La primera noción de multilateralismo regional se concitó en octubre de 1889. Mediante la Primera Conferencia Internacional Americana que sirvió para preparar los cimientos de los que hoy conocemos como la Organización de Estados Americanos. Este diálogo político promovió el objetivo de mantener cohesionado el continente para evitar las convulsiones geopolíticas que se conocían desde Europa.
Posterior a la Segunda Guerra Mundial y articulado el nuevo orden internacional, se constituye la Organización de Estados Americanos en 1948. Este surge como organismo internacional con la pretensión de emular los valores democráticos, de defensa de los derechos humanos y respeto a la soberanía de los pueblos desde la perspectiva de este lado del hemisferio. Para tomar medidas colectivas sobre las amenazas de seguridad contraídas luego de haberse culminado la conflagración global.
Más adelante, durante los años noventa, en pleno apogeo del proceso de globalización, nace la Cumbre de Las Américas en 1994, bajo el liderazgo de Estados Unidos. Esta vez para hacer frente a nuevos desafíos internacionales. Por supuesto, debido al cambio significativo en materia política, económica, comercial y cultural que supuso el nuevo modelo de apertura global.
Actualmente, la República Dominicana volverá a tener una oportunidad de oro para congraciarse con la historia. En esta ocasión, debido a la coordinación de la Cumbre de Las Américas 2025, que se celebrará en Punta Cana el próximo mes de diciembre. Indiscutiblemente el evento multilateral de mayor relevancia celebrado en el país.
La Cumbre de las Américas como foro internacional aglutina a todos los países del continente americano cada tres años. Esto con la finalidad no solamente de exponer los retos comunes a los que nos enfrentamos como región sino, además, las soluciones compartidas que debemos elevar con el fin de generar un desarrollo humano integral en nuestra zona de influencia.
En efecto, las expectativas en aspectos logísticos son bastante altas. Sin embargo, el éxito de la cumbre se reflejará verdaderamente en la consumación efectiva de acuerdos que posibiliten una carta de ruta para responder a problemáticas como la estabilidad democrática, la defensa del medioambiente y los recursos naturales, la sostenibilidad de las deudas externas y, por supuesto el sistema democrático como garantía del desarrollo de la región. Naturalmente, todo eso se conquistaría de manera adecuada si el papel transciende a las acciones tangibles.
Estoy convencido que la experiencia y disciplina dominarán el marco de la cumbre. Porque, en el último lustro, nuestro país ha sido escenario de diálogos de alto nivel multilateral que han depositado su confianza para concatenar grandes logros en beneficio de la región. Y este ha estado a la altura de las circunstancias.
Igualmente, comprendemos que sería altamente valioso por la dignidad de nuestros pueblos, que este coloquio internacional verse sobre concretizar real y efectivamente las propuestas que se lleven a la mesa sobre dificultades colectivas. Mas no en base al nivel jerárquico de las figuras que brillen por su presencia. Lo estético en diplomacia es eminentemente importante; no obstante, los temas sustantivos siempre serán fundamentales.
Mientras la unidad del foro se mantenga intacta, la prosperidad de lo pactado estará destinada al éxito. De lo contrario, la historia nos juzgará en su justa dimensión.
En definitiva, apuesto porque la Cancillería dominicana coloque en alto el nombre de nuestro país. Y albergo la esperanza de que el compromiso sincero, la responsabilidad y el entusiasmo por construir una América verdaderamente cohesionada surja desde la tierra de Duarte, Sánchez y Mella.
Ojalá que así sea.
Por Nelson J. Medina
