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24 de diciembre 2025
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OpiniónRafael Emilio Bello DiazRafael Emilio Bello Diaz

Tormentas, lluvias y leptospirosis 

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El país reporta a la fecha 94 casos confirmados de leptospirosis, 11 casos más que los notificados en la semana anterior, cuando se habían registrado 83 casos.

Según el boletín epidemiológico número 42, emitido por el Ministerio de Salud Pública, de estos casos notificados, el 87% corresponde a hombres
de edades de 20 a 29 años.

La leptospirosis es una zoonosis causada por espiroquetas del género Leptospira, común en países tropicales. Esta patología ha recibido muchos nombres dependiendo de la zona geográfica
donde se estudie, entre los más representativos: enfermedad de Weil, enfermedad de Swineherd, enfermedad transmitida por agua, fiebre de los campos de arroz, entre otros.

La infección resulta de la exposición directa o indirecta a un reservorio animal infectado, que lleva la espiroqueta en sus túbulos renales y la excreta por la orina.

Muchos animales salvajes pueden ser reservorios, pero son las ratas cafés (Rattus norvegicus) la fuente de infección humana más importante.

El diagnóstico clínico es impreciso, ya que, muchos de los síntomas y signos son inespecíficos, la mayoría de los casos son leves y autolimitados, por lo que el paciente no suele consultar para la asistencia médica. El diagnóstico microbiológico se puede realizar mediante varias técnicas
siendo la aglutinación microscópica el estándar de oro.

El tratamiento es de soporte y el inicio temprano de la terapia antimicrobiana es clave para acortar la duración de la enfermedad.

El conocimiento de esta enfermedad reemergente en el mundo es fundamental en el personal de salud que atiende población pediátrica, debido a que, un diagnóstico precoz y un tratamiento oportuno impacta en la calidad de vida los pacientes.

Epidemiología

La leptospirosis es una zoonosis ampliamente diseminada y potencialmente mortal, que predomina en regiones tropicales. Esta enfermedad es endémica en Oceanía, Asia y América del Sur, pero en los últimos años ha aumentado el número de casos en Europa, América del Norte
y África, considerándose una enfermedad mundialmente reemergente. Las tasas de leptospirosis humana varían según la región, desde 0,5 por cada 100.000 habs. en Europa a 95 por cada 100.000 habs. en África.

Según Leptospirosis Burden Epidemiology Group (LERG), se estima que hay aproximadamente 1,03 millones de casos en todo el mundo cada año, lo que resulta en 58.900 muertes. Sin embargo, en muchas zonas se presenta una sobre-notificación del evento por la presencia de
otros síndromes febriles, ictéricos e ictero-hemorrágicos que dificultan el diagnóstico.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) reporta una incidencia de leptospirosis humana que va desde 1 caso por cada 100.000 habs. por año en climas templados a 10-20 casos por cada 100.000 habs. en climas tropicales húmedos, siendo esta condición climática característica en Centroamérica, Sudamérica y el Caribe. En Latinoamérica se han registrado brotes en diferentes países como Brasil, Nicaragua y República Cooperativa de Guyana.

Sin embargo, no se tiene un registro claro de los casos por la variación en los sistemas de vigilancia epidemiológica.

Modo de transmisión

Los animales son hospederos definitivos, pueden ser asintomáticos o manifestar enfermedad leve en su gran mayoría, por lo que se ha llegado a proponer una relación comensal. Los ratones representan el reservorio más importante para este patógeno, el que invade el borde en cepillo del túbulo proximal renal del ratón, llevando a la depuración de manera intermitente o continua por la orina y convirtiéndolo en fuente de infección. Otros animales que se comportan como hospederos definitivos son los murciélagos, focas, ranas, sapos, castores, perros, caballos
y ovejas, entre otros.

La puerta de ingreso al ser humano, quien se comporta como un hospedero susceptible, se da generalmente por heridas o abrasiones en la piel o membranas mucosas como la conjuntiva, superficie oral y genital. La vía de adquisición puede darse de manera directa mediante el contacto con el animal o sus secreciones, o por vía indirecta por medio del contacto con aceite o agua contaminada con las secreciones animales. En casos extremadamente inusuales se ha descrito transmisión entre humanos mediante vía sexual, lactancia materna, transplacentaria o consumo de drogas intravenosas.

Manifestaciones clínicas

La leptospirosis presenta una gran variedad de manifestaciones clínicas que pueden ir desde una enfermedad leve y autolimitada hasta una enfermedad fulminante que compromete la vida. Generalmente, los signos y síntomas de la leptospirosis son inespecíficos, por lo cual, en muchos casos, no es la primera sospecha clínica durante el curso de un síndrome febril. La enfermedad tiene una fase inicial de septicemia seguida de una fase inmune en la que aparecen los síntomas de gravedad. En la población infantil, se ha referido un curso clínico más incubación, septicémico/inmune y de recuperación. El período de incubación, generalmente tiene un curso que dura entre 7-12 días (3-90 días). Esta fase varía según la cantidad de inóculo infectante expuesto y el portal de entrada al organismo, pero no se ha determinado que tenga significancia pronóstica.

La fase septicémica es caracterizada por una infección sistémica aguda, es de inicio abrupto con fiebre intermitente (38-40°C), escalofríos, cefalea (de alta intensidad, con fotofobia), mialgias (localizadas en músculos gastrocnemios y dorsal baja), artralgias, hemorragia e hiperemia conjuntival (común en leptospirosis y no en otras patologías), exantema macular pre-tibial, tos no productiva, náuseas, vómitos, diarrea, dolor abdominal (colecistitis acalculosa o pancreatitis), ictericia, sangrado, poliuria y oliguria. Esta fase termina en el plazo de 4 a 7 días, donde la mejoría clínica y la defervescencia coinciden con la desaparición de la leptospira en sangre, líquido cefalorraquídeo (LCR) y otros tejidos, con excepción del humor acuoso y el parénquima renal.

La fase inmune se inicia con el aumento de los títulos de anticuerpos IgM y la presencia de leptospira en orina, grave que en los adultos.

Se han descrito tres períodos clínicos de leptospirosis: la cual comienza aproximadamente el día 4 de enfermedad y se extiende hasta el día 30. Se caracteriza por la aparición, nuevamente, de fiebre y compromiso multiorgánico (hígado, riñón, meninges). Adicionalmente se puede presentar falla hepática aguda, lesión renal aguda, sangrado digestivo, hemorragia pulmonar, síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA), uveítis, meningitis aséptica, mielitis transversa, síndrome de Guillain-Barré, miocarditis y rabdomiólisis, entre otros. La leptospiruria es prevalente y continúa presentándose hasta un mes después de la primoinfección

Diagnóstico

El diagnóstico y la confirmación microbiológica de la leptospirosis en la población pediátrica se convierte en un desafío. El enfoque diagnóstico empieza con la sospecha clínica, la que debido a su presentación clínica inespecífica puede llevar a pensar inicialmente en otros diagnósticos,
por lo que se requieren pruebas de laboratorio para confirmar o aumentar la probabilidad diagnóstica.

Para realizar la confirmación etiológica de la leptospirosis, existen métodos de detección directa e indirecta.

Lo métodos de detección directa se caracterizan por la observación del microorganismo a través de microscopio, el aislamiento de la espiroqueta o la detección de su ADN mediante reacción de polimerasa en cadena (RPC).

La visualización directa de la espiroqueta se puede realizar a partir de muestras de sangre, orina y LCR, las cuales son confirmadas mediante la observación de la espiroqueta en el microscopio de campo oscuro.


Por Rafael Emilio Bello Díaz 

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