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4 de mayo 2024
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OpiniónJesús M. GuerreroJesús M. Guerrero

¡Resentimiento social y corrupción!

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Históricamente hemos estado bajo la falsa concepción de que el flagelo de la corrupción es un mal de pocos. Sin embargo; el transcurrir del tiempo que no se cansa de demostrar las equivocaciones, señala que es una perversidad que va de la mano con las posiciones de poder.  

Cosa que no quiere decir que todo aquel que escale los resortes del poder, sea automáticamente corrupto. Existen ejemplos de sobra; que son pruebas fehacientes de que se puede pasar por la administración pública sin ensuciar su hoja de vida con manchas indelebles. El problema es que los charlatanes provocan más ruido y daños a la sociedad.

Pepe Mujica lo puntualizó a la perfección en una de sus frases lapidarias; cito: “El poder no cambia a las personas, solo revela quienes verdaderamente son.” Quienes salen del subsuelo hasta la ostentación del poder, muchas veces albergan resentimiento social. Muchos perciben erróneamente que la política es para alzarse con el santo y la limosna y no para lograr transformaciones sociales. Esto sale a flote y vemos la indolencia de las acciones de quienes son elegidos para dirigir los destinos nacionales.

Esta media isla ha estado entrampada en un círculo vicioso, en el cual asumen individuos posiciones de mando y a su paso; solo pavimentan el camino de la exclusión social y desigualdad. Produciendo más resentimiento.

Lord Acton; lo describió con su Dictum de Acton: “El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente.”

Es imposible eliminar por completo la corrupción; lo que es posible es enfrentarla de manera efectiva por medio del tan necesario régimen de consecuencias. Las leyes existen, el problema es la ausencia de su aplicación, por la inoperancia o la desidia de quienes deben velar por su cumplimiento en defensa de la sociedad; muchas veces son cómplices por omisión.

Al estudiar el cuerpo de leyes de la nación, queda como anillo al dedo la expresión del filósofo griego, Tácito; “Cuánto más corrupto es el estado, más leyes tiene.”

La existencia de leyes para regular todo aspecto de la convivencia en sociedad es lo que aspiran todos los países en vías de desarrollo. De ahí surge la tan necesaria institucionalidad que caracteriza a las naciones desarrolladas; pero tener cientos de leyes no ayuda en nada, si no se aplican. La acción judicial selectiva es revanchismo y no tiene ni vestigios de justicia.

Podemos ver el sistema alemán, el legislador no deja nada a la suerte y mucho menos a la improvisación. Su responsabilidad es lograr que la ley tenga prevista toda situación y que el juez aplique correctamente la justicia. Que no es más que darle a cada quien lo suyo; ni más ni menos. Por eso, la Diosa Temis sostiene una balanza para garantizar la equidad y la espada para aplicar la sanción y la venda en los ojos para actuar imparcialmente.

Con el pasar de los años, el Poder Judicial no ha sido nada más que una caja de pandora. Inmediatamente; noticias como la medida absurda de prisión preventiva de 3 meses por el robo de 8 chinolas y para quien es acusado de dilapidar el erario archivos de expedientes sin pestañar, lamentablemente ha sido el día a día en los tribunales.

La justicia no puede continuar tomando piedras para los más chiquitos; como se dice en el argot popular. La envergadura de una posición pública debe ser representada por el pundonor de todo funcionario y no de manera contraria.

Todo aquel que empiece hacer sus pininos en el ejercicio político debe recordar esta frase: “El miedo que tengo de que algún día caigas en esta corrupción me mueve a darte ahora un excelente preservativo contra las tentaciones de las dádivas.” Benito Jerónimo Feijoo

Esa protección contra las dadivas deber ser una honradez inquebrantable; mas valores y menos ambiciones.

 

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