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27 de diciembre 2025
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OpiniónGregory Castellanos RuanoGregory Castellanos Ruano

Rubén Darío y el género del Horror

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El género del Horror rechaza abruptamente al genio nicaragüense de la poesía Rubén Darío.

La majestuosa belleza de la prosa poética de éste es prácticamente incontrolable y, por ello, por más esfuerzo que él desplegó para tratar de escribir algunos relatos de Horror esa tarea que se trazó es evidente, ostensible, que quedó frustrada.

Rubén Darío fue y es un genio para lo bello, no para el Horror, no para lo grotesco.

Su lenguaje estuvo hecho para cantarles a princesas, a ninfas y a palacios.

Su lenguaje es totalmente poético, por eso cuando escribe en prosa esta es una prosa eminentemente poética.

El lenguaje de los que manejan el género del Horror es un lenguaje que partiendo de la sencillez llega a lo áspero, a lo fuerte, a lo atroz y con él buscan tocar una fibra del alma (la de la inquietud, la del miedo) diferente a la fibra del alma a la que estaba predestinado a tocar el lenguaje estrictamente poético de Rubén Darío.

En uno de sus cuentos, «Mi tía Rosa«, entre otras cosas, él narra su amor a la segunda jovencita de la que se prendó y cómo sus padres con su reacción de destruirles los versos que había compuesto con motivo de aquel segundo amor de su vida porque en ese tiempo anterior a la mayor edad expresó que quería casarse con ella. Es decir, Darío estaba tocado desde horas tempranas de su vida por el sentimiento humano más excelso y el mismo estaba muy focalizado hacia las exponentes de la belleza del sexo femenino.

No digo que la excelsitud dentro de lo grotesco no sea alcanzable por cultivadores del género del Horror, pero se trata de otra excelsitud, de una excelsitud diferente, de una excelsitud dentro de ese género que es diametralmente opuesta, que es la antítesis total del género de lo bello que es la poesía, lo bello es a lo que le canta a pleno pulmón el vate nicaragüense.

Por más aderezos que les insertó Darío a las narraciones que él quiso que perdurasen como parte de los cuentos de Horror, lo cierto es que la naturaleza intrínseca de su prosa delata en él a un súper dotado para lo bello elevado, para lo bello eximio.

¡Afortunada su prosa por cuanto lo que fluía de ella era grandiosamente precioso, pues la misma estaba cargada de brillos y de resplandores como sus poemas quizás irrepetibles!

A su inclinación natural a la poesía, y quizás para facilitar más esta, se añadió luego, en cierto momento, el conocimiento de la música, la cual, obviamente, le dio un mayor sentido de la proporción y de la armonía: Darío tocaba el bandoneón.

El poeta nato que fue Rubén Darío es expulsado con una fuerza centrífuga tremenda del género del Horror. Quizás, a mi entender, el cuento que estuvo más próximo a él quitarse de encima de manera total su ropaje de tal poeta nato fue «Huitzilopoxtli«. Y aún en la construcción gramatical y conceptual del mismo andan huellas que denuncian la mano cuasi divina del poeta gigantescamente privilegiado que fue el autor. Y en «Thanatopía« quizás si hubiese invertido más tiempo en la creación y pulimento de la atmósfera en que se produce el contacto del joven protagonista con lo sobrenatural es muy probable que hubiese logrado su cometido. Ahí estuvo ligeramente cerca.

No es que cada idea, cada argumento, de los cuentos que él quería que quedasen dentro del género del Horror no fuesen originales e interesantes, es que la estructura y el andamiaje de la expresión usada por Darío para dichas narrativas denuncian a toda voz a un poeta de pura raza de altísimos quilates.

Por Lic. Gregory Castellanos Ruano

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