Resulta cuesta arriba entender, cómo siendo San Cristóbal, una provincia de gran importancia política y económica, no reciba un mejor trato de parte de las altas esferas de poder del país.
Muchas podrían ser las causas o motivos que dan origen y propician el menosprecio y el desinterés con que se nos trata y que en todos los aspectos nos dispensan.
Posiblemente sea la falta de entereza y el carácter sumiso que simboliza a la dirigencia política que, con un simple “Sí señor, o un no señor”, aguarda tranquila en la sala de espera, la solución a nuestras necesidades sin hacer constar su desagrado o desacuerdo.
En adición a la debilidad política que padecemos, se amerita de un empresariado suficientemente dinámico y exigente que motorice e identifique y ponga en blanco y negro “lo que queremos” y el “hacia dónde vamos”, a partir de lo que tenemos.
En estos aprestos se precisa de la participación de los gremios profesionales, sectores sociales y todo el que se sienta identificado con nuestro avance, progreso y desarrollo.
Se necesita pues, un pueblo que reclame y exija, no como si se tratara de un favor, sino, de un derecho bien ganado y más que merecido.
Y que en definitiva, se pase de las teorías y de lo abstracto, a la práctica y la concretización, es decir, a un San Cristóbal, más allá de las palabras.
Ya no más cuentos de cuna, que para dormir ha sido más que suficiente.
“San Cristóbal, ya no está de nana”, ni del fuin fuan de las mecedoras.
Con Dios siempre.
Por Leonardo Cabrera Díaz
