La República Dominicana tiene tantas cosas que sorprende que en distintas áreas vivamos con serias limitaciones. Es decir, vivimos en la escasez en medio de la abundancia, hay que repetirlo para que hagamos consciencia de ello.
Y es bueno hacerlo, pues por lo regular, como parte de nuestra pobreza mental, dedicamos más tiempo quejándonos que planificando las acciones que nos ayudarían a avanzar.
Así es en el orden personal y en el colectivo, y, en consecuencia, así somos como país. Regularmente no apreciamos las cosas buenas que tenemos, porque igual no nos detenemos a valorarlas.
Con frecuencia nos quejamos por las cosas que creemos que nos faltan y no aprovechamos aquellas que tenemos disponibles y frente a nuestros ojos.
El auge de la delincuencia ha puesto todo el país en peligro, sin que hayamos tenido conciencia de lo que eso encierra para la paz y la economía nacional.
Hemos dejado que esa epidemia avance demasiado haciéndonos de la vista gorda o no haciendo lo suficiente para detener el deterioro. Hay que pasar de las declaraciones de prensa de buenas intenciones. El país necesita más que eso.
