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26 de diciembre 2025
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OpiniónRafael Tapia RodriguezRafael Tapia Rodriguez

Rubby Pérez: El virtuoso

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Una de las grandes pasiones de mi vida ha sido, sin duda, la música. En algún momento intenté estudiar piano y guitarra. No me duele admitirlo: fue un error no haberme entregado por completo a esos bellos instrumentos. Hacer música más allá de escucharla debe ser una experiencia que aporta paz y plenitud. Muchos la describen como algo inolvidable, una necesidad tan vital que, para algunas personas, una vida sin música simplemente no tiene sentido.

Es cierto que no todos los grandes músicos han tenido un destino feliz, pero también es verdad que la música ofrece una oportunidad única para conectar con el mundo, y en ocasiones, para trascender. Alcanzar el reconocimiento en este ámbito es un privilegio, una bendición reservada para unos pocos.

Recuerdo con especial cariño las tardes de mi infancia junto a mi padre, quien me enseñó a escuchar música con atención y sensibilidad. Uno de sus artistas favoritos era José José. Curiosamente, no le gustaba Frank Sinatra, lo consideraba más limitado en lo melódico, y en su lugar prefería voces profundas y emocionales como las de Nana Caymmi, Nancy Wilson o Boyz II Men. Aquellas canciones no solo acompañaron mi niñez, sino que se convirtieron en la banda sonora de recuerdos íntimos, momentos en los que me sentía transportado a escenarios de nieve y calles neoyorquinas, cargadas de nostalgia y belleza.

Esas melodías no solo contaban historias; transmitían emociones profundas: el amor, el desamor, la esperanza, la pérdida… Para mí, vivir rodeado de esa sensibilidad fue un verdadero privilegio.

Por eso hoy, al hablar de lo que significa la música en mi vida, quiero hacer una mención especial a un género que, aunque no figura entre mis favoritos personales, forma parte esencial de mi identidad cultural: el merengue.

Al igual que la bachata y la salsa, el merengue es parte del alma dominicana. Y como tal, lo escucho con respeto, buscando siempre esas voces locales que logren transmitir lo que yo llamo el “feeling musical”, esa emoción honesta que te sacude por dentro. Fue precisamente gracias a mi padre, que irónicamente no es amante del merengue ni la bachata, que conocí a uno de esos talentos especiales: Rubby Pérez.

Recuerdo que me habló de él, destacando la potencia y el sentimiento de su voz. Desde ese momento, Rubby Pérez se convirtió en mi merenguero favorito. Cuando tenía ganas de adentrarme en ese ritmo, era su música la que elegía. Su fuerza vocal, su forma de interpretar y su habilidad para contar historias a través del canto lo convirtieron, para mí, en “La Voz Más Alta del Merengue”.

Sin desmerecer a otros grandes del género, creo que Rubby posee cualidades únicas: autenticidad, potencia emocional y una presencia vocal que no se olvida. Es un talento entrañable, un artista que merece ser recordado no solo por su éxito, sino por su capacidad de conmover.

Por: Rafael Tapia. 

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