El sujeto como protagonista de una acción se empodera de una misión en “cumplimiento del deber.” Puede que sea una decisión particular que se asume desde una convicción particular. Pero, ese es el ideal en el mundo teórico de los procesos que desarrolla un individuo para alcanzar metas planificadas desde sus propósitos. O, también puede ser una asignación empresarial, política e incluso social.
Además, el concepto se utiliza para uso de una organización social (privada o pública), la que puede elaborar una declaración acerca de “su razón de ser”. Esta acción debe estar en consonancia con los valores de dicha organización, los que se acuerdan alcanzar, durante el desarrollo de los procesos y las situaciones que se presenten durante la vida útil de la entidad.
¡Hasta ahí todo va muy bien!
Pero, dentro de una sociedad (y, en forma abrumadora), existen sujetos que ponen sus vidas al servicio de un liderazgo que les guía y les evita el agobio de las preocupaciones que contrae la autonomía. Estos individuos se dejan llevar por la facilidad y la comodidad de seguir patrones y libretos codificados por alguien externo, que le sustrae la libertad a cambio de facilidades, las que se ejecutan en automático, para que el desarrollo de la vida de estas personas sea confortable. Se trata de una compensación por ser cumplidoras de misiones asignadas desde el interés de alguien ajeno a su “yo” existencial.
Estas personas siguen el camino que otros les han trazado y acuden a su diario vivir con la supuesta alegría y satisfacción que le brinda un confort mecánico.
La actitud descrita, puede definir a una parte de los individuos que desarrollan una vida sistémica, cuya razón de existir, radica en desarrollar la misión asignada desde una autoridad externa a ellos. Dicha existencia, desde el diario vivir de un individuo sujetado a una misión asignada, cuyo único requisito es nunca preguntarse por qué ni para qué debe realizar estas tareas.
Este existir mecánico, desarrolla una existencia robótica, sin necesidad de conciencia cognitiva ni sentimientos de “misión cumplida” que satisfaga su razón de ser persona.
El individuo humano que transita por los senderos de la vida mecánica no pregunta por qué tiene que hacer tal o cual cosa, él solo actúa de acuerdo a la orden que le han dado. En la vida que transcurre mecánicamente no se necesita conciencia ni mucho menos sentimiento de culpa, porque “la vida es como es, y los que mandan así lo han decidido”. Para estos individuos, los valores de la responsabilidad y el compromiso no tienen razón de existir, porque se les ha quitado ese peso de encima, premiándoles con una existencia sin profundidad en lo cognitivo ni en la comprensión de su contexto.
Para este tipo de persona, nada es tan importante, como para tener que obviar las instrucciones que han sido dada. Cumplir orden vivir de acuerdo a preceptos elaborados por otros, es su razón de existir.
Es que la vida mecánica trae la comodidad de la inconciencia y el placer de seguir un modelo que es incuestionable ante la organización para la que se trabaja, sin importar cómo afecte al contexto social. Para estas personas no es necesario intuir nada ni sienten necesidad de reflexionar los impactos a terceras personas. Ellos asumen, que los desafíos de la vida no son trascendentes, porque al final lo que importa es el bienestar particular del ahora y al final de la vida útil, desde un retiro “satisfactorio”.
En la vida mecánica la persona desaprovecha vivir el placer de ser auténticamente libre, porque busca atar su proa a la popa de otra embarcación, siguiendo las corrientes que otros recorren, aminorando esfuerzos personales para no mirar otras rutas, las que por demás necesitan esfuerzos, planificación, dedicación, asunción de riesgos y, sobre todo, tener que tomar decisiones para virar su propio timonel. Es más cómodo que otro lo haga y le diga qué hacer, cómo hacerlo y cuándo hacerlo, en todas las rutas que se han de recorrer.
El ser humanos que opta por vivir mecánicamente no tiene necesidad de sentir incertidumbre, porque lo que ha de pasar, como quiera pasará y confía ciegamente en la autoridad superior (la que le sustenta y protege). Su frivolidad es tan cruel, que no siente necesidad por saber ni comprender.
Para estas personas, los cuestionamientos son rebeldías innecesarias.
La gran mayoría de personas eligen la paz de la obediencia, renuncian a lo cognitivo y se arrellanan en la inoperancia, frente a la misión particular asignada a cada individuo, por el simple hecho de haber nacido.
A estas personas no les interesa marcar su tiempo con improntas individuales con miras al beneficio colectivo, prefieren ser subalternos y obedecer, cumpliendo con el designio de socialización que se le imputa al proceso educativo acrítico y conformista.
La facilidad otorgada desde la autoridad establecida por la familia, la sociedad, el lugar de trabajo o del propio Estado, les impide (por voluntad propia), ejercer la libertad de ser persona con autenticidad particular.
En cambio sus actos son determinados por el contexto mecánico al cual (el sujeto), brinda sumisión absoluta.
Por: Francisco Cruz Pascual.
