar el fuego que amenaza a consumirlos.

Cesar Prieto, el muchacho delgado, agradable y risueño, que despertó a la política partidaria a través del Comité Intermedio Máximo Cabral del antiguo PLD, decidió quitarse la vida; dejando detrás una familia adolorida y un sin número de preguntas sin respuestas.

En apariencia, una terrible depresión, al observar como su partido es consumido por la vorágine de los hechos puestos a la luz en las recientes investigaciones judiciales, lo afectaron tanto, hasta obnubilarlo de su realidad y su obligación frente a sus seres queridos y frente a sí mismo.

Lamentablemente Cesar Prieto se ha marchado, y detrás las aves carroñeras han volado, tratando de ensombrecer su espacio con una maledicencia perversa; buscando un cómplice en él, cuando no puede decir ese NO que debió pronunciar mucho tiempo atrás.

Es probable que con la muerte de Cesar, los discursos de la confusión, puedan manipular a una parte de la opinión pública, en esencia, esa que prefiere las subjetividades a la verdad; la vocinglería barbárica de los matinales, al análisis minucioso de los hechos.

Pero ellos no podrán confundir a sus familiares, en los que él confió y que tienen derecho de recordarlo tal y como era; ni podrán confundir a sus verdaderos amigos, ni a las personas que por alguna razón lo apreciaron.

Hasta luego Cesar, aquí te recordaremos amable y risueño como eras; allá, esperamos que Dios perdone todos tus pecados.

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