El pasado 30 de agosto viví en Cabeza de Toro, Punta Cana, una experiencia que cambió mi manera de entender las percepciones de riesgo: bucear por primera vez junto a tiburones Nodriza y Punta Negra. La sola idea de estar en la misma habitación azul con uno de los depredadores más temidos del mar me llenaba de dudas. La narrativa popular, los documentales y hasta las películas nos han hecho creer que los tiburones son agresivos, impredecibles y que buscan atacar al ser humano. Pero la realidad, bajo el agua, fue distinta.
Lo que encontré fue un comportamiento digno de reflexión: tiburones atentos, observadores, en ningún momento agresivos ni intimidantes. Ellos estaban en su mundo y nosotros en el nuestro, conviviendo en equilibrio. Ni miedo en ellos, ni intención de generar miedo en nosotros. Una especie de pacto tácito de respeto mutuo.
Esta vivencia me recordó que, al igual que ocurre en la Seguridad y Salud en el Trabajo (SST), muchas veces lo que nos limita no es el riesgo real, sino la percepción del riesgo.
En nuestros lugares de trabajo abundan los “tiburones invisibles”: equipos eléctricos mal mantenidos, pasillos obstruidos, tareas en altura sin arnés, sustancias químicas mal almacenadas. Riesgos que generan accidentes y muertes todos los años en el país. Pero, al mismo tiempo, existen percepciones exageradas o distorsionadas que nos pueden llevar a actuar con miedo o indiferencia.
La lección bajo el mar es clara: no basta con dejarse llevar por lo que “se dice”. En prevención debemos identificar, evaluar y controlar el riesgo real conforme a normas como el Reglamento 522-06, ISO 45001 y otras normas de referencia local e internacional. Porque la seguridad no se construye desde el miedo ni desde el mito, sino desde el conocimiento técnico y la convivencia responsable con los peligros del entorno.
Así como bajo el agua se requiere calma, observación y respeto a las reglas, en las empresas se necesita liderazgo y cultura preventiva. El trabajador que se lanza a la tarea sin entrenamiento ni equipos adecuados se expone innecesariamente, igual que el turista que se aventura en aguas peligrosas sin guía.
El rol del liderazgo es enseñar que los riesgos no desaparecen, pero sí pueden gestionarse. Que convivir con ellos, como lo hice con los tiburones, es posible cuando se respetan los límites, se aplican las medidas y se mantiene la atención permanente.
Bucear con tiburones me dejó una lección de vida y de seguridad: los riesgos existen, pero no siempre son lo que nuestra percepción nos hace creer. La clave está en observar, entender y actuar con prudencia y preparación. En el fondo, los tiburones del mar y los riesgos laborales tienen algo en común: ambos merecen respeto, nunca indiferencia.
Por Jeffrey Medina
