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29 de diciembre 2025
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Tingó, el musical. Una obra que debe repetirse

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EL NUEVO DIARIO, SANTO DOMINGO.- Desde el mismo instante que empieza la obra. Por el vestuario te remontas a los años 70’s, especialmente en el período gubernamental de Joaquín Balaguer durante la época denominada de “Los Doce Años”.  Ya sabes que es de un campo por la forma de hablar. El hermoso cantar de los campesinos, que se expresan con  el corazón esencialmente con el orgullo de pertenecer a una tierra, en este caso, Yamasá.

Bajo la dirección de Antonio Melenciano, que además, tuvo a su cargo la autoría de la gran  mayoría de las canciones que se interpretaron allí, cabe decir, de manera magistral,  los actores y actrices, no tuvieron ningún desperdicio.  La obra es exquisita.

Dividida en dos actos.  Uno, desde el nacimiento de Florinda Soriano (Tingó), la muerte de su madre muy niña (Avril Rodríguez) la compañía de su abuela doña Niní (Pura Tayson), la adolescencia, la juventud (Ana Javier) y su primer amor, Felipe muy joven (Sandy Pujols).

Luego de un intermedio de diez minutos, la obra continúa con Tingó (Lidia Ariza) ya adulta, casada y con muchos hijos con Felipe.  Viven en la tierra y el conuco que le regaló el padre de Felipe, Don Polo (Juan Francisco Fermín), para que vivieran allí y se mantuvieran, como lo hacían, de la misma tierra.  Hermosa familia laboriosa, pero al que le persiguen las desgracias.

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Felipe murió en la gallera alcanzado por un garrotazo que vino de un desconocido y en el que supuestamente lo confundieron por otra persona a quien perseguían para quitarle la vida.

Entonces, vinieron los rezos.  Una parte muy singular y jocosa de la obra, especialmente cuando una de las hijas de Tingó le avisa que ya la comida para los rezadores del velatorio estaba lista.  “Ya el moro y el chivo están listos, Mamá”, se le escucha decir a una de las hijas, a quien la madre reprende, porque supuestamente el “que está en los rezos no está pendiente a la comida”…lo que hace verdaderamente simpático el momento, ya que los convidados hacen ver, con insinuaciones evidentes, de que es todo lo contrario.  Y la rezadora (Cristobalina Morel)  dice que cuando reza mucho, le da también mucha hambre.

Es precisamente en ese velatorio que se revela que Jesús María Paula (Jackson Delgado), está enamorado de Tingó, pero en el que también expresa que respeta a los muertos, en este caso Felipe (Cristian Soriano), que acababa de morir.  Posteriormente, pasados los años, según la narrativa de la misma obra, son los hijos de Tingó que le proponen que se acepte a Jesús María Paula, a quien ella finalmente acepta.

Y entonces, comienzan los problemas con la aparición en escena de un “terrateniente” llamado Pablo Díaz (Omar Ramírez), que se hace acompañar de su capataz, Durín (Wilson Ureña).  El papel de Ramírez y Ureña fue tan estelar, que el público hizo el intento de abuchearlos en vez de aplaudirlos.  Finalmente, la razón estuvo  en el público presente y reconocieron que las actuaciones de estos fueron brillantes.

En la aparición de Pablo Díaz, cuando verdaderamente empiezan los problemas, ya quería ocupar las tierras trabajadas por los campesinos en Yamasá y que, según narra la historia, pertenecían supuestamente a Pupo Román, aquel secretario de las Fuerzas Armadas, del dictador  Trujillo y que él (Pablo Díaz) reclamaba como suyas.

La lucha de Tingó se inició allí mismo. Cuando Pablo Díaz le pidió que saliera de esas tierras y ahora Mamá Tingó le dijo que solo muerta podría dejar esas tierras.  Según Jesús María Paula, esta mujer tiene más valor que muchos hombres.

Entre alambradas y desalambradas se desarrolla la obra en una de cuyas escenas se ve el abuso de poder de Pablo Díaz y Mamá Tingó es llevada a prisión.  Pero el propio carcelero le hacer ver que también admira a esta mujer, que dice no tener miedo a nada, mucho más, por el hecho de que cuando se está más cerca de la muerte que de la vida, que es a lo único que le puede temer, ya ese miedo no existe.

Finalmente la obra termina con el enfrentamiento de Durín (Ureña) y Mamá Tingó (Lidia Ariza), esta última en una actuación magistral, lucha con este capataz que finalmente acaba con la líder campesina con dos disparos, no sin antes ésta luchar por sus tierras.

Ante la actuación estelar de estos actores y actrices y bajo la dirección de Melenciano, la muerte de Tingó lacera el alma del público.

Al final de la obra, en la presentación y despedida de los actores, Melenciano refiere algo que debe catapultarse en la historia del teatro dominicano; “ya es tiempo de que hagamos lo nuestro (lo dominicano)”…

Excelente obra, que debe repetirse.