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19 de diciembre 2025
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Repugnancia política

Ese es el menor de los calificativos que merece la postura pública asumida por un dirigente del PLD en Puerto Plata, luego de protagonizar un escándalo, al tris de una tragedia, con agentes de la AMET.Le apodan “El Querido”, mote que no le encaja a una persona cuya visión de ver el ejercicio político es […]

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Ese es el menor de los calificativos que merece la postura pública asumida por un dirigente del PLD en Puerto Plata, luego de protagonizar un escándalo, al tris de una tragedia, con agentes de la AMET.

Le apodan “El Querido”, mote que no le encaja a una persona cuya visión de ver el ejercicio político es en franco detrimento del fortalecimiento institucional.

Su manera de ver el ejercicio del «poder» político es para favorecerse a sí mismo y al reducido grupo de los suyos.

Muchos que tienen tirria y animadversión contra la AMET se amparan en el altercado del exdiputado para anteponer la “arbitrariedad” de los agentes por encima de la prepotencia, el autoritarismo y la arrogancia del político, que en otras circunstancias (fuera del poder y sin sentirse henchido de autoridad) no hubiese actuado como lo hizo.

Los valientes actúan de otra manera, no como lo hacen los cobardes y oportunistas, que solo avanzan con el escenario a su favor para abrir sus alas y desplegar su cola cual pavo real.

Lo asqueante no es el pleito ni la alegada arbitrariedad de AMET, sino la razón que esgrime el “político” para desafiar la autoridad, porque él entiende que el poder hay que usarlo para provecho propio y particular, no para la colectividad.

La reacción del Gobierno y del Partido de la Liberación Dominicana fue todavía peor, ignorando el episodio como si lo sucedido no tuviera importancia ni repercusión en el daño institucional, y el mal ejemplo que el episodio envía al país.

El traslado de los agentes de AMET es una admisión de arbitrariedad con que ellos habrían actuado, y el silencio del Gobierno y el PLD nos dice que lo que hizo el mal llamado “Querido” es el correcto ejercicio del poder político.

Si es así, ¡nos fuñimos!

POR LUIS BRITO