Recientemente han sido designados, en cuatro decretos, nuevos funcionarios al servicio exterior.
Conozco muchos de ellos, en su mayoría jóvenes capacitados con alto sentido de responsabilidad y criterio aterrizado de la realidad geopolítica. Asimismo, cuentan con una formación profesional versada en diplomacia, relaciones internacionales y comercio.
Tales movimientos han sido apegados a lo que rige la Ley 630-16 y sus respectivos reglamentos. Valorando así, la alternancia y la rotación como principios imprescindibles de una diplomacia funcional. Por esa razón, también retornarán a la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores miembros del servicio exterior que deberán agotar la cuota de trabajo interno establecida.
El proceso de preselección de los colaboradores agraciados ha de suponer que se llevó a cabo con las mejores intenciones y adherido en base a un principio de equidad. Efectivamente, lo que se buscaría es evitar ensombrecer la transformación institucional emprendida. De manera que, sería altamente positivo que la conducta intachable y los resultados tangibles de estos funcionarios se sustente durante su transitar.
Los diplomáticos que se dirigen al exterior tienen una encomiable labor. Ahora tendrán la posibilidad de eliminar el estigma de que la edad no les provee suficiente calidad profesional para realizar ese trabajo de manera tenaz y eficiente. Igualmente, contarán con la oportunidad de formular estrategias novedosas para atraer inversiones, aprovechar nichos de negocios y, por supuesto, provocar un aceleramiento en los acuerdos de cooperación.
Indiscutiblemente, la experiencia que les aguarda les hará ser más sabios. Y tal sabiduría deberá combinarse centradamente en servir con decoro, entusiasmo y transparencia en sus respectivas misiones. De ese modo, muchos de los que inician su viaje como secretarios escalarán hasta ser embajadores. Siempre cercanos a la objetividad de que la diplomacia es una carrera de resistencia no de velocidad.
La renovación del servicio exterior es un dispositivo normativo. Y su impulso, generará crecimiento profesional, académico y personal al nuevo grupo de diplomáticos. Dicho conglomerado que tendrá a bien continuar su preparación para seguir aportando encarecidamente por la consolidación de la diplomacia dominicana.
Albergo la esperanza de que los nuevos diplomáticos tengan plena consciencia de la seriedad de sus nuevas ocupaciones. También porque lo competente del trabajo en equipo prime sobre la competitividad individual. Porque, aunque son muchos los diplomáticos y diversas las formaciones, talentos y habilidades, todos juntos representarán los mismos intereses de una bandera, una cultura, un país: República Dominicana.
Asimismo, les exhorto a que hagan del tacto, la prudencia, el respeto y la disciplina su escudo por excelencia. Sin olvidarse, por supuesto, de desligar los intereses principales de nuestra política exterior de ideas particulares y afectivas. Para que el desempeño de sus funciones no se vea afectado por las banalidades fútiles de lo que implica ser joven y diplomático en otro destino.
Por último, si bien es cierto que todo diplomático aspira a representar su país en el exterior, no menos cierto es que al llegar ese momento, su comportamiento deberá ser auténtica y dignamente paradigmático. Esto, por supuesto, en aras de que la eficiencia óptima en sus funciones sea siempre su mayor carta credencial.
Les deseo éxitos.
Por: Nelson J. Medina.
