Tal vez no sea asumir que podríamos tener los mismos mecanismos de seguridad como los que se implementan en las grandes naciones, pero en un mundo como el que hoy y en una sociedad como en la que vivimos, la seguridad es una cuestión inevitable.
Quizás porque prima todavía en el colectivo nacional la idea de que podemos vivir de manea desprevenida porque nada nos pasará, aunque estemos preocupados por falta de seguridad y la delincuencia. Pero como quiera es un problema, pues las acciones delictivas comunes que cometen atracadores y rateros igual nos exponen al peligro como aquella que puede ser planificada como forma de aterrorizar a la sociedad.
Ahora podemos hablar de terrorismo por convicción, que es aquella que se lleva a cabo por alguna razón política o religiosa, y del sicariato terrorista, que es el que se ejecuta por encargo de alguien que procura asustar a los usuarios de algún servicio en particular o porque se quiera afectar la imagen de un gobierno o de una institución.
Por ejemplo, el acto que se llevó a cabo en la segunda Línea del Metro de Santo Domingo ha sido relacionado con un sicariato terrorista. Es decir, un acto criminal encargado por alguien con un claro propósito de dañar la imagen de seguridad de ese servicio colectivo. El propio ejecutor al parecer ha ofrecido información en ese sentido y uno supone que las autoridades están indagando seriamente la verdadera motivación de ese hecho que afectó a muchas personas, pero que asustó a todo el mundo, aún a quienes no son usuarios del Metro.
El anuncio de las autoridades de la Oficina para el Reordenamiento del Transporte (OPRET) de que reforzarán la seguridad en el Metro es algo que tiene un carácter preventivo.




